«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Coeficiente

29 de enero de 2025

Nada más arrancar su segundo mandato, Donald Trump nos ha sorprendido extraordinariamente. Durante la campaña electoral, su postura sobre el aborto fue relativamente moderada, por decirlo con suavidad, evitando la postura gallarda que lo había caracterizado y que había culminado en el hito único de sus nombramientos para el Tribunal Supremo. El movimiento provida norteamericano mostró su desilusión y yo, humildemente, también. Sin embargo, apenas ha asumido el cargo, ha tomado una batería de medidas provida de artillería. Ha revocado decretos de Biden que garantizaban el acceso al aborto, ha reinstaurado la «ley mordaza global» que prohíbe financiar a ONG extranjeras que ofrezcan servicios abortistas, ha indultado a veintitrés activistas provida y ha participado en la Marcha por la Vida en Washington. Este giro inesperado hacia una postura sin resquicios en defensa de la vida ha dejado atónitos tanto a sus seguidores como a sus detractores.

Los políticos nos tienen muy acostumbrados a hacer lo contrario: prometen luchar contra el aborto durante la campaña y luego se olvidan ipso facto una vez en el poder. El caso de Javier Milei en Argentina es un ejemplo reciente y doloroso de esta amnesia selectiva. A pesar de sus promesas de convocar un plebiscito para derogar la ley del aborto, hasta ahora no ha dicho esta boca es mía. En España, tanto Aznar como Rajoy siguieron un patrón similar, evitando abordar el tema a pesar de contar con mayorías absolutas que les habrían permitido cumplir con sus promesas previas.

Este inesperado cambio de guion por parte de Trump me lleva a sospechar que quizá sus hagiógrafos no estén tan equivocados al atribuirle un coeficiente intelectual por encima de la media. Su decisión de abordar el tema del aborto de forma tan contundente y rápida es sorpresiva, importante, contraintuitiva y con mucha carga de profundidad. No es la actuación que uno esperaría de un político convencional, desde luego.

Hay tres razones por las que considero que Trump está siento auténticamente astuto. La más evidente: envía un mensaje nítido de que su conciencia va a guiar sus pasos como presidente. Está poniendo en el escaparate como ejemplo y aviso un imperativo moral cuando ni sus seguidores ni sus votantes ni el compromiso con sus discursos se lo exigía, habida cuenta de que no prometió nada.

La segunda razón es más sutil, esto es, más de coeficiente que de corazón. En el mundo parece haber en la sombra poderosos intereses internacionales económicos y políticos comprometidos con la defensa del aborto. Tanto como para haber frenado en seco todas las promesas para restringirlo de todos los políticos conservadores hasta la fecha. Trump proclama con este gesto su independencia y la soberanía de los Estados Unidos. Se posiciona como un líder dispuesto a nadar contra la corriente del consenso global progresista, incluso a través de sus tentáculos más sinuosos.

En tercer lugar, está la cuestión de la religión. No hay política que no dependa, en última instancia, de alguna de ellas. La promoción del aborto ha adquirido una dimensión sacrificial en la confesión laica del nihilismo contemporáneo. No es casualidad que uno de sus eslóganes más coreados sea «el aborto es sagrado» o «este es mi cuerpo: mi decisión», frases que resultan inquietantes cuando se reflexiona sobre ellas. En este contexto, el gesto inesperado de Donald Trump debe interpretarse como un rumor de fronda, como el arranque de una contrarrevolución, como una reacción real contra la confesionalidad subyacente del sistema.

Trump, incluso regateándose a sí mismo y a su tibieza táctica durante la campaña electoral, ha demostrado de nuevo su capacidad para darle un revolcón al tablero. Su enfoque decidido sobre el aborto, contrario a la tendencia amnésica de la política clásica, sugiere una estrategia más metafísica y metapolítica. El impacto en el debate sobre el aborto a nivel internacional va a marcar un punto de inflexión.

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