Este concepto, fraguado a lo largo de décadas, cuyo primer articulador fue el catalanista Prat de la Riba, es el pensamiento de dos padres de nuestra Constitución, de los siete que hubieron, que son Herrero de Miñón político de UCD y después de AP, y Roca Junyent político de CIU, lobista y abogado.
Herrero de Miñón afirma «yo que soy un apasionado devoto de la España grande, que es el resultado fuerte y vigoroso de la libre adhesión de todos sus pueblos, creo que Cataluña es una nación». Roca Junyent afirmó hace poco, taxativamente “¿Pero qué se han creído? Cataluña es nación»
¿España es solo algo entrañable o metafísico?
Lo explicó Jordi Pujol en los noventa cuando dijo que: «Cataluña es una nación; España no. España es una cosa entrañable». “Si Cataluña es una nación España no puede serlo”
Este pensamiento da al concepto de España un sentido metafísico y por lo tanto marginal, que se circunscribiría simplemente, en la actualidad, en la denominación de un Estado, el llamado Estado español, que tendría en su seno naciones verdaderas.
Este concepto, fue alimentado por definiciones difusas como el concepto de hispanidad de Maeztu o Vasconcelos, o la unión de pueblos con un destino en lo universal que esgrimía el anterior régimen.
Es curioso que la izquierda reivindique este pensamiento que es una mezcla de tradicionalismo mal entendido o dirigido y de liberalismo voluntarista de Ernest Renan o Giuseppe Mazzini. De hecho la izquierda jamás fue federalista y se enfrentaba en sus inicios en el siglo XX al concepto federal por conservador, que esgrimía gente como Pi Margall. La izquierda en sus inicios, reivindicaba el estado unitario.
¿España es una nación?
Entre conservadores con una idea distorsionada de lo que es España, entre liberales que solo creen en el pacto roussoniano y desprecian las identidades naturales que no formen parte la voluntad, entre nacionalistas separatistas que reivindican su nación negando España, y entre progresistas que relativizan cualquier concepto nacional, España como nación se encuentra en peligro.
Pero la pregunta es si España es una nación o no, y ante ello podemos afirmar que tanto en el concepto clásico de nación como el concepto liberal o político de nación, España es una nación con todos los requisitos.
España es una comunidad histórica y humana objetiva, con una identidad, con ciertas características culturales comunes, dotada de un sentido étnico-político, con unos rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua que además es universal, una cultura diversa en sus regiones, un territorio y unas tradiciones comunes basadas en la tradición cristiana-europea, madurados a lo largo de nuestro proceso histórico. España poseería entonces una existencia objetiva que estaría por encima del deseo particular de los individuos que la forman.
El pueblo español es el sujeto histórico, étnico-político, que constituye la Nación Española, realidad histórica devenida a lo largo de la historia (Roma, Monarquía hispanogótica, Reconquista), conformada entre los siglos XVI y XVIII (desde el reinado de los Reyes Católicos hasta el de Carlos III) e instituida de forma moderna con el constitucionalismo nacional-liberal originado en 1812 hasta la actualidad.
España, a través de nuestra Constitución, es el sujeto político en el que reside la soberanía constituyente del Estado. La soberanía reside en el pueblo español definido anteriormente, el pacto voluntario está presente en nuestra Constitución por lo que además de ser una nación objetivamente en el sentido clásico, somos un Estado constitucional por voluntad propia, aprobado en referéndum por más del 80 % del pueblo español.
¿Cuál es el problema entonces?
Que en un mundo moderno donde se desprecian, relativizan y discuten todas las identidades objetivas o naturales, España no iba a ser menos.
La identidad de España es la que está en peligro, y por lo tanto el Estado que se asienta en un sujeto político relativizado como es el pueblo español también lo está. Defender la identidad de España y la verdadera identidad de su pueblo y regiones, es la única garantía de mantener el Estado constitucional.
Defender la identidad de España no es una opción marginal, sino la única opción.
Como decía Gustavo Bueno «Lo que corre peligro no es la unidad de España, es su identidad»