El secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, visitó recientemente la sede de la OTAN en Bruselas y sorprendió a muchos de los aliados estadounidenses al disipar algunas expectativas previas sobre la política respecto a Ucrania. Durante su intervención, Hegseth dejó claro que no se contempla el despliegue de tropas estadounidenses en territorio ucraniano como parte de ninguna garantía de seguridad.
En una reunión con los socios de Ucrania, el jefe del Pentágono enfatizó que, para que la seguridad se mantenga, «no habrá tropas estadounidenses desplegadas en Ucrania». Además, afirmó que cualquier proceso de paz debe partir del reconocimiento de que retornar a las fronteras de Ucrania de antes de 2014 es un objetivo poco realista. Del mismo modo, descartó la posibilidad de que Ucrania se integre a la OTAN, considerándolo un resultado inverosímil de una solución negociada, y cuestionó la viabilidad de tal medida para evitar futuras agresiones rusas.
El discurso se enmarca en un contexto de crecientes demandas de Estados Unidos, expresadas por el presidente Donald Trump, quien ha exigido que los países europeos aumenten su apoyo a Kiev y eleven su gasto en defensa. En ese sentido, Hegseth subrayó que «salvaguardar la seguridad europea debe ser un imperativo para los miembros de la OTAN«, y que Europa debe asumir la mayor parte de la ayuda, tanto letal como no letal, destinada a Ucrania en el futuro.
Aunque reafirmó el compromiso de Estados Unidos con la OTAN, Hegseth dejó claro que Washington no tolerará relaciones desequilibradas que fomenten la dependencia de sus aliados. Con estas declaraciones, el secretario de Defensa arrojó un jarro de agua fría a muchas de las expectativas que se habían generado en torno a una intervención militar directa en Ucrania, marcando un tono claro en la dirección futura de la política de seguridad estadounidense.