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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Pitos y flautas

31 de mayo de 2017

Saltan los equipos al terreno de juego de un histórico estadio que celebra su último partido oficial. El panorama es bochornoso, gradas despobladas y manipuladas por unos dirigentes deportivos que han politizado el deporte, convirtiéndolo en arma arrojadiza en interminables duelos económicos y disputas regionales.

La final de la Copa de Su Majestad el Rey es un evento deportivo que supera el ámbito nacional. La segunda competición en importancia en España alcanza cuotas de pantalla muy elevadas en todo el planeta futbolero.

La imagen de Felipe VI y del Ministro de Educación Íñigo Méndez de Vigo asistiendo al concierto de pitos orquestado por los aficionados del Barça y del Alavés ha dado la vuelta al mundo, entre risas y exclamaciones.

En un país sin complejos históricos, la manifiesta falta de respeto a los símbolos oficiales es una infracción constitutiva de delito. En la España tardo-franquista, utilizando un lenguaje “progreta”, el ultraje a la bandera Rojigualda y la Marcha Real se ha convertido en un peligroso juego de masas aborregadas. Reformar la normativa para introducir nuevos tipos penales que protejan los emblemas nacionales es una quimera.

Ángel María Villar, perpetuo mandamás del balompié patrio, debería haber ordenado la suspensión inmediata del partido y haber propuesto la posterior sanción por una o varias temporadas para los dos clubes participantes, con apercibimiento para todas los campeonatos gestionados por la RFEF (competiciones europeas incluidas), ya que tanto F.C.Barcelona, como Deportivo Alavés, son responsables directos del reparto de entradas entre sus abonados y peñistas.

Si vergonzosa fue la actitud de quienes dieron más importancia a la pitada que al partido en sí, más lo fue el pasotismo de los aficionados españoles que asistieron a la Final del Vicente Calderón con su silencio cobarde, convertidos en cómplices del soberanismo vasco-catalán. Hay que reconocer que honrosas excepciones salvaron el lamentable circo organizado el 27 de mayo.

Mientras no se tomen medidas serias, los políticos seguirán instrumentalizando el fútbol, por si algún día suena la flauta…

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