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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Las grandes perdedoras en las elecciones rusas

El único partido que defiende ideas socioliberales similares a las que dominan el panorama europeo, el Yabloko, apenas ha superado el 1% del voto.

Xi Jinping se proclamó este mes líder perpetuo y Occidente bostezó; la teocracia saudí anunció que se replantearía el que las mujeres pudieran conducir y nuestros medios lo saludaron con alborozo. Putin arrasa por cuarta vez en las elecciones y, naturalmente, gritan «¡tongo!».
Tanto hablar de la injerencia de Putin en las elecciones americanas, primero, y a continuación en todas las demás, y al final ha sido Estados Unidos y la Europa Occidental los que han entrado como un elefante en una cacharrería en las elecciones rusas, asegurando la cuarta victoria de Putin por el mayor margen alcanzado hasta ahora, un 76’6% del voto.
Ya sé, ya sé: ha sido un fraude, unas elecciones amañadas, como todas las que no gustan a nuestras élites mediáticas. ¿Qué coincide con lo que dicen las encuestas de popularidad realizadas por las grandes demoscópicas americanas, como Gallup o Pew Research? Da igual: Putin se distancia en casi todo lo que cuenta de lo que vende a diario nuestras élites, ergo no puede ganar elecciones, mucho menos por cuarta vez, muchísimo menos por semejante margen.
Sinceramente, no tengo la menor idea de si las elecciones rusas fueron lo bastante limpias o no, ni forma de saberlo. Sí sé que Putin es enormemente popular en su país, y que la campaña de acoso que llevan a cabo coordinadamente contra su país y su gobierno medios y políticos occidentales no hace más que aumentar su popularidad. Como entendería cualquiera no sometido al permanente lavado de cerebro de que disfrutamos a este lado del viejo telón de acero.
Pero si la atención informativa sobre la cuarta y mayor victoria electoral de Putin merece, sin duda, comentario y glosa, hay otro aspecto en estas elecciones que merece ser anotada: el único partido que defiende ideas socioliberales más o menos parangonables con las que dominan el panorama europeo, el Yabloko, apenas ha superado el 1% del voto.
Inmediatamente por detrás de Putin viene Pável Grudinin, candidato de los comunistas, que han logrado el peor resultado desde el fin de la Unión Soviética, un 11,82%. En principio, Grudinin, pese a ser el candidato, no pertenece al partido sino que se presenta como independiente. Además, Grudinin procede de Rusia Unida, el partido de Putin.
Por otra parte, cualquier parecido de los comunistas rusos con los de Occidente es mera coincidencia. Explotan la nostalgia de cuando Rusia, si no próspera o libre, era un gran imperio temido por Estados Unidos, y en los últimos años han buscado un acercamiento con la Iglesia Ortodoxa, algo que sería inimaginable para la izquierda occidental.
En tercer lugar está el incombustible Vladimir Zhirinovsky, del engañosamente llamado Partido Liberal Democrático de Rusia. Zhirinovsky era, en la Rusia de Yeltsin, el ‘coco’ con el que tenían pesadillas los líderes occidentales, un vociferante nacionalista que hace parecer a Putin un hippie apátrida. Para empezar, quiere reconstruir el imperio soviético, así, como suena. Oh, y también ha comentado alguna vez su intención de recuperar Alaska. Háganse una idea.
La cuarta, Ksenia Sobchak, es una estrella de la televisión rusa: ahí empieza y acaba su tirón electoral, para ser sinceros.

Sin excesivo atractivo

Y ya. Quizá sea difícil hacerse a la idea, pero los rusos no le ven excesivo atractivo a nuestras ideologías políticas, por más que Estados Unidos y sus aliados las vean tan obvia y universalmente buenas que no escatimen medios de extenderlas por todo el mundo.
No es solo cosa de Rusia, sino que parece afectar en general a buena parte de la Europa que pasó medio siglo en el ‘congelador’ comunista y, gracias a esa desgracia, se perdieron la curiosa evolución del progresismo occidental.
Polonia es un caso aún más significativo: en las últimas elecciones legislativas, la izquierda se volatilizó, desapareció por completo del espectro parlamentario, ni un maldito escaño.
El partido más a la izquierda en la Duma es liberal, para que se hagan una idea. Y del partido en el poder, que, según las últimas encuestas, retiene el respaldo popular, Justicia y Paz, se ha dicho que está a la derecha de Genghis Khan. Y en Hungría, el Fidesz de Viktor Orbán tiene todas las papeletas para lograr mayoría absoluta en las próximas generales del 18 de abril. Curiosamente, el Fidesz es un partido de corte liberal y europeísta en origen. ¿Se han movido ellos a la derecha o es que nosotros hemos derivado a la izquierda?
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Putin vence en las presidenciales rusas con el 76,67% de los votos

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