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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Otro vídeo explicaría la decisión de Trump de abandonar a los rebeldes sirios

¿Recuerdan el pasado 7 de abril, cuando Trump ordenó un sorprendente bombardeo sobre una base aérea siria, contradiciendo flagrantemente todo lo que había dicho en su campaña electoral en cuanto a la intervención norteamericana en aquel país?

A las pocas horas se supo que la explicación para semejante vuelco político, que ponía al país en colisión directa con Rusia, era que su hija Ivanka le había enseñado fotos de niños muertos en un presunto ataque químico de las tropas del Gobierno de Bashar al Assad.

Naturalmente, ninguno de los que llevamos años haciendo información internacional creyó por un segundo semejante excusa. Una cosa es que el público pueda conmoverse con imágenes semejantes y presione a sus gobernantes, creándose una opinión favorable a la intervención, y otra cosa es que el jefe de Estado de la primera potencia de la Tierra lance un ataque urgido por un pronto sentimental.

Sin embargo, días después de saberse que el presidente había suspendido las ayudas logísticas, en armas, financiación y a los llamados ‘rebeldes moderados’ que combaten contra el régimen de Damasco nos enteramos de que esta medida en dirección inversa se ha tomado por una razón no menos impulsiva.

Thomas Joscelyn, analista de Oriente Medio de la Fundación para la Defensa de las Democracias, explica en la edición de agosto de The Weekly Standard, órgano de la opinión neoconservadora norteamericana:

«A principios de año, se mostró al presidente Donald Trump un inquietante vídeo en el que rebeldes sirios decapitaban a un niño cerca de Alepo. En los medios había causado cierta conmoción, ya que los combatientes pertenecían al Movimiento Nur al-Din al-Zenki, un grupo apoyado por la CIA como parte del programa de ayuda a los rebeldes».

«La grabación impresiona. Cinco barbudos sonríen mientras rodean a un chico en la trasera de una camioneta. Uno de ellos sostiene por el pelo la cabeza del niños mientras otro le abofetea la cara. Luego, uno de ellos emplea un cuchillo para segar la cabeza del niño y la alza como un trofeo».

Sí, el vídeo es realmente horrible, pero escasamente revelador. Para la mayoría de los observadores confirmaba meramente lo que era para cualquiera mínimamente informado un secreto a voces: que la supuesta ‘oposición moderada’ levantada en armas contra Assad es cualquier cosa menos un conjunto de grupos laicos ansiosos de llevar la democracia al país, sino más bien una ‘legión mixta’ compuesta por yijadistas nacionales y extranjeros auspiciada por intereses externos al país.

Por lo demás, todos lo hemos visto o hemos tenido noticia de él, que ronda por las redes sociales desde hace un año. De hecho, muchos americanos quedaron horrorizados con lo que vieron por parte de un grupo que su gobierno apoyaba con armas y dinero, pero los medios apenas se hicieron eco del mismo. El Departamente de Estado se dio por satisfecho en su momento con la promesa por parte del grupo de que habían arrestado a los culpables de la decapitación.

Uno pensaría que el líder de la única hiperpotencia tendría, para basar sus decisiones, información bastante más extensa y completa que un vídeo de un año de antigüedad que ya ha visto todo el mundo. Que no sea así resulta bastante alarmante.

Como es igualmente poco tranquilizador que alguien con semejante responsabilidad tome decisiones transcendentales sobre la paz y la guerra movido por súbitos impulsos propiciados por un material que, sinceramente, no es difícil que se dé en cualquiera de las partes de un conflicto moderno. A estas alturas hay que preguntarse si Trump ignora la carnicería de civiles que está suponiendo la guerra de Arabia Saudí contra Yemen, apoyada con tropas y armas por Washington, o si piensa que la reciente liberación de Mosul se ha producido sin un atroz número de bajas civiles.

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