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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Para acabar de una vez por todas con la 'trama rusa'

La ‘trama rusa’ con la que los medios norteamericanos llevan más de un año amagando y usando para tratar de amargarle la presidencia a Trump resulta tan versátil en su misma vaguedad que ya la tenemos aquí, en nuestro país, abriendo ni más ni menos que nuestro autodesignado ‘diario de referencia’, El País: ‘La UE apoya a España contra los ciberataques en Cataluña’.

Luego uno entra en el texto y todo queda en agua de borrajas, en una supuesta ‘manipulación de la opinión pública’ que para quien se mueva con soltura por las redes suena carcajeante. Pero en Estados Unidos, aunque tampoco hayan dado con nada más concreto, siguen intentándolo sin desmayo.
No es solo un medio de desprestigiar a Trump o derribarlo, sino -y en eso es idéntico al caso español con su influencia en el ‘procés’- una excusa, una coartada, un modo de encontrar explicación decorosa a una derrota que aún no han digerido.
En esta publicación nos hemos cansado de informar de las grandes esperanzas y los sucesivos fiascos, de las noticias que daban por cierto algún indicio y de sus consiguientes desmentidos. Hemos informado de productores de la CNN que reconocían en cámara oculta que la ‘trama rusa’ era un camelo, y de colusiones bastante más graves y comprobadas de su rival, Hillary Clinton.
Pero hay, después de todo, una investigación en marcha, con todos los medios a su disposición, dirigida por Robert Mueller y que, todos esperan ansiosos, culminará con las pruebas irrefutables de que el candidato Donald Trump se puso secretamente de acuerdo con el Kremlin para amañar las elecciones a su favor… de alguna forma que ahora no se nos ocurre.
Pues bien, tengo un mensaje para hacerles a los trumpófobos más corta la espera: no va a suceder.
No hay ‘trama rusa’ que valga; Trump nunca se reunió en secretos conciliábulos con enviados del Kremlin, que bien pudo usar las redes para influir en las elecciones presidenciales norteamericanas, por qué no, pero como pueda hacerlo yo mismo, solo que con más medios. Nada ilegal ni demasiado oscuro. Y, por supuesto, nada que sirva para aplicar a Trump el ansiado cese parlamentario.
¿Y cómo puedo yo desde mi sillón, al otro lado del Atlántico, estar tan seguro de lo que es materia de especulación de cientos de periodistas americanos con las mejores fuentes y asunto de una investigación federal?
¿Recuerdan ‘Vault 7’? Fue una de las filtraciones más espectaculares de WikiLeaks, tanto por su volumen como por su importancia: miles de documentos y programas usados por la CIA en la guerra cibernética. El hallazgo demostró lo que cualquier podía sospechar, que la comunidad de inteligencia americana ha montado el dispositivo universal de vigilancia más vasto de la historia.
Cuando hablamos de la influencia de Rusia, de los oscuros manejos de Rusia, de la injerencia de Rusia, tendemos a olvidar convenientemente un dato clamoroso: frente al poderío americano, Rusia es Pulgarcito. Y espero no contar con lectores tan ingenuos de pensar que Estados Unidos no usa su superioridad para influir, espiar y, en general, lo que se espera de unos servicios de inteligencia.
Por otra parte, uno de los problemas con que tropieza Trump para aplicar su ambiciosa agenda es, precisamente, el obstruccionismo de una Administración que ni conoce bien ni controla, y muy especialmente las agencias de inteligencias. Con algunas, como el FBI, los encontronazos han sido sonados, con la Oficina Federal de Inteligencia filtrando a la prensa material sensible que pudiera perjudicar al presidente como si no hubiera mañana.
Y así las cosas, ¿alguien puede dudar de que si existiese el mínimo indicio de colusión entre Trump con el Kremlin ya lo sabrían los espías norteamericanos? ¿Y no hay razones de sobra para estar convencido de que el material incriminador de que se tratara estaría ya en todos los titulares desde el pasado noviembre?
El establishment lleva desde el primer día haciendo mangas y capirotas para echar a Trump, desde presionar al colegio electoral a pedir recuentos, desde marchas masivas hasta grabaciones de hace once años. Si hubiera la más pequeña prueba, la usarían a la velocidad del relámpago.
Así que no esperen lo que no existe. Mueller no encontrará la ansiada prueba, no hay caso, busquen otra cosa. La ‘trama rusa’ está más muerta que un perchero, aunque seguirá usándose como excusa universal, reapareciendo cada cierto en la prensa como el avistamiento de OVNIs en los años setenta.
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