«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Hubo un segundo tirador en el asesinato de Kennedy

¿Quién era ese segundo tirador? ¿Quiénes organizaron de verdad la muerte del carismático presidente?


Con toda la atención nacional fija en la farsa catalana, en la república de papel que tiene a media Cataluña -hablo a ojo- viviendo en una realidad paralela de carácter marcadamente alucinógeno, corremos el riesgo de pasar por alto el mundo, y dentro de él una noticia que debería conmocionar a los ‘conspiranoicos’ de medio planeta, que llevan esperando algo así desde hace más de medio siglo.
Hablamos de los papeles -2.891 documentos oficiales- que mantenía la Administración norteamericana bajo alto secreto sobre el asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy en Dallas el 22 de noviembre de 1963.
Y resulta que toda esa maraña documental, en lugar de echar por tierra las teorías de esos millones de detectives aficionados que dudan de la versión oficial, viene más bien, si no a confirmarla, a insuflarle vida por lo menos para otros cincuenta años.
De esos 2.891, un solo párrafo de una sola hoja de un solo documento ha dejado a los observadores con la boca abierta. Se trata de un memorandum del FBI fechado el 31 de enero de 1964, del que reproducimos el siguiente párrafo delator:
«Potito [Oren Fenton Potito, miembro del Partido Nacional para los Derechos de los Estados] dijo que el informe del Surgeon General [equivalente a nuestro ministro de Sanidad] sobre el asesinato concluía que la primera bala entró en la garganta del presidente por debajo de la nuez, mostrando claramente que dos personas estaban involucradas, haciéndose el primer disparo desde el puente al otro lado del parque frente al coche. Para corroborar este dato, Potito añadió que había un agujero de bala en el parabrisas del coche del presidente».
En la versión oficial, el asesino había sido Lee Harvey Oswald, actuando solo y por razones no del todo aclaradas, ya que fue a su vez asesinado por un hampón de medio pelo, Jack Ruby, antes de que declarara.
El magnicidio conmocionó de tal modo a América que para muchos resultaba difícil tragarse la versión de un ‘lobo solitario’ y, de hecho, la teoría de que la versión oficial es falsa sigue siendo, a día de hoy, la única gran visión conspirativa creída por una mayoría de norteamericanos.
¿Quién era ese segundo tirador? ¿Quiénes organizaron de verdad la muerte del carismático presidente? Estas preguntas, que la apertura de los secretos de Estado suele responder del modo más decepcionantemente prosaico, por una vez siguen en el aire y todavía mantendrán ocupados a varias generaciones de investigadores aficionados.

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