«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

“¡Traición!”: la cumbre Trump-Putin enloquece a los medios americanos

La cumbre de Helsinki ha hecho perder la cabeza a los antitrumpistas, especialmente a los grandes medios, que ven en la paz con Rusia una amenaza a sus intereses.

El periodista, me enseñaron cuando empezaba en esto, no es nunca la noticia. Hoy es imposible seguir sosteniéndolo: los medios, al menos, están protagonizando la gran noticia de los últimos años al haberse sumado con armas y bagajes, y deshaciéndose de paso de todo disimulo de imparcialidad, a la batalla política desde uno de los bandos.

En concreto hablamos del último paroxismo mediático, con todos los popes de la información publicada, los rostros populares de los noticieros americanos, gritando “¡traición!” tras la rueda de prensa conjunta de Vladimir Putin y Donald Trump.

No es que los grandes grupos tengan ya mucho que perder. Su credibilidad está por los suelos, según los últimos sondeos de Pew Research, y el haber perdido el monopolio sobre lo que usted, lector, sabe de lo que pasa en el mundo y lo que debe pensar, tras la irrupción del ‘periodismo online’ independiente y de las redes sociales, parece haberles enloquecido literalmente.

“El mayor beneficio que ha aportado Internet -leía hoy mismo en el blog de William M. Briggs- es el ‘impeachment’ de la hasta ahora sacrosanta casta de los periodistas. Ya no tenemos que tomárnoslos en serio. De hecho, sus manías, errores y sesgos quedan expuestos cada día”.

Observen, como texto típico de estos días, este de James Fallows en The Atlantic:

“Hay exactamente dos explicaciones posibles para la bochornosa actuación a la que asistió el mundo el lunes […] O Donald Trump es directamente un agente de intereses rusos […] O es tan profundamente ignorante, inseguro y narcisista que no se daba cuenta de que, a cada paso, estaba favoreciendo la línea que Putin esperaba que favoreciera, la línea que las agencias de inteligencia, defensa y aplicación de la ley más temían”.

Porque, imagino, al periodista no se le ha ocurrido que unas agencias de inteligencia que se dedicaron a espiarle como candidato y luego se conjuraron contra él y filtraron documentos confidenciales a la prensa para perjudicarle quizá no sean de fiar por completo, mucho menos representantes del pueblo americano.

Quizá tampoco ha tenido en cuenta que el estamento de Defensa podría tener un obvio interés, digamos, ‘profesional’ en mantener cierto grado de tensión internacional y un enemigo bien visible que azuzar de vez en cuando, y que nada de esto convenga a los americanos que han elegido a Trump como presidente.

Es hasta posible, fíjense, que quienes votaron a Trump lo hicieran exactamente para acabar con el ‘gobierno permanente’ de ese ‘Estado profundo’ con sus continuas guerritas que no parecen beneficiar a nadie.

Que los líderes de Estados Unidos y Rusia se hayan reunido y que, tras la reunión, hayan intercambiado cortesías no solo debería ser normal, sino que lo extraño es que no se haya producido un año antes. Que para el mundo sea un motivo de alivio que los dos países con un mayor arsenal nuclear hagan esfuerzos por la paz y por arreglar sus diferencias pacíficamente, también.

Y así lo ha visto siempre la prensa americana y así lo ha celebrado -y exigido- con cualquier otro presidente, incluso en los peores momentos de la Guerra Fría, cuando Rusia representaba realmente una ‘amenaza existencial’ para el llamado mundo libre.

Pero Trump es Trump, y todo lo que haga está mal. Y en cuanto a Putin, los medios han creado una leyenda inasaltable que le convierte en implacable enemigo, sin que haga falta presentar muchas pruebas.

Como el propio Trump tuiteó en vísperas de la cumbre, las relaciones entre ambos países nunca habían estado más tirantes desde el fin de la Guerra Fría, para riesgo de todos los que habitamos este planeta. Cualquier esfuerzo por disipar esa tensión debería ser bien recibido, y no con este histerismo mediático que responde a obvios intereses.

Lo resume el columnista conservador y antiguo aspirante a la candidatura republicana a la presidencia, Pat Buchanan: “Trump ha rechazado los mensajes y agendas de los neoconservadores y de sus aliados liberales intervencionistas, así como del archipiélago de ‘think tanks’ con los que el Partido de la Guerra ha sembrado Washington”.

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