¿Cuál es la causa, cuál es la estrategia y cuál es la alianza culpable de la constante y creciente ola de procesos de agresión a las democracias occidentales y liberales? Esta es la pregunta que parece atravesar este nuevo libro en el que Andrés Barrientos profundiza sobre la micropolítica, las estrategias y la filosofía de los movimientos insurreccionales que asolan occidente.
Barrientos y Gajardo dicen: «En nuestras urbes se tejen entre los suburbios espasmos para la degradación de la cultura occidental, individuos que conciben a la persona humana como un medio y no como un fin. Por esta misma razón, desentrañaremos los conceptos utilizados por aquellos intelectuales que promueven sumar más militantes de un partido sin programa ¿será una nueva forma de totalitarismo?».
De reciente lanzamiento: Proceso Insurreccional. Asedio a las democracias liberales, incursionan en el éxito obtenido por la trama movimientos y narrativas insurreccionales que, a lo largo del Siglo XXI, han penetrado la institucionalidad occidental.
Este es tu segundo libro que tiene por objeto analizar el fenómeno insurreccional antisistema que se encuentra viviendo el planeta. ¿Existe un actor intelectual nuclear que articule el fenómeno y se favorezca de sus resultados? ¿Cómo separar este análisis de las teorías conspiranoicas o del interés político que deviene de una polarización creciente?
Efectivamente este viene siendo mi cuarto libro, pero segundo en tanto a la profundización de un fenómeno de alcance global, que no es tratado por los líderes políticos con el énfasis que corresponde. La investigación realizada, junto al abogado Bastián Gajardo, tiene como punto inicio el buscar comprender la naturaleza de la radicalidad y de los grupos extremistas que socavan el funcionamiento normal de la civilización occidental y destruyen elementos fundamentales de la paz social, y cómo este fenómeno ocurre e infiltra día a día en nuestros barrios, escuelas, universidades, espacios recreativos, sin que siquiera nos demos cuenta ante la vorágine de nuestras vidas.
A lo que llamamos proceso insurreccional no creo que pueda ser atribuible a un solo individuo, pues hay evidencia de estas materias hace centenares de años, aunque intelectualmente tengamos autores post estructuralistas que generan el marco actual como: Deleuze, Guattari, Lacan, Derrida, Sartre, García Linera, entre otros. Sin embargo, desde mi perspectiva hay dos elementos fundamentales que se complementan en este tipo de fenómenos en la actualidad, pero no necesariamente pueden estar guiados por una cabeza intelectual, y es todo el esquema cultural e intelectual desarrollado en el Mayo del 68 en Francia y ciertas problemáticas en la salud mental y falta de sentido de la vida y el desarrollo individual en un mundo cada vez más competitivo. La pérdida de sentido de la vida lleva a abrazar más fácilmente, a modo de refugio, ideologías que pervierten el alma.
En el libro se puede encontrar una arqueología de los movimientos insurreccionales de la nueva izquierda de subversión cultural a través de las identidades. Ustedes señalan algunos específicamente, como el Movimiento Social Altermundista de Chiapas, en los 90; que se inscribe en el marco de la consolidación regional del Foro de Sao Paulo. ¿Es posible sostener que es América Latina la cuna del insurreccionalismo de nuevo cuño, posterior a la implosión soviética? ¿Por qué esta región, qué características tiene la dirigencia que no se encontraban en Europa o en otras regiones del mundo?
Los grupos cuyo objetivo es la subversión política e ideológica y el control de las masas han encontrado su espacio de infiltración a través del mal llamado «wokismo» y la «política de identidades». En esto, todos estos grupos radicales confluyen en tanto a la búsqueda de aniquilar el capitalismo como lo conocemos hoy. Si nos remontamos a la naturaleza de Hispanoamérica, en específico a las pugnas de nuestros procesos de independencia, es probable que la herencia colonial y el tipo de estructura social, posean esa lamentable semilla de resentimiento en nuestras sociedades, que llevan a que seamos más propensos a este tipo de procesos. Otra clara vulnerabilidad puede encontrarse por la escasez de instituciones sólidas, así como en la falta de confianza en nuestras sociedades. Sin embargo, creo que no es sólo un fenómeno propio de nuestro continente, sino que puede verse en todo el globo, la evidencia es clara cuando revisamos casos como Francia, Reino Unido, España o los Estados Unidos de América, donde la variable transversal es el esquema de degradación cultural dada por la deconstrucción y la mutación de ideologías totalitarias, donde encontramos lo que llamamos en el libro «dispositivos» como: separatismos; movimientos radicales de la diversidad; anarquismos varios; barras bravas; antifa; u otros movimientos de reivindicación identitaria, que el mundo liberal tecnocrático sólo busca integrar hasta el infinito a modo de una simple, confusa y supuesta compra de paz social.
Ustedes hablan del protagonismo de un Partido Imaginario que se adjudica la representación de los sectores victimizados. ¿Cuáles son sus características? ¿cómo se relaciona con las estructuras partidarias tradicionales? ¿Se trata de un movimiento político antisistema como los partidos separatistas o alternativo-parasitario de los partidos tradicionales como por ejemplo: Podemos?
La deconstrucción como filosofía de degradación cultural sobre lo existente y sobre la realidad nos lleva a incorporar este concepto de «Partido Imaginario», que re-constituimos desde los textos de Tiqqun, para hacer confluir todas estas múltiples manifestaciones, demandas y deseos tanto de grupos como individuos que no se sienten conformes con el orden social liberal. Y ahí tenemos una clave, muchos de estos grupos no tienen siquiera una conexión consciente de sus aspiraciones, pero si los miramos en perspectiva tienen muchos más elementos en común de lo que ellos mismos pueden pensar, aunque se den en las sombras de nuestros barrios.
Pues bien, dentro de lo que llamamos «Partido Imaginario» pueden confluir los más variados grupos radicales dentro de diferentes organizaciones políticas, como Euskal Herria Bildu o facciones dentro de Podemos y Sumar en España; La France Insoumise en Francia; Frente Amplio en Chile; Partido del Trabajo en México; Patria Roja en Perú; o los más variados partidos verdes, solo a modo de ejemplo. Pero también integramos en el análisis del libro a individuos desadaptados que son utilizados como agentes al servicio de los procesos insurreccionales para la consecución de objetivos políticos, de ahí aparecen las llamadas primeras líneas en frentes de batalla contra la imposición del orden público. Este último elemento ha sido fundamental para que las izquierdas radicales se asomen en el poder; casos claros sobre esto han sido los procesos en Colombia, Ecuador y Chile, donde insurrectos gozan hoy hasta de pensiones otorgadas por el Estado, una especie de condecoración por sus “servicios” prestados.
¿Cuál sería la diferencia entre insurrección y terrorismo? ¿No persiguen lo mismo? ¿En qué momento dejamos de hablar de terrorismo para hablar de movimientos insurreccionales y por qué estos tienen protección institucional y cultural y el terrorismo no?
Una insurrección consta de un proceso de levantamiento contra una forma del ejercicio del poder, lo que puede ser contra un gobierno o el sistema político, económico o social, el cual también puede llegar a lograr cierto apoyo popular. Por otro lado, la acción terrorista tiene objetivos más particulares en tanto a intimidar a la población y busca objetivos más particulares y específicos en temáticas políticas, religiosas o ideológicas. En este sentido la acción insurreccional puede usar mecanismos del terrorismo, pero una acción terrorista no necesariamente obedece a un proceso insurreccional. No obstante, la línea entre ambos conceptos en la práctica puede resultar en algunos casos ambigua.
Los procesos insurreccionales, como los tratamos en el libro, a mi juicio gozan de cierta protección porque sus dispositivos se infiltran en las instituciones del poder y también trabajan el ecosistema de información para dotar sus causas particulares de cierta legitimidad. En una sociedad cada vez más fragmentada, se les permite esa impunidad ante la anomia y falta de entendimiento de sus modus operandi.
En el libro ustedes sostienen que el conflicto entre Occidente y Oriente Medio, es un choque civilizatorio y que, en este contexto, la yihad global es un concepto relevante. ¿Cómo logra el yihadismo global expandirse sin competir con la naturaleza woke de los movimientos insurreccionales? ¿Acaso no tienen otro sujeto político, otros dogmas en pugna y otros objetivos?
La pérdida de sentido y la anomia sobre el entendimiento del fenómeno son unos de los factores que encontramos dentro de este conflicto. Ahí entramos en el erróneo sentido de culpa de la civilización judeo-cristiana occidental frente a los esquemas político-religiosos que nos son ajenos en modos de vida, y para todos aquellos carentes de orgullo de sus raíces les terminan siendo atractivas todas las ideologías radicales que rompan con el orden social liberal como son la vida, libertad y propiedad en su sentido más amplio. El «wokismo» es consecuencia de ello, y por eso lo tratamos como caldo de cultivo dentro de la investigación.
En determinado momento ustedes se preguntan qué tienen en común, por ejemplo, los grupos separatistas catalanes con el movimiento Si California en Estados Unidos, y otros movimientos distribuidos por el mundo. ¿Existe una cooperación consciente global entre estos grupos? ¿Qué paradigma ideológico comparten organizaciones tan distintas? ¿todos son igual de peligrosos y potencialmente bélicos?
Como señalé anteriormente, no creo que exista una cooperación o coordinación consciente entre los más variados grupos de radicales y desadaptados, sin embargo, los deseos de estos grupos obedecen a una matriz que confluye en querer eliminar el orden social imperante, usando muchas veces a las personas como meros instrumentos para la consecución de objetivos, pero donde también influyen individuos que no se involucran en grupos y actúan de forma individual. Estos tipos de casos, a veces suelen atribuirse a personas que perpetran ataques de lobo solitario o reclutadores y reclutados para instar a la desestabilización. También existen organizaciones de alcance global antiespecista, que promueven la llamada resistencia no violenta: Extinction Rebellion. Lo complejo de todo esto es que se puede dar de manera interna en los países a modo de implosión o también bajo colaboración de gobiernos que tienen intereses geopolíticos específicos. Nuestra hipótesis, además, no niega que el comunismo sigue presente como ideología que agota nuestras libertades, solo que muta de nuevos ropajes.
El libro habla del momento fundacional de estos movimientos y señalan a Mayo del 68… ¿qué es lo que perciben como determinante los movimientos actuales respecto de lo ocurrido hace más de medio siglo?
El postestructuralismo es clave en tanto a su influencia en nuestra época actual. Pensadores como Lacan, Guattari, Deleuze, Derrida, entre otros, su escritura críptica condensa un espíritu, a mi juicio, anti humanista. Al día de hoy se continúa estudiando la influencia del mayo de 68 en los Estados Unidos y se puede detectar su influencia también en los pensadores revolucionarios de nuestro tiempo. El pensamiento revolucionario de hoy tiene sus tintes de odio hacia lo humano, de la creación, del progreso y de la libertad. Y en este proceso han habido giros en las formas de protestar, se ha fragmentado y ampliado el sujeto revolucionario, se han socavado las estructuras de autoridad, y ha habido un auge de la subjetividad como el corazón de las mismas políticas públicas. Esto lo podemos detectar en todos los países de Occidente.
En el libro ofrecemos algunos puntos de regularidad, como mecanismos de desestabilización, para que el lector común pueda hacerle sentido lo que percibe que está ocurriendo, cuando de un día para otro saquean mobiliario público o privado, derriban estatuas, o agreden templos o le entregan un fanzine mientras toma el transporte público o cuando lee una consigna en un barrio donde ya no se puede caminar por las noches. Lo que se juega es nuestra civilización.
Ustedes plantean una hipótesis acerca de que esta revolución continúa su curso y que los dispositivos se encuentran a la espera, deseantes de una nueva chispa que pueda iniciar la insurrección. ¿Cuáles son esos dispositivos y cuál podría ser la chispa? ¿Qué posibilidades reales de llegar al poder o de trastocar el sistema tienen movimientos tan poco orgánicos y contradictorios en un mundo que parece virar a la derecha?
Dicha hipótesis se basa en la evidencia que hemos detectado en forma acelerada durante la última década sobre estos dispositivos, que describimos en el libro, el proceso de socavación de las estructuras se da en forma silenciosa, no es solo un paper o un coloquio, es todo eso, pero también los cambios en modos de vida, adaptaciones, la aceptación inconsciente de cambios culturales sobre lo que percibimos ¿En qué momento se acerca a la verdad decir que uno se percibe animal? ¿En qué instante llevamos a que los dolores humanos decanten en resentimiento como si fuera normal? Muchos de esos cambios silenciosos se deben al desinterés de los gobernantes sobre fenómenos profundos de dolor, de desencanto, que en gran parte tiene su origen en familias sin apoyo, donde no existe un horizonte donde nuestros países quieran avanzar. El fenómeno es multidimensional, claro está.
Existen autores que llaman al combate cultural bajo nuevas formas políticas, pero para ello creo que no habrá una consistente lucha cultural si no se comprende el proceso insurreccional que se viene gestando en nuestro mundo occidental en todas sus dimensiones. Aunque hoy sí estamos viendo cierto despertar en las nuevas generaciones sobre esto que agobia, vean los Estados Unidos, cada vez más personas hastiadas de las políticas «woke», y quieren trabajar para tener un futuro mejor que sus padres a sabiendas que, bajo la inflación y políticas inefectivas están mermando su futuro, es momento de comprender mejor este problema para actuar y educar a nuestros hijos.