Las cosas como son. Los defensores del bipartidismo tienen razón en una cosa: al final, en todos los frentes, también en los políticos, sólo pueden quedar dos, enfrentados. Las distintas sensibilidades o posiciones van buscando alianzas para terminar plantando cara a la alianza rival. La geometría variable, que pacta alternativamente con unos y con otros, sobre el papel es preciosa, pero luego no funciona.
Lo demuestra en nuestra actual circunstancia política el fracaso del concepto «mayoría suficiente», propuesto por Feijóo, y que se permitiría cierta geometría variante (digamos). Tanto en Extremadura como, sobre todo, en Murcia, el neo concepto ha hecho aguas. Vox no ha pasado por el trágala e, indirectamente, se nos aboca a la política de dos bloques, necesariamente, pues ninguna encuesta da una victoria del PP con mayoría absoluta. ¿Qué posibilidades hay? Tres.
La primera en el corazón de Feijoo es una coalición del PP con el PSOE. Hasta tres veces la ofreció en el debate del lunes. No es extraño. Ayer nos informaba La Gaceta de que el PP y el PSOE votan juntos en Europa en el 90% de las ocasiones. Ni alguien tan monocromático como yo coincide conmigo mismo en tantas ocasiones. PP y PSOE, sí. Esta opción tiene muchas ventajas para los implicados. El corazoncito socialdemócrata de Feijoo repicaría de gozo, el PSOE –tras el previsible batacazo– salvaría los muebles, limpiando a base de supuesto sentido de Estado sobrevenido su política de pactos indeseables de esta legislatura…, y Vox se encontraría mucho más cómodo haciendo de verdadera oposición que teniendo que pactar a contrapelo con el PP de las líneas rojas.
La segunda opción, claro, es el pacto PP-Vox, esto es, pasar del bipartidismo al bibloquismo manteniendo el viejo eje de la división derechas-izquierdas. Esto no le gusta demasiado a ninguno de los protagonistas, pero sí a los votantes. Será interesante ver qué peso tiene el demos en nuestro sistema y qué partido es más fiel a la voluntad de sus votantes. Las tensiones que se derivarían las hemos visto ya en el tráiler de las autonomías. Esa tensión tiene una lectura positiva que aplaudiría el barón de Montesquieu. La división de poderes, tan malbaratada hoy en nuestra arquitectura constitucional, se colaría en el corazón del Ejecutivo por la ventana de unos pactos tensos. Y cualquier división de poderes –como sabía el barón–es una garantía de libertad para el pueblo.
Hay una tercera opción, que si las encuestas que dan mejores resultados al PP saliesen ciertas, se antoja más que posible. El pacto con el PNV y con un ramillete de nacionalismos. El corazoncito de Feijoo vuelve a ilusionarse. Que es una de sus preferencias lo demuestra su pasado nacionalista en Galicia y sus pactos presentes con Revilla y su partido cántabro y con los nacionalistas canarios y hasta con Teruel Existe. Allí donde le den los números, Feijoo se tira al monte nacionalista, sin lugar a duda.
En estas circunstancias, si yo fuese un votante medio del PP, votaría a Vox. A los indecisos, siempre les he dicho que se planteasen qué proporción de programas de Vox o del PP quisieran ellos que se aplicase en un posible gobierno de coalición. Y que votasen en consecuencia. Eso para los indecisos. A los decididos, en vista de las posibles sumas, les advierto que, si no quieren que el PNV decida cuánto y, sobre todo, dónde se invierte en España, voten a Vox. Naturalmente, no tengo autoridad para decirlo no siendo votante del PP y siendo hasta votable de Vox, pero lo pueden calcular ellos solos. ¿Quieren que su partido obtenga una mayoría que le permita pactar con los nacionalistas para que éstos vuelvan a ordeñar las ubres de la nación española para provecho particular y desintegración de nuestro país? Si es lo que quieren Feijoo es su hombre.
Esta última opción, ¿también es bipartidismo? Sí, aunque no lo parezca por fuera. No es más que lo que hemos tenido hasta ahora: el PP contra el PSOE con los nacionalismos decidiendo quién de los dos gobierna y cobrando los despojos a ambos por el servicio. Para este bipartidismo, cuidado, sería necesario expulsar a Vox. O metafóricamente, del debate o, si no se deja, de alguna forma más contundente.
En las elecciones del 23 de julio vuelve el bipartidismo, sí, lo dicen las encuestas y lo precipita el debate, pero a cuál de los tres, ésa es la cuestión.