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LA GUERRA CADA VEZ TIENE MENOS VISOS DE ENCONTRAR UNA SALIDA

La popularidad de Putin entre los rusos se mantiene un año después de la invasión de Ucrania

Plaza Roja de Moscú. Europa Press

La espantosa matanza que lleva ya un año produciéndose en Ucrania, arrastrando a Europa a la crisis y acercando al mundo a una guerra nuclear no puede continuar mucho más tiempo y, sin embargo, cada vez tiene menos visos de encontrar una salida.

Para Rusia se ha convertido –si no lo fue desde el principio– en una cuestión existencial, ya que el otro bando ha dejado meridianamente claro que la derrota rusa irá seguida de un cambio de régimen, un probable desarme y un más que probable troceo territorial. En su reciente discurso ante la Duma, el líder ruso Vladimir Putin dejó clara su firme voluntad de llevar hasta el final la «operación militar especial».

Pero Biden respondió desafiante que la guerra sólo puede acabar con la derrota rusa. Para la OTAN significaría certificar su irrelevancia y acelerar su disolución, y para Estados Unidos señalaría el fin de su hegemonía global. Las apuestas son demasiado altas por los dos lados.

Por eso cada vez son más los que apuntan como única salida el derrocamiento del régimen de Moscú, la desaparición de Putin y la «democratización» definitiva de Rusia. Sólo hay un pequeño problema en este plan: la democracia significa el gobierno de la voluntad popular por la expresión de una mayoría, y la mayoría del pueblo ruso, para asombro e irritación de la opinión pública occidental, está con Putin.

Cuando, el pasado septiembre, se anunció una movilización parcial de ciudadanos rusos, la popularidad de Putin descendió notablemente por primera vez desde el inicio del conflicto. Pero según una encuesta del instituto independiente Levada Center, la aprobación de Putin en Rusia volvió a aumentar en los meses siguientes, alcanzando nuevamente el 82%, un nivel por el que cualquier líder occidental estaría dispuesto a lo que fuera. Por comparar, el apoyo a Biden en Estados Unidos está en un 48%, menos de la mitad, y el del presidente francés Emmanuel Macron, en apenas un tercio de los votantes.

La invasión en sí aumentó la popularidad de Putin entre los rusos, pasando del 70% al 83% en marzo de 2022. Pero, ¿qué mantiene ahora tan alto el respaldo popular de un líder demonizado por medio mundo, que ha aislado a Rusia de sus socios comerciales y que ha metido al país en una guerra a la que no se ve salida y que puede terminar en un desastre planetario… y después de que el presidente ruso anunciara durante su discurso anual que el país repudia el tratado de no proliferación nuclear New START con los Estados Unidos? La respuesta es que la narrativa impulsada por los medios controlados por el Kremlin, de una misión para «desnazificar» a Ucrania y devolverla a la Rusia, a la que ha pertenecido históricamente, encuentra un eco entusiasta en el alma nacional.

La proporción de la población rusa que apoya al presidente Putin se ha mantenido por encima del 80% la mayor parte del período entre 2014 y 2018. En abril de 2014, después de que Rusia se anexionó Crimea por las bravas, la aprobación de Putin aumentó al 82%. En octubre de 2015, con el comienzo de la intervención rusa en Siria, Putin disfrutó de una imagen positiva a los ojos del 88%.

Tres años después sufrió el peor bajón de popularidad de esa década con el anuncio de reformas sociales que apuntaban a elevar la edad de jubilación, el mismo problema al que se enfrenta ahora Macron en Francia. La oposición a Putin aumentó aún más tras el brote de COVID-19 y la adopción de medidas de confinamiento a principios de 2020.

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