Las milicias palestinas de Hamás llamaron a un levantamiento global tras el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, pero la respuesta no ha sido la esperada. Y es que los árabes hace tiempo que cambiaron de enemigo.
Cuando el pasado 7 de noviembre el jefe político de Hamás, Ismail Haniyeh, llamó a comenzar la tercera intifada, la Presidencia iraní y los Guardianes de la Revolución le dieron su inmediato apoyo. «Estamos orgullosos del gran pueblo de Palestina por su resistencia y sacrificio contra el enemigo sionista (Israel), y estamos seguros de que la nueva intifada continuará su camino correcto», aseguró Hasán Rohaní.
«Sin lugar a dudas, el pueblo oprimido de Palestina y la comunidad islámica resistirán unidos contra esta conspiración sionista-estadounidense y la frustrarán», subrayó Rohaní en un comunicado. El mandatario iraní consideró que, ante esta situación, «el primer paso es que todos los movimientos palestinos se mantengan unidos y den una respuesta decisiva al régimen sionista y a los Estados Unidos».
Por su parte, el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz, propuso una «solución política» para cerrar la crisis. «El reino llama a una resolución política y a la recuperación del pueblo palestino de sus derechos legítimos, entre ellos, el derecho de establecer su Estado independiente, cuya capital es Jerusalén Este», aseveró en un discurso que todos los expertos han coincidido en valorar como de contención.
El cambio de parecer entre las dos grandes fuerzas del mundo musulmán evidencia un fenómeno de mayor trascendencia. Hace tiempo que los países árabes cambiaron de enemigo. Ante la imposibilidad de debilitar a Israel, Arabia Saudí entendió que su principal rival no era otro que Irán, con el que mantiene una suerte de guerra fría desde hace años y que se evidenció este mismo mes con la dimisión fallida del primer ministro libanés, Saad Hariri, que viajó a la capital del reino islámico árabe antes de volver a su país vía París.
La Guerra Fría fue una proxy war que se libró en numerosos frentes durante casi 40 años. Actualmente, el conflicto de este tipo más evidente es el que libran Riad y Teherán en países como Irak, Siria, Yemen, Líbano y Bahrein. La rivalidad entre ambas naciones se ha convertido en una lucha por la hegemonía en Oriente Medio. La visita de Donald Trump a Arabia Saudí levantó una gran expectación y una de sus consecuencias más evidentes podría ser esta distensión entre los países árabes e Israel.
¿Qué enemigo común tienen Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí? La respuesta a esta pregunta es evidente. El régimen de Teherán mantiene frentes abiertos con los tres países. Las relaciones con Estados Unidos continúan muy debilitadas a pesar de la firma de los acuerdos nucleares, mientras que con Israel son inexistentes y con Riad el enfrentamiento lleva abierto varias décadas.
La rivalidad entre ambas naciones va en aumento. La Guerra Civil Siria ha evidenciado la preeminencia de Irán en la zona gracias al poderío logístico de su gran aliado, Hezbolá. La milicia chií ha logrado sacar importantes réditos del conflicto en Siria y sus combatientes han pasado de realizar ataques terroristas a librar una guerra en campo abierto, lo que supone un importante adelanto para un futuro conflicto a gran escala. Las autoridades saudíes entienden la amenaza y el bloqueo a Qatar ha supuesto un toque de atención a sus países vecinos: nadie en el Golfo negociará con Irán sin el permiso de Riad.
El comienzo de todo
Para entender el conflicto entre Arabia Saudí e Irán hay que remontarse a la revolución que tuvo lugar en el país persa en 1979. Desde Riad miraron con recelo el proceso liderado por el ayatolá Jomeini por temor a que el efecto contagio llegara al país y los ciudadanos se levantaran contra la monarquía de los Saud. Además, la intención de Jomeini de crear un Estado legítimo y representativo para los musulmanes amenazaba la posición de los sauditas como líderes del mundo islámico.
Irán trató de llevar la revolución más allá de las fronteras y posibilitó la creación de grupos, en su mayoría chiíes, para derrocar a gobiernos en Irak, Afganistán e incluso Arabia Saudí. La monarquía de Riad conoció las intenciones de Teherán a través de la CIA y creó el Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). Además comenzó a maniobrar para influir en todos los países de la zona y, durante la guerra entre Irán e Irak en 1980, prestó apoyo logístico y armas al segundo. Las relaciones diplomáticas de Irán y Arabia Saudí fueron suspendidas por tres años después de la guerra.
Desde la caída de Sadam Husein, la mayoría chiita en Irak ha dirigido el Gobierno del país y ha mantenido relaciones muy estrechas con Teherán. La influencia iraní se ha extendido hasta las mismas fronteras de Arabia Saudí y ha creado la llamada “media luna chiita”, que une a Irán, Irak, Siria y Líbano.
De hecho, Bagdad ha acusado a Arabia Saudí de apoyar a los grupos sunitas radicales y de fomentar la violencia sectaria en Irak.
Probablemente el factor más significativo detrás de la rivalidad entre Irán y Arabia Saudí sea la religión, pero no es el único. Ambos países compiten por influir en sus vecinos, son las potencias hegemónicas de la zona. Teherán ha dado su apoyo a la causa palestina contra Israel y ha acusado a los estados sunitas de ignorar los problemas palestinos y de representar los intereses occidentales.
En Siria, Irán ha sido junto a Rusia el principal aliado del presidente, Bashar Al Assad, y su apoyo ha sido vital para derrotar al Estado Islámico y contener a los rebeldes moderados. Arabia Saudí, por su parte, ha financiado a los grupos sunitas y ha formado parte de la coalición internacional.
El petróleo y su comercio también han sido motivo de disputa entre ambas potencias, pues mantienen una visión antagónica en torno a los precios. Arabia Saudí es un país más rico y no tiene reparos en tolerar una caída de la cuantía del barril. Irán, que fue excluido durante años del mercado mundial por las sanciones, necesita que los países corten su producción -se producen casi dos millones de barriles de petróleo más de los que se necesitan- para aumentar los ingresos y paliar las afecciones de su débil economía.
El cambio en los países árabes
La realidad de Arabia Saudí permite comprender que cualquier artículo que sale publicado en la prensa del país cuenta con el visto bueno de la monarquía islámica. Cada vez es más habitual leer columnas de opinión de importantes figuras del país reclamando más atención sobre Irán y anunciando que Israel no puede ser el enemigo perpetuo de los árabes.
El pasado mes de junio, el diario saudita Al-Riad publicaba un artículo de Musaid Al-Asimi. En él, el intelectual exigía dejar de lado a Israel y centrar el foco de atención sobre «el verdadero enemigo»: «Si llevamos a cabo un análisis detallado de la situación, todos entenderemos que la mayor amenaza es Teherán», sentencia.
Al-Asimi, que carga obviamente contra Qatar y justifica el bloqueo impuesto por Riad, tacha a Israel de «pandilla de ladrones de tierras árabes» y se posiciona contra los países que apoyaron la Declaración de Balfour, en especial Estados Unidos. Sin embargo, poco después comienza a mostrar alguna de las nuevas pinceladas ideológicas que vertebran el reino islámico y asegura que la hostilidad «es exagerada».
En ningún caso me atreveré a aventurarme a entrar en el laberinto político, pero creemos que los palestinos ya han firmado tratados y acuerdos de paz y se han conformado con lo poco que estos les conceden. Es su tema y ellos son los expertos y son ellos los que cargan con la responsabilidad. En este punto tengo derecho a preguntar: ¿Debo continuar en un estado de alerta, ansiedad y tensión respecto a Israel, una vez que este y los terratenientes originales hayan acordado a la paz y todavía estén involucrados en un proceso de negociaciones?
Esto no es un llamado a demostrar amistad hacia Israel -al contrario, existen tensiones en nuestra actitud hacia el país porque ocupa suelo árabe-, pero como ciudadano saudita, ¿qué puedo hacer sobre el tema de Israel cuando los palestinos en la autoridad han declarado la paz con este y otros entre los palestinos que continúan la lucha vocal contra Israel han retornado a Gaza para irse a vivir allí, sabiendo [totalmente] que Israel los rodea por todos lados? Además, varios países árabes que comparten una frontera con Israel han firmado acuerdos de paz permanentes con este, tales como Egipto y Jordania.
A continuación, Al-Asimi se cuestiona quién es el verdadero enemigo.
¿Quién, entonces, es el enemigo? ¿A quién debo observar y tenerle cuidado? La lógica dice que quien sea que te amenace y manipule a otros para perjudicarte y hacerte daño es tu enemigo, quien contradice tu orientación, busca todos los medios para bloquearte y hacerte daño es tu enemigo, cualquiera que ayude a los que fueron engañados por armas y dinero para que termines siendo maltratado y abusado es tu enemigo, quien inventa el conflicto para el momento del Haj (peregrinaje a La Meca), fomenta el temor y problemas y crea problemas para hacerte parecer incapaz de dirigir esta ceremonia religiosa y quien instiga el pánico y cultiva divisiones étnicas en tu país y en los países vecinos cuyos asuntos son importantes para ustedes es tu enemigo. ¿Es posible que después de todo esto todavía nos resulte difícil definir quién es este enemigo, que encarna en sí mismo todas las manifestaciones de estas cosas terribles?.
El tema es tan claro como el agua y el enemigo está al descubierto. Incluso el enemigo habla de esto abiertamente y se señala a sí mismo como para enfatizar que se está refiriendo a él. ¿Existe un enemigo mayor para nosotros y para nuestros países que Irán? Y, ¿nos amenaza, influye o nos preocupa Israel, o disemina el resentimiento y el odio tal como lo hace Irán? Por lo tanto, centrémonos en nuestro verdadero enemigo y no transformemos al otro en un demonio que hará preocupar a nuestras futuras generaciones cuando este no es el caso.
Fin a los acuerdos de Oslo
El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, anunció que considera que ya no están en vigor los Acuerdos de Oslo, ni cualquier otro firmado desde entonces.
«La decisión sobre Jerusalén nos libera de todo acuerdo que hayamos firmado. Por ejemplo los Acuerdos de Oslo. Los firmamos, pero ahora ya no son vinculantes para nosotros», aseguró Abás.
Los acuerdos de Oslo, firmados en 1993, establecieron el reconocimiento internacional de la Autoridad Palestina como cuerpo administrativo en Cisjordania y Gaza, y pusieron la base para la colaboración administrativa entre el Gobierno israelí y organismos palestinos en los territorios ocupados.
Abás insinuó además que podría abandonar asuntos administrativos civiles, como los servicios de salud, y devolver toda la responsabilidad a Israel.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.