El mes pasado una docena de congresistas -uno de ellos, republicano- se reunieron en Washington con el profesor de Psiquiatría Bandy X. Lee para determinar si Donald Trump está loco.
Hace unos meses Donald Trump escribió en Twitter que ningún presidente americano había sido sometido a un acoso mediático mayor que el suyo y, naturalmente, los medios se lanzaron a burlarse de él en una forma de acoso menor que venía a confirmar las palabras del presidente.
Realmente, es imposible seguir las peripecias de la vida política americana este último año y medio y no concluir que los medios mundiales y buena parte de la clase política no está dispuesta a aceptar que Trump siga en la Casa Blanca, y sí a recurrir a cualquier medio para desalojarle.
Hemos vivido de todo, desde la interminable ‘trama rusa’ a marchas, recuentos, presiones sobre los delegados, ‘fake news’ sobre perversiones en Rusia y lo que se tercie. Nada es suficientemente ridículo.
Como, por ejemplo, esto último: el mes pasado, según cuenta Politico, una docena de congresistas -uno de ellos, republicano- se reunieron en Washington con el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Yale Bandy X. Lee para determinar si Donald Trump está loco.
El facultativo en cuestión no está elegido al azar. Lee ha publicado un libro, ‘The dangerous case of Donald Trump’, en el que una serie de psiquiatras proponen exactamente eso: que el actual inquilino de la Casa Blanca no está en sus cabales.
El lector probablemente recuerde, a este respecto, el caso de la Unión Soviética, donde los disidentes que no acababan en el Gulag acababan encerrados en un psiquiátrico. El razonamiento es impecable: si la sociedad comunista que estaban construyendo era la mejor imaginable, quien se opusiera a ella tenía que estar mal de la cabeza.
La psiquiatría no es una ciencia exacta, al menos en el sentido de que no es desusado que los expertos en la materia disientan en sus diagnósticos, especialmente cuando examinan de lejos a un personaje público que no ha entrado en su consulta. Eso es lo que lo hace tan conveniente.
Sin serlo yo mismo, más de un vídeo de Hillary Clinton -como aquel en que rompe en una risa histérica al hablar de la atroz muerte de Gadafi- me hace desear que la candidata hubiera pasado por un psicoterapeuta, pero cualquier sugerencia en este sentido fue violenta e indignadamente rechazada por los grandes medios.
Pero, ¿está loco Trump?
¿Está loco Trump? Bueno, ‘loco’ no es exactamente un diagnóstico científico, y en las enfermedades mentales se acepta una casi infinita gradación entre el perfecto equilibrio mental y la insania de necesitar camisa de fuerza.
Si se define como una percepción errónea de la realidad, hay que reconocer que las previsiones de Trump se han cumplido bastante mejor que las de sus rivales. La bolsa no se hundió, como predijo el Nobel Paul Krugman, sino que se disparó en una escalada que aún dura. Bajó el paro, aumentó el PIB… No sé, es una locura un tanto rara, en el peor de los casos.
Ironías aparte, los popes del pensamiento único no pueden admitir que sus dogmas sean incorrectos -por locos que nos parezcan a algunos-, y por tanto no han aceptado ni aceptan ni aceptarán que de su viejo y probado sistema electoral haya surgido alguien tan antitético al mismo. Como fanáticos, no solo creen en lo que creen -como todos-, sino que ni siquiera pueden imaginar que alguien de buena fe pueda pensar lo contrario, salvo si es idiota… O loco.
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