Rees-Mogg es casi una orgullosa reliquia, un hombre de otra época o, como se le conoce entre sus colegas, «el diputado del Siglo XVII».
Hace menos de dos años, la mera posibilidad de que alguien como Jacob Rees-Mogg pudiera considerarse un candidato serio a disputarle a la primera ministra británica, Theresa May, el liderazgo del Partido Conservador solo podría plantearse como una broma.
Católico en un país todavía oficialmente anglicano: más, católico tradicionalista, de misa en latín; encarnizadamente pro-Brexit cuando todavía el planeta entero le reprocha al ex primer ministro Cameron su «estupidez» por haber planteado siquiera el referéndum; padre de seis hijos en una Gran Bretaña en la que la población nativa se reproduce por debajo de la tasa de reproducción y cuya líder, May, no tiene hijos; orgulloso ex alumno del ultraelitista colegio Eton y del Trinity College de Oxford, con sus modales decimonónicos, cuando lo obligatorio en política parece ser fingir un origen y maneras vulgares, ni siquiera hacía falta que desmintiera toda intención de aspirar al liderato para entender que es el candidato menos cualificado para un partido que, bajo la égida de Cameron, ha buscado más acercarse a la ‘tercera vía’ del laborista Blair que al ‘toryismo’ clásico.
Rees-Mogg es casi una orgullosa reliquia, un hombre de otra época o, como se le conoce entre sus colegas, «el diputado del Siglo XVII».
Pero vivimos tiempos sorprendentes, tiempos que han visto la victoria del imposible «no» británico a la Unión Europea y del aún más imposible Donald Trump, así que, ¿por qué no Jacob Rees-Mogg, a quien algunos, de hecho, empiezan a llamar «el Trump británico»?
Lo imposible se hizo bastante más probable para el diputado por Somerset Nordeste, cuando salió favorito para liderar a los tories en una encuesta entre miembros del partido llevada a cabo por ConservativeHome, con el 23% de los votos.
El segundo mejor clasificado fue el secretario para el Brexit, David Davis, con un 15%, aunque quedó por debajo de la casilla genérica «Otros», que, se llevó el 19% de los sufragios de la encuesta. El pintoresco ministro de Exteriores, Boris Johnson, apenas llegó al 7%.
Está siendo un verano peculiar para Rees-Mogg, convertido repentinamente en una estrella mediática tras el nacimiento de su sexto vástago, Sixtus Dominic Boniface Christopher: la misma encuesta del mes anterior ya le había situado en segundo lugar. En estas circunstancias, es arriesgado descartar que se replantee su negativa a aspirar al liderazgo del partido.
Hay ya incluso un movimiento popular que se ha dado a sí mismo el nombre de ‘Moggmentum’, en evidente burla de la iniciativa ‘Momentum’ en apoyor del líder laborista Jeremy Corbyn.
Los analistas disimulan su desconcierto explicando el apoyo a Rees-Mogg como un voto de protesta por la deriva izquierdista del partido, así como por tratarse de la única figura con el carisma personal suficiente para enfrentarse al candidato laborista, Jeremy Corbyn.
Pero para muchos, Rees-Mogg perdió toda posibilidad de aspirar al liderazgo justo un día después de publicarse la encuesta, cuando en el programa televisivo ‘Good Morning Britain’ del miércoles se declaró contrario al aborto en todos los casos, sin excepciones, y al llamado matrimonio homosexual, algo así como una declaración de guerra a dos dogmas intocables de la modernidad.
«Me opongo por completo al aborto», dijo, a preguntas de la presentadora. «La vida empieza en el momento de la concepción», añadiendo que en esto, como en lo que atañe al matrimonio entre personas del mismo sexo, «defiende lo que enseña la Iglesia Católica». En un momento de opiniones cambiantes y de políticos pendientes de la última encuesta de opinión, semejante desprecio por la brújula electoral es desusado y refrescante.
Rees-Mogg, por ahora, no está permitiendo que el crecimiento espontáneo de sus partidarios se le suba a la cabeza; en respuesta al comentario del periodista Piers Morgan de que se estaba convirtiendo en favorito para disputar el liderazgo a la primera ministra, respondió: «Está usted exagerando significativamente el asunto. Todo esto es una serpiente de verano, fue divertido en agosto, cuando no había muchas noticias que dar». Añadió que le hizo ilusión ver a «un caballero» en Rotherham que se había tatuado ‘Moggmentum’ en el pecho. Pero «sería vanidoso por mi parte plantearme acceder al liderazgo del partido».
Quizá no, Mogg, muchacho. Quizá no.
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