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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Toma de posesión: Bolsonaro promete a Brasil fortalecer los valores judeo-cristianos

Bolsonaro significa un Brasil mejor, menos corrupción, menos violencia, significa la esperanza», decía uno de sus votantes. 

La «esperanza» de decenas de miles de brasileños se ha visto renovada con la llegada al poder del nuevo presidente de Brasil,  Jair Bolsonaro,  que ha tomado posesión de su cargo en medio de un inédita operación de seguridad en la capital del país.

Con un despliegue policial sin precedentes, Brasilia se «militarizó» para recibir a su nuevo mandatario, que toma el testigo de Michel Temer tras ser elegido en las urnas con un 56 % de los votos, frente al progresista Fernando Haddad, sucesor del encarcelado expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, en la carrera presidencial.

Señal de la cruz y saludo militar

Tras hacer la señal de la cruz y realizar el saludo militar frente a la Catedral de Brasilia, Bolsonaro partió en un Rolls Royce «Silver Wraith» descapotable hasta el Congreso, donde juró la Constitución, prometió fortalecer los valores «judeo-cristianos», combatir la «ideología de género» y situar a «Dios por encima de todos», uno de sus principales lemas de campaña.

Posteriormente, desde el balcón del Palacio de Planalto, la sede del Gobierno, Bolsonaro, acompañado de su mujer, Michelle, se dirigió a miles de personas, que lo recibieron al grito de «Mito» y «El capitán llegó».

El mandatario quebró el protocolo y le dio la palabra a su esposa, quien se dirigió a los brasileños en el lenguaje de señas de los sordomudos, un gesto que fue ampliamente aplaudido por el público.

A continuación, el presidente reiteró las líneas maestras de su Gobierno, subrayó la lucha de su Gobierno contra el socialismo y recalcó que la bandera de Brasil «nunca más será roja», en referencia al ahora opositor Partido de los Trabajadores.

Sus palabras fueron aclamadas por las decenas de miles de brasileños que se concentraron en la Explanada de los Ministerios, una céntrica avenida de Brasilia que concentra todos los poderes públicos de Brasil y en la que las autoridades esperaban hasta a cerca de medio millón de personas.

La cifra, sin embargo, fue menor de lo esperado debido, entre otros motivos, a una amenaza de lluvia que no se concretó y a los minuciosos controles de seguridad establecidos en todo el perímetro ante el miedo de un nuevo atentado contra Bolsonaro, quien permaneció un mes hospitalizado tras ser apuñalado durante un acto de campaña el pasado mes de septiembre.

Cansados de la corrupción

La joven capital brasileña, inaugurada en 1960, reunió a firmes seguidores de Bolsonaro, pero también a miles de personas que se dicen cansadas de la corrupción, del juego de la vieja política, de los 13 años de Gobierno del PT de Lula da Silva y de una violencia sin freno que tan solo el año pasado costó la vida a más de 60.000 personas.

Cargado de «esperanza», el brasileño Miquel Requena condujo 12 horas desde Primavera do Leste, en el estado de Mato Grosso (centro-oeste) hasta Brasilia para acompañar junto a su mujer y sus dos hijos pequeños la investidura de Bolsonaro, un nostálgico de la dictadura militar (1964-1985): «Bolsonaro significa un Brasil mejor, menos corrupción, menos violencia, significa la esperanza», afirmó Requena, vestido, al igual que el resto de la familia, con una camiseta con el rostro del nuevo presidente.

En esa línea coincide también Julio Sales, quien viajó durante un día y medio en autobús para respaldar al capitán de la reserva del Ejército, quien hoy reafirmó su compromiso con los valores tradicionales, la familia y la religión.

«Bolsonaro significa un cambio en nuestro país, pasamos por numerosos problemas causados por gestiones anteriores alineadas a la izquierda», sostuvo Sales, favorable a la liberación de la tenencia de armas defendida por el nuevo jefe de Estado.

Sin ministro de Exteriores ni presidente español

A la investidura asistieron delegaciones de unos 60 países, que al caer la noche fueron recibidas por Bolsonaro para un cóctel en la sede de la cancillería.

Entre los presentes, algunos líderes latinoamericanos, como los presidentes de Bolivia, Evo Morales; Chile, Sebastián Piñera; Honduras, Juan Orlando Hernández; Paraguay, Mario Abdo Benítez; y Uruguay, Tabaré Vázquez.

Asimismo, asistieron los primeros ministros de Israel, Benjamín Netanyahu; Hungría, Viktor Orbán; y Marruecos, Saadedine Othmani; así como los presidentes de Portugal, Marcelo Rebelo de Souza; y Cabo Verde, Jorge Carlos Fonseca.

Estados Unidos, país al que Bolsonaro anunció que dará especial prioridad, estuvo representado por el secretario de Estado, Mike Pompeo, en tanto que por China asistió el vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular, Ji Bingxuan.

La representación de España, país que le sigue a las dos grandes potencias globales entre los inversores extranjeros en Brasil, estuvo a cargo de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, y del viceministro de Cooperación Internacional y para Iberoamérica, Juan Pablo de la Iglesia.

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