«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Steve Bannon podría presentarse a la presidencia

Cuando, partiendo el corazón de tantos trumpistas de primera hora, Steve Bannon, el ideólogo del movimiento, abandonó la Casa Blanca, muchos medios que habían pintado a Trump como un mero títere del editor de Breibart.com comentaron que «al fin, Donald Trump se convierte en presidente».

Como nueve de cada diez sesudas interpretaciones de los medios del establishment, esa era completamente absurda y totalmente falsa, como dejó clara la deriva de la Casa Blanca en una dirección muy distinta a la deseada por Bannon o a la anunciada por el propio magnate inmobiliario durante su campaña, por no hablar del citado cese.
Pero ahora esas gracietas de ‘presidente Bannon’ podrían llegar a hacerse realidad si hubiera algo de verdad en lo que especula Brent Budowsky en The Hill.
Budowsky parte de una situación innegable: la vertiginosa actividad que está desarrollando Bannon en los últimos días y que tiene toda la apariencia de un intento de hacer con los mandos del Partido Republicano, que tan titubeante se ha mostrado con el presidente, cuando no abiertamente hostil.
Bannon ha estado repartiendo a diestro y siniestro. Esta semana la ha emprendido con el general David Petraeus, ex director de la CIA, para refutar la visión del militar retirado de la presencia americana en Oriente Medio como una «guerra de una generación entera», señalando Bannon que el pueblo americano no está para «construir» otra nación que la propia. «Estamos dispuestos a ser aliados», dijo Bannon. «Lo que no queremos es convertir estos países en protectorados. No es nuestra guerra».
El mismo día la emprendió contra «los genios de nuestra política exterior», en referencia a los ‘halcones’ de ambos partidos que han empantanado al Ejército americano en guerra interminable tras guerra interminable.
Desde luego, su salida de la Casa Blanca ha sido todo menos la excusa para un plácido retiro: lleva semanas pateándose el país de arriba abajo, convenciendo a candidatos de su cuerda para que se presenten a las primarias contra los candidatos republicanos de toda la vida, revitalizando redes espontáneas de voluntarios contra la estructura del partido y reuniendo donantes.
En fin, lo que haría alguien con la idea de presentarse a la Presidencia de los Estados Unidos.
El escenario previsto por Budowsky para esta maniobra sería triple: que Bannon se presentara como candidato a la Presidencia si las incontables maniobras contra Trump lograran desalojarle de la Casa Blanca o si el presidente decidiera no presentarse a la reelección en 2020, o que Trump ganara un segundo mandato al final de cual designara a Bannon como su sucesor.
Lo cierto es que la victoria de Trump habría desbrozado considerablemente el campo para una eventual presidencia de Bannon. Por un lado, tendría que superar menos resistencias que el propio Trump, al haber este demostrado que es perfectamente posible, e incluso aconsejable, obtener la candidatura republicana desde una plataforma centrada en ‘América, primero’.
En segundo lugar, podría beneficiarse incluso de la ‘traición’ reiterada de Trump a ese inesperado caladero de votos que son los partidarios del Muro -por simplificar-, y que ven en Bannon al hombre que fue defenestrado por mantenerse fiel a sus principios.
Por otra parte, ambos partidos están en horas bajas. Los demócratas mantienen su descenso hacia la transformación del partido en una colección de tribus marginales y en pugna entre sí, sin candidatos capaces de obtener un apoyo popular con suficiente masa crítica.
En cuanto al partido del propio Trump, que sería el de un hipotético candidato Bannon, ha sufrido mucho más con la victoria de ‘su hombre’ de lo que lo hubiera hecho con su derrota. Está amargamente dividido frente a las políticas del presidente y su propia figura y su plataforma tradicional se ha revelado nulamente atractiva para su electorado natural.
Hasta Trump, no importaba mucho la irritación del votante republicano que veía cómo sus líderes se negaban a dar respuesta a sus preocupaciones reales porque, al fin, no tenían dónde ir ni conocían su propia fuerza electoral. Ahora el genio ha salido de la lámpara y no hay quien lo vuelva a meter en ella.
Con la victoria de Trump sobre sus oponentes republicanos en las primarias, ya advertimos que aunque las urnas le fueran finalmente esquivas frente a Clinton ya nada podría volver a ser igual en la política americana. Su victoria solo confirmó un realineamiento ideológico como no se había dado en décadas, un rechazo al globalismo que hemos visto cosechar otros logros por todo Occidente.
En ese sentido, la candidatura de Bannon a la presidencia no suena como el disparate que hubiera supuesto hace un año y medio y, sinceramente, si lo intenta dudo que esta vez oigamos muchas risas despectivas.
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