'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Debates, pluralismo y comunicación
Por Alejo Vidal-Quadras
14 de octubre de 2015

En la pre-campaña que ya se ha iniciado y en la campaña propiamente dicha que tendrá lugar en diciembre, los cuatro partidos que jugarán un papel relevante en el Congreso acapararán la atención prioritaria de los votantes. Me refiero al Partido Popular, al PSOE, a Ciudadanos y a Podemos. Los demás están llamados a actuar de comparsas o de ruido de fondo. Por consiguiente, es del mayor interés de cara a proporcionar a los ciudadanos el máximo de información a la hora de decidir su sufragio que los debates cara a cara entre sus cabezas de lista respectivos, Rajoy, Sánchez, Rivera e Iglesias se produzcan en número y calidad suficientes. En los mítines y en las ruedas de prensa el compareciente lleva su material preparado por el equipo correspondiente y está rodeado de simpatizantes o se puede negar a contestar preguntas incómodas. Por tanto, no es fácil juzgar su capacidad de improvisar, su agilidad mental, su habilidad dialéctica, su bagaje cultural, su poder de convicción o su sentido del humor. Es en la confrontación directa con uno o varios oponentes cuando se calibra mejor el fuste de un político y los espectadores pueden ante la pantalla inclinar su preferencia con más conocimiento de causa. Al fin y al cabo, tan o más importante que el programa, son el carácter, las cualidades morales y las dotes intelectuales de los aspirantes a gobernar. En un tiempo histórico de rápidas transformaciones y crisis inesperadas, la suerte de una nación puede depender en momentos clave de tener al frente una persona valerosa o pusilánime, prudente o temeraria, sagaz o espesa, resolutiva o vacilante, honrada o venal. Estas características de los candidatos la gente las percibe mejor en un intercambio de argumentos con sus rivales que viéndoles gritar eslóganes en una tribuna o encadenando recetas enlatadas.

Por eso sería una muy mala noticia que los que en la actualidad son los dos principales partidos se negasen a participar en debates con los dos emergentes. La televisión pública está sujeta a unas reglas de respeto a la pluralidad y la representatividad que limitan su programación, pero las grandes cadenas privadas, con audiencias incluso superiores a las alimentadas por el dinero del contribuyente, gozan de un amplio margen de autonomía y son las primeras interesadas en ofrecer espectáculo que engorde su share y su cuenta de resultados. El PP y el PSOE han de ser conscientes que a estas alturas del proceso de cambio profundo que se avecina, el que no asuma riesgos lo va a pagar muy caro. El próximo domingo seremos testigos del enfrentamiento Rivera-Iglesias que ha despertado enorme expectación. Tanto el líder de Ciudadanos como el de Podemos están ansiosos de balón y su decisión de inaugurar el partido revela que ambos han comprendido de qué va la cosa esta vez.

En cuanto a Pedro Sánchez se ha manifestado dispuesto a debatir con los otros tres y si cumple o le dejan cumplir este propósito habrá acertado y recogerá los beneficios, dependiendo, por supuesto, de la impresión que causen sus intervenciones. En cambio, por ahora todo apunta a que Rajoy se negará a nada que no sea uno, a lo sumo dos, debates exclusivamente con Sánchez y con formato estrictamente negociado y tasado previamente por sus asesores. Es decir, todo lo contrario  a la espontaneidad, la sinceridad y la emoción, que es lo que los electores quieren ver y oír. Paralizado por su rigidez y su falta de confianza en sí mismo, cavará aún más profunda su tumba electoral porque lo que transmite con semejante retraimiento es que cree que, como se suele decir festivamente, todo lo que le tapa le favorece. Y los españoles, que en una mayoría clara, como demuestran todos los estudios de opinión, ya no le soportan, interpretarán su negativa a exponerse junto a los demás legítimos contendientes como la prueba definitiva de su inutilidad. Cada uno sirve para lo que sirve y la política democrática moderna en la era del homo videns no está hecha para figuras acartonadas de sangre gélida, sino para seres vivos de verbo fresco y palpitante, que disfrutan saltando al ruedo para desafiar al destino y a las encuestas. 

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