La campaña durante doce años de López Obrador primero contra el Presidente Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) y a partir del 2012 contra Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se construyó sobre la siembra del odio
Para entender el acto suicida que acaba de cometer una parte de la sociedad mexicana al elegir como próximo presidente al peor de los candidatos [Andrés Manuel López Obrador], hay que ver cuál es la situación que se vive en México, ya que de otra forma no se podrá comprender qué impulsó a cerca de treinta millones de mexicanos a arrojarse al abismo arrastrando con ellos al resto de los 100 millones que no tomaron la misma decisión pero que igual pagarán las consecuencias.
México es el país de habla hispana más poblado del mundo, con una población dentro de México de alrededor de 130 millones de acuerdo a cifras oficiales, aunque seguramente la cifra real es mayor quizá llegando a unos 140 millones, además mexicanos viviendo en Estados Unidos y otros países se cree que son otros 50 millones al menos, pero muchos de los que residen en Estados Unidos al estar en calidad irregular o ilegal no figuran en los censos por lo que la cifra es incierta pero sin exagerar podemos hablar de que mexicanos en el mundo hay unos doscientos millones.
Si la población no es mayor es porque cada año se practican un millón de abortos, de los
cuales casi un 10 por ciento se hacen de manera legal con la protección y promoción del
gobierno de la capital del país la Ciudad de México.
El aborto en la Ciudad de México se legalizó a partir de 2007 y a lo largo de esta década
a la par de este crimen atroz, el país ha caído en la peor ola de violencia, delincuencia y
muerte de su historia, muchas voces se han alzado para hacer notar la similitud de las
cifras de abortos a la par de los asesinatos y desaparecidos de forma violenta a partir de la legalización del aborto.
Otro dato a considerar es que en México se vivió hasta el año 2000 una democracia
simulada en la que aun con elecciones regulares y abiertas, siempre se imponía la
voluntad del partido hegemónico fundado en los años veinte del siglo XX. Fue en la
elección del año 2000 que por primera vez en setenta años el partido hegemónico fue desplazado por la oposición, abriendo aparentemente la democracia real en México, pero esta situación no duraría mucho, ya que en el 2006 el mismo gobierno que llegó de
manera democrática al poder, le cerró el paso al principal opositor que era el entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y ahora presidente electo Andrés Manuel López Obrador.
Esta fue la primera ocasión en la que contendió por la presidencia y a partir de entonces se mantuvo en campaña permanente durante 12 años hasta que finalmente alcanzó su obsesión y ambición más anhelada, lograr la Presidencia de la República.
A lo largo de las décadas en México la clase política se fue corrompiendo cada vez más, cayendo más y más a niveles grotescos que al amparo del desconocimiento público actuaban con total impunidad, ya que los medios de comunicación estaban presionados
por el régimen y muchas veces fueron obligados a guardar un silencio cómplice.
Fue hasta el actual gobierno que va de salida, encabezado por Enrique Peña Nieto, que la corrupción e impunidad llegaron a grado de escándalo internacional. El ahora Presidente electo capitalizó el gran y general descontento social
Este cerco de impunidad y corrupción se abrió a los ojos públicos con el transcurrir del
siglo XXI gracias a la aparición de las redes sociales, que en un principio intercambiaba
información acusatoria contra los miembros del gobierno en turno a través de cadenas de correos electrónicos y posteriormente por twitter, Facebook y más recientemente por WhatsApp.
De un momento a otro la mayoría de la población se enteraba de actos deleznables, de
abusos de confianza de funcionarios en el momento que esto sucedía, las redes sociales
cambiaron la conciencia de la gente y dicho de alguna forma, le robaron la inocencia a
una sociedad mexicana que intuía lo que hacía la clase política pero nunca se había
enterado de inmediato de forma libre y sin censura.
Esta exhibición impúdica de la clase política mexicana alcanzó niveles históricos a la par que las redes sociales crecieron en número de miembros e influencia. Pero fue hasta el actual gobierno que va de salida, encabezado por Enrique Peña Nieto,
que la corrupción e impunidad llegaron a grado de escándalo internacional y el ahora
Presidente electo López Obrador, fue quien capitalizó el gran y general descontento social y repudio nacional respecto a estos escándalos de corrupción que inundaron y ahogaron al gobierno de Peña Nieto, aunque muchas de las noticias que circularon en las redes sociales eran falsas, tendenciosas o inexactas, esto, que la gente no sabía, causó un gran impacto en el ánimo general y además, esto se potencializó con la compra de millones de apoyos virtuales de cuentas llamadas bots, que no son otra cosa que cuentas o personas ficticias o fantasmas que hacen inclinar a las redes sociales hacia tópicos y tendencias manipulados por intereses muy específicos.
Eso fue lo que el equipo de campaña perenne del ahora presidente electo realizó a lo largo de los años, dinamitando la credibilidad, nombre y prestigio del Presidente Peña Nieto que nunca supo cómo responder o neutralizar esta campaña permanente en su contra que acabó por hundirlo en el desprestigio y en el fango del repudio mayoritario de la población. Otro aspecto que sirve de marco para entender la decisión tomada por la mitad de los mexicanos que salieron a votar el 1 de julio, es que la ola de violencia, inseguridad y delincuencia ha ido en ascenso y esto se relaciona directamente con la incapacidad y corrupción del régimen que se ha señalado cómplice del crimen organizado, todo esto López Obrador lo manipuló para convertir en el reclamo número uno de la población mexicana que exige detener la violencia y la delincuencia fuera de control como su bandera política, ofreciendo únicamente como fórmula mágica el terminar con la corrupción e impunidad como remedio de todos los males de la nación, careciendo de un verdadero proyecto de nación o al menos de un plan de ejecución medible de cómo lograría realmente abatir la corrupción y la impunidad, a lo que López Obrador solo atina a repetir que con su ejemplo y persona bastarán ya que él se concibe como un ser “inmaculado” incapaz de cometer el mas mínimo acto de corrupción, lo cual además de ridículo es falso, ya que cuando ocupó la Jefatura de Gobierno de la Capital del País, su gobierno se caracterizó por escándalos de corrupción que se maximizaron desde la caja de resonancia que ejercía el Gobierno de la República a través de los medios de comunicación que están al servicio del régimen en turno.
La campaña durante doce años de López Obrador primero contra el Presidente Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN) y a partir del 2012 contra Peña Nieto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se construyó sobre la siembra del odio, la división y todo el manual de la guerra social que ha usado el comunismo internacional desde Marx, provocando una polarización y profundo encono entre los polos opuestos de la sociedad que ahora quedó de manifiesto en la elección siendo solo la mitad de los
votantes mexicanos los que creyeron la campaña negra contra el gobierno, la cual tenía
bases de realidad y que fue como he mencionado inflada artificialmente.
Si hay algún responsable directo por este resultado electoral es sin duda el gobierno de Peña Nieto que ante el tsunami de corrupción que provocó y por haber logrados imponer una serie de reformas estructurales para entregar el sector petrolero y energético a intereses privados extranjeros provocaron el repudio y rechazo general, y fue tanta su desfachatez ante las acusaciones de corrupción, que llegó a declarar desvergonzadamente que la condición de corrupción era algo inherente a la idiosincrasia del mexicano.
Peña Nieto con el cúmulo de desaciertos y ofensas contra el pueblo mexicano por sus innumerables actos de corrupción alimentó y dio armas a la izquierda que exaltando la ideología del odio que le es propia abrió la senda para que como el peor legado deja a México en las peores manos.
La elección en México fue un acto de odio y un impulso de la visceralidad, de una parte todos los que votaron por López Obrador, vertieron su desprecio hacia el sistema y el partido en el gobierno, así como hacia el Presidente y aunque no carecían de razón, pero no ejercieron un voto juicioso que les habría hecho ver claramente que lo que tanto despreciaban, es lo que perpetuarían con su voto.Por otra parte todos los que votaron contra López Obrador en su mayoría ejerció un voto de odio contra este aspirante a mesías redentor, lo cual igualmente impidió que su voto razonado les hiciera ver que quien se encontraba detrás de la campaña del principal opositor de López Obrador, era George Soros que igual estaba respaldando a López Obrador.
Por último los menos que no optaron por ninguna de las dos opciones, no alcanzaron a abrir los ojos de los demás, ni convencerlos con razones y argumentos porque esta elección no la definió la razón sino la emoción y la peor de todas: la del odio. A todo esto se debe la decisión de esa mitad de electores que ejercieron su voto en favor de lo que se previsora como un desastre que lamentarán la totalidad de la población mexicana.
En las siguientes entregas haremos un análisis sobre las causa internas políticas y externas geoestratégicas que determinaron la llegada de la izquierda al poder y por último lo que se prevé sucederá considerando algunas promesas y miembros de quienes formarán parte de su gobierno.