«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.
Actor. Cine, teatro y televisión. Fue diputado en el Congreso de los Diputados y jefe de grupo en las Cortes Valencianas. Actualmente trabaja en 7NN. Dirige y presenta 'ConToni' los sábados por la noche.

Adiós, tripartito

18 de junio de 2023

Escribo desde Valencia. Ignoro si ha comenzado el éxodo de los que amenazaron con marcharse si gobernaba «la ultraderecha». Supongo que estarán esperando al resultado de las generales por si tienen que irse más lejos todavía. «La ultraderecha» es un concepto amplio. Escohotado decía que era un invento de la extrema izquierda. Tenía razón, como siempre. Cuando yo militaba en Ciudadanos nos tachaban de ultras. ¡Fascistas, falangistas! nos decían. Imagínense. Al final, es sencillo: la ultraderecha es todo lo que no sea «ellos». ¡Que viene el lobo!, gritan. Que venga de una puñetera vez piensa la gente que ya no hace ni puñetero caso a esos agoreros. 

Ahora hay quien nos mira desde el resto de España como si fuéramos territorio comanche. Les prometo que aquí la normalidad es total. Aunque en algunos aspectos todavía estamos deseando alcanzarla. Las mujeres mantienen sus derechos, los homosexuales pasean tranquilos por la calle y nadie insulta a las gordas. Esto no es Irán, ese país que pagaba los recibos de la tele de Pablo Iglesias. ¡Que venga el lobo! Que venga. Lo que no era normal es que te impongan una lengua, que el Baldoví de turno le coma el tarro a tus hijos en la escuela, que te den el coñazo con la matria, Franco o las reinas magas, que se mire a los empresarios con sospecha, que te prohíban abrir un negocio por razones ideológicas, te ocupen la casa o te frían a impuestos. Todo eso es lo que hemos pretendido cambiar de una puñetera vez con nuestro voto. 

Hay algo de justicia poética en el vuelco que vive esta comunidad. Al comienzo de la legislatura pasada, los miembros del tripartito valenciano (PSPV, Compromís y Podemos) hicieron todo lo posible para que VOX no entrara en la mesa de Les Corts. Yo estaba en aquella negociación. Estáis dejando fuera de las instituciones a casi trescientos mil valencianos, les decía. En unas semanas, ese partido, antes proscrito, presidirá las cortes valencianas. De cero a cien en una legislatura. Yo me alegro. Pero son mis bajas pasiones las que operan, no vayan ustedes a creer. No es tanto que me alegre por Vox: también gozo por el shock que sufren los progres nacionalistas. Aclaro: aquí toda la izquierda es nacionalista. 

El vicepresidente de la comunidad y consejero de cultura será Vicente Barrera. ¡Un torero, qué escándalo!, rabian. Recuerdo cómo nos encasillaba el Estado a la hora de rendir cuentas a la seguridad social: régimen especial de toreros y artistas. Así hemos estado casi cuarenta años. Hasta hace nada. Vicente es, pues, del gremio. Por supuesto ni un sólo medio recuerda un detallito: también es abogado. Podríamos ponernos a comparar. Por ejemplo con el todavía ministro socialista de Cultura, Iceta. Que fue expulsado tras repetir cinco veces, cinco, el primer año de económicas. Ese es todo su currículum. Y tropecientos años en el PSOE, claro. Pero Iceta baila. Yo esperaré a escuchar a Vicente. A ver qué pretende. 

En el tripartito dicen que no supieron explicar lo que habían conseguido durante estas dos legislaturas. No me extraña, es inexplicable. La culpa de todo, dicen, la tiene una campaña que provocó que se votara en clave nacional. ¡Vaya!, la culpa es, una vez más, de «Madrit”». 

Camino por la calle y veo al personal tranquilo, contento. Atento a sus cosas. Ajeno a los mensajes que colocan algunos políticos y medios de comunicación. 

Yo ando removido. Entiéndanme. Entrar en política es muy difícil. Salir lo es más. Porque es adictiva y es duro dejarla. Por eso cometes errores al irte. Y te deja marcado. Para mal. Pero me alegro de haber puesto mi granito de arena para provocar el cambio en mi comunidad. Denuncié la mala gestión de ese tripartito desde mi escaño y la tribuna; impedí un cambio de la ley electoral que sólo pretendía asegurar la supervivencia de Podemos y, por tanto, del resto de la banda. Adiós, tripartito.

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