«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

En el Bernabéu, tarde de torrija y goles

3 de abril de 2017

Ayer fue tarde de eso que llamáis los modernos ‘Nesting’. Un Nesting de manual. El acurrucarse en el sofá la tarde del domingo de toda la vida. Real Madrid-Alavés, a las cuatro y todo un Nadal-Federer, a las siete. En el Bernabéu, tarde de sombrero. Menuda solanera. Al menos, ladeado a lo cordobés, como Rafael de Paula se paseaba por el callejón cuando apoderaba a Morante. Estos horarios improcedentes provocan que hagas cosas raras.

En mí provoca, por ejemplo, llegar tarde a todas partes. Con el último resuello y con la entrada entre los dientes, veía a través de las cristaleras de los restaurantes a las familias ‘postreando’ con torrijas recién hechas. ¡Qué bien os preparáis algunos el paladar ya en Cuaresma!  Y, además, algún ensayo de procesión resonando tambores, que la procesión, en esta época, no va por dentro. Ya. Sale el Madrid a calentar y se desata la madriditis.

Cuando el equipo marcha a hacer el rondo a la esquina la multitud de fans que marcha en tropel hacia allá es tal que parece que el suelo de Chamartín fuera a volcar. Ojo, científicos, al eje de inclinación de rotación terrestre cuando juega el Madrid. De estudio. De los alaridos de las féminas cuando pasa Cristiano Ronaldo yo ya no digo nada. “Qué puto pibón” decía una a su amiga después del selfie. Desde luego, estas zagalas de hoy la timidez no la conocen.

Otra cosa fue el partido. Un poco torrija. ¿Hemos coronado ya a Benzema como Karim I de Francia y V de España? Estamos tardando. Un Isco, soberbio, aunque se siga embolicando girando sobre sí mismo. Déjate de zarandajas, Isco, y firma ya, por los clavos de Cristo. Contra el Bayern espero al de Arroyo de la Miel. Puerta grande o enfermería. Y, un Nacho que cada partido que nos regala es para ponerse en pie.

Hasta que el Madrid no fulminó el encuentro con el 3-0 aquello fue angustioso. Para más de uno fue un problema que Italo Calvino se quedara sin escribir ese Elogio de la brevedad. Qué segunda parte, amigos. Peor que pasar un verano en Murcia sin aire acondicionado. O aguantar un concierto de Pablo Alborán. El estado de forma, por llamarlo algo, de Modric me va a costar la salud. Pero, para los que dais por fundida a la BBCKIVM (parece un filme de romanos), tapaos un poquito. Hay que sudar sangre para vencer al Real Madrid. Estamos en los meses decisivos y los de Zidane saben que tonterías las mínimas.

Como en aquella escena de Indiana Jones ante el zoquete amenazando con el látigo; Indi dispara, que se nos hace tarde. Tras el partido, Isco disfrutó con su peque sobre el césped. Suerte que no lo vio ningún jefazo de la UEFA, “fue muy bonito ver a los niños jugar en el césped, pero esto no es una fiesta familiar”, decían en la última Eurocopa con la hija de Bale al fondo corriendo más que Usain Bolt.

Después, otro madridista. Un enfrentamiento Federer-Nadal es de los que te invitan a engalanarte como  Gay Talese, que se viste elegante sólo para bajar a escribir cada mañana al sótano de su casa. Otro duelo entre el suizo y el español como un Frascuelo-Lagartijo o un Joselito-Belmonte.

Ojalá un eterno Shangri-La ‘RogerRafa’ en Horizontes Perdidos. En los prolegómenos seguro que un “volvemos a vernos…”, tal Neo y Smith en Matrix en la batalla final. Fuera, los patinadores en Ocean Drive. Dentro, Nadal nos recuerda que como en el boxeo, y como en la vida, “generalmente, estamos solos y que perder, la mayoría de las veces, es la única opción”. Eso sí, el español siempre como en esa crónica de Manuel Alcántara en la victoria de Carrasco: “Brava pelea del español, que aguantó todo”.     

 

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