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impulsada por el Premio Pulitzer Seymour Hersh

Una investigación concluye que la CIA organizó la voladura del Nord Stream 2, pero EEUU y Noruega lo niegan

El presidente de EEUU, Joe Biden. Reuters

La voladura del gasoducto que garantizaba el suministro de gas ruso a Alemania y a Europa Occidental parece haber desaparecido por algún «agujero de la memoria» orwelliano. Es desconcertante que el mayor atentado no bélico que sufre Alemania y el mayor desastre ecológico de la historia haya merecido tan poca atención por parte de los medios, que en su momento pretendieron creer la antiintuitiva explicación oficial, a saber: Estados Unidos no tenía nada que ver con el asunto y el culpable era, con toda probabilidad, Moscú, el segundo mayor perjudicado con la operación.

Por supuesto, mucha gente, especialmente en Alemania, descree la versión oficial, si bien las autoridades alemanas y europeas tienen que fingir lo contrario para no tener que enfrentarse a la dramática posibilidad de que su principal aliado, Estados Unidos, haya llevado a cabo un acto de guerra contra ellos en pleno conflicto entre Rusia y Ucrania.

Pero ahora, el Premio Pulitzer Seymour Hersh, periodista de investigación durante décadas de The New York Times y New Yorker, acaba de publicar en su blog personal una investigación exhaustiva que deja pocas dudas al respecto de la autoría norteamericana. Hersh demuestra que Estados Unidos hizo estallar el gasoducto Rusia a Alemania como parte de una operación encubierta bajo el pretexto de las maniobras BALTOPS 22 de la OTAN.

Basándose en fuentes de seguridad nacional no identificadas, Hersh describe meses de discusiones e idas y venidas entre la Casa Blanca de Biden, la CIA y el Pentágono. En el reportaje se asegura que la planificación estuvo en proceso desde diciembre de 2021, con un grupo de trabajo especial formado bajo la égida del asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan.

«La Marina propuso usar un submarino recién comisionado para asaltar el oleoducto directamente. La Fuerza Aérea discutió el lanzamiento de bombas con fusibles retardados que podrían activarse de forma remota. La CIA argumentó que cualquier cosa que se hiciera, tendría que ser encubierta. Todos los implicados entendían lo que estaba en juego», se lee en el reportaje, titulado How America Took Out The Nord Stream Pipeline. «La Administración Biden estaba haciendo todo lo posible para evitar filtraciones, ya que la planificación se llevó a cabo a fines de 2021 y en los primeros meses de 2022», continúa.

El motivo era y es evidente: mientras el Nord Stream 2 siguiera operativo, Alemania –y, una vez más, Europa Occidental– tendría un gran incentivo para tratar de entenderse con Rusia y una razón para no volar todos los puentes con Moscú.

«Durante las siguientes semanas, los miembros del grupo de trabajo de la CIA comenzaron a elaborar un plan para una operación encubierta que usaría buzos de aguas profundas para desencadenar una explosión a lo largo del oleoducto», escribe Hersh.

Las fuentes de Hersh subrayan que la orden provino directamente de la oficina del presidente Biden: «El C4 conectado a las tuberías sería activado por una boya de sonar lanzada por un avión con poca antelación, pero el procedimiento involucró la tecnología de procesamiento de señales más avanzada. Una vez instalados, los temporizadores conectados a cualquiera de los cuatro oleoductos podrían activarse accidentalmente debido a la compleja combinación de ruidos de fondo del océano en todo el mar Báltico, que está muy transitado: barcos cercanos y distantes, perforaciones submarinas, eventos sísmicos, olas e incluso mar. Para evitar esto, la boya de sonar, una vez colocada, emitiría una secuencia de sonidos tonales únicos de baja frecuencia, muy parecidos a los emitidos por una flauta o un piano, que serían reconocidos por el dispositivo de tiempo y, después de unas horas preestablecidas, de retraso, disparar los explosivos».

«…El 26 de septiembre de 2022, un avión de vigilancia P8 de la Marina noruega realizó un vuelo aparentemente de rutina y dejó caer una boya de sonar. La señal se extendió bajo el agua, inicialmente a Nord Stream 2 y luego a Nord Stream 1. Pocas horas después, se detonaron los explosivos C4 de alta potencia y tres de los cuatro oleoductos quedaron fuera de servicio. En unos pocos minutos, los charcos de gas metano que permanecían en las tuberías cerradas se podían ver extendiéndose en la superficie del agua y el mundo se enteró de que algo irreversible había sucedido».

Naturalmente, tanto desde Washington como desde Olso se desmienten por completo las conclusiones de Hersh.

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