Hoy festejamos en La Gaceta de la Iberosfera la llegada de un colaborador extraordinario. Es más, un colaborador soñado. «¡Imaginad que tuviéramos a Hughes!» nos decíamos unos a otros cuando comenzamos a pergeñar esta apuesta de un periódico digital no sólo libre de todos los corsés de las correcciones políticas, imposiciones moderacionistas y mantras políticos de las diversas marcas y versiones de la progresía de todos los demás medios. Conscientes de que esa falta de barreras y ataduras nos dotaba de las armas necesarias para la larga guerra cultural que ha de ser librada y ganada, batalla a batalla, para una reconquista de todos los espacios que se han perdido en muchas décadas de dejación, indolencia, derrotismo, cobardía y, como resultado de todo ello, conscientes también de la culpable cesión y retirada permanente ante las mesnadas del embuste que llaman progreso.
La Gaceta de la Iberosfera nos ha dado ya muchas alegrías. Ha recuperado voces que casi habían logrado acallar los implacables comisariados políticos de las censuras de todo tipo en España y en todos los países americanos de una Hispanidad cuyo colosal potencial político se asoma todos los días y cada vez más a estas páginas. En un medio que informa de lo que otros callan, explica lo que otros manipulan y distorsionan y ofrece opiniones como comparte emociones, esperanzas e ilusiones. Este diario genera ya todo un magnifico entramado de comunicación mundial entre combatientes de la libertad política y de pensamiento. Entre gente muy diversa que sabe o intuye las amenazas que no se ciernen sino han caído ya sobre nosotros y cuajan en pérdidas continuas del valor de la existencia. Y que sabe o intuye que estamos en una guerra en la que nuestras victorias nos dan tiempo para armar tropas en nuevas generaciones y prolongar el combate pero las derrotas nos acercan a la aniquilación.
Ahora con Francisco Santas, Hughes para sus lectores, admiradores y muchos amigos, La Gaceta incorpora al mejor columnista español de su generación. Que nada tiene que ver con los famosetes tertulianos al uso, los ídolos de barro creados a base de peñas que se premian los unos a los otros, esas cuadrillas de escribidores de compraventa del elogio y la adulación, que se intercambian sus citas en negrita. «Tres mías por una tuya, maestro». Hughes jamás ha pisado una facultad de periodismo, lo que sin duda le ha ayudado. Sólo hay que ver cómo salen hoy de tullidos intelectual y emocionalmente quienes han estado sometidos durante años al bombardeo doctrinario de la ideología del resentimiento, igualitarismo, desprecio e ignorancia. Hughes llegó al periodismo sin semejantes sufrimientos ni mutilaciones, sin trastornos irreparables con la percepción del entorno como sufren los licenciados en periodismo-leninismo.
Lo hizo de forma imprevista desde su empleo de funcionario porque escribía demasiado bien y con demasiadas ganas para poder compatibilizarlo con aquel trabajo. Aunque en el pasado se fraguaran grandes genios de las letras en el funcionariado, nadie lo olvide. Como pasa con los grandes talentos, como Ignacio Ruiz Quintano, el mayor de mi generación y quizás de todas las vivas en España, Hughes hace escritura donde otros sólo aciertan en redactar torpes recados ajenos. Respecto a lo que opina Hughes sobre lo uno y lo otro, coincidiremos unas veces y discreparemos no pocas, como con tantos otros que escriben en nuestras páginas. Pero como con otros de nuestros magníficos colaboradores, será magnífica compañía de trinchera en la batalla contra la apisonadora de la zafiedad consensuada y la mentira impuesta.
Viene a La Gaceta de la Iberosfera Hughes desde ABC, al que los tiempos tan turbulentos han puesto en manos de quienes han demostrado que odian todo lo que ha sido y significa ese diario. ABC ha sido, en sus 120 años de historia, la institución suprema del columnismo literario, si exceptuamos los 32 meses secuestrado por un gobierno criminal que asesinó y dejó asesinar a cerca de 70 trabajadores de la casa. Allí se pegaban por escribir Azorín, Camba, González Ruano o Fernández Flórez. Ahora en ABC llaman «polémicos» los libros de Wenceslao en los que relata lo que ocurrió para que no le asesinaran también a él. Empeñados en la homogeneización para parecerse a otros más vulgares, por lo general peores pero inmersos en el mantra político progre que todo lo destruye y lo que más el periodismo.
Quien menosprecia a Fernández Flores o Azorín, por lógica ningunea a Hughes. Y eso hoy es innecesario admitirlo. En La Gaceta los admiramos a los muertos citados y al vivo le damos una feliz bienvenida. Estoy seguro de que dará muchas alegrías a todos los que sabemos de la importancia de La Gaceta para fines periodísticos, políticos, culturales y también, por supuesto, patrióticos en una España en la que hay que reconstruir al tiempo que se reconquista en un territorio devastado por décadas de desidia, indolencia, culto a la necesidad de romper muchos huevos para la tortilla y el triunfo de la mentira buena que transforma el mundo.
Estamos contentos con la llegada de un autor para el que creemos se puede abrir una proyección nueva hacia el mundo hispano con tantos cientos de millones de lectores potenciales que ha hecho multimillonarios a los peores promotores de mentiras bien empaquetadas. Estoy convencido de que Hughes va a ampliar de forma exponencial su club de seguidores a los que transmitir esa alegría de la buena lectura dentro de la cada vez mayor comunidad de lectores de La Gaceta de la Iberosfera en todo el mundo hispanohablante, desde Baja California a Valparaiso, desde Barcelona, Trujillo o Burgos a Bogotá, Quito, Lima o Rosario a Nueva York.
El periodismo da pocas alegrías últimamente. En todo Occidente asistimos desde principios de siglo a una vertiginosa degradación de esta institución imprescindible en las sociedades desarrolladas a las que se presupone debate público y libertad de expresión y pensamiento. Sólo hay que ver cómo antiguos templos de la pulcritud periodística se han convertido en órganos panfletarios de la ideología de moda. Con una falta de calidad de forma y fondo que habría sido considerada una pesadilla por directivas y redacciones no hace muchas décadas. Con una homogeneización del mensaje que aburre donde no espanta. Con todas las excepciones que cada uno encuentre, el periodismo es hoy en general menos riguroso, menos veraz, más inculto, más zafio, más plano, menos inteligente y más sumiso al poder. Siempre ha habido periodismo del malo. Pero nunca ha habido tan poco del bueno.
La Gaceta de la Iberosfera tiene como razón de ser combatir esta evolución en todos los terrenos. Si vamos contracorriente, disfrutamos en la batalla y tenemos voluntad para librarla y además de fe en la victoria, firmes convicciones, ilusión y fuerza para ganarla, es más que natural que celebremos ya como un avance más en esta reconquista la incorporación de Hughes a la guerra a la mediocridad, a la cobardía, al consenso en la mentira.