Primero la tragedia; luego, la farsa. La ‘trama rusa’ lleva mucho tiempo en esta segunda fase, pero parece que no hay temor alguno al ridículo, la investigación de Mueller sigue en marcha y ya tenemos a los primeros acusados de la peligrosa conspiración: rusos en Rusia, sin vinculaciones probadas -o probables- con el Kremlin, meros ‘trolls’ de Internet y ni siquiera todos a favor de Trump.
Uno apostaría que la capacidad de ‘mover el voto’ de los americanos de estos trece rusos acusados, básicamente, de usar memes en apoyo de Trump, Bernie Sanders e incluso Jill Stein, es básicamente cero.
¿Podemos hablar de tomadura de pelo, de despilfarro del dinero del contribuyente, de ridículo mayúsculo de una investigación ya desprestigiada por el ánimo ferozmente antiTrump de sus agentes? Parece obvio, pero si ellos no se cansan, yo tampoco.
Resumamos: la conspiración CONTRA Trump implica a agentes del FBI, incluyendo miembros de su cúpula, y a altos funcionarios del Departamento de Justicia, que inventaron una trama para espiar a un candidato presidencial; la conspiración A FAVOR de Trump (oh, y de Bernie Sanders y Jill Stein) se limita por ahora a trece tuiteros rusos sin conexión probada con el Gobierno que tuitearon cosas.
Uno pensaría que Mueller ha enloquecido de frustración, o que no sabe cómo distraer la atención de lo obvio: la colusión de los poderosísimos enemigos de Trump, hombres de Obama, para impedir que el candidato republicano llegara a la Presidencia. Hay más pruebas de colusión con los rusos de la propia Hillary -Uranium One, para abrir boca- que de nada llegado de Rusia que favoreciera a Trump. Ni de lejos.
Putin debe de estar doblado de risa.
Uno entiende que el Establishment quiera hacer cualquier cosa para desviar la atención de uno de los mayores escándalos de la democracia americana, pero esto pasa de lo absurdo.
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