Hace veinte años, más o menos, Pedro Fernández Barbadillo escribió un artículo que he recordado desde entonces como mínimo cada mes sin faltar ni uno. Se titulaba Dejadnos Soria y, en los años del esplendor de Zapatero, sostenía que vale, que todo para ellos, los progres 2.0, pero que a la reacción nos dejasen un pedazo de tierra, no sé, Soria misma, Soria fría, Soria pura, cabeza de Extremadura. Allí nos organizaríamos a nuestro gusto.
Habría colegios diferenciados para los padres que quisieran, se enseñaría latín y hasta Historia de España. Los sacerdotes irían con sotana, los militares de uniforme y los poetas con corbata. No tendríamos mascotas, sino perros; etc.
Fernández Barbadillo, con aquella columna, se adelantó al delicioso San Irineo de Arnois de Natalia Sanmartín Fenollera, a la opción benedictina de Rod Dreher, a lo de la España Vaciada y a la utopía marciana de Elon Musk. La cosa pintaba tan atractiva que incluso un hobbit como yo, tan arraigado a su pueblo, sopesó la posibilidad de mudarse a San Felices de los Gallegos o a la Quiñonería de Soria.
Como acostumbro, he vuelto a acordarme de la Soria eterna de Barbadillo con la cuestión del precio de los alquileres. Es un caso que clama al cielo porque la solución al problema que amarga a muchísimos jóvenes y a familias de España sería facilísima si no la obstaculizasen los densos prejuicios ideológicos de la izquierda. Véase Milei, que sólo ha eliminado la Ley de Alquileres y la la oferta de viviendas en alquiler ha aumentado el 200% en Buenos Aires y los precios han caído alrededor de un 20-40%.
Pero el PSOE no puede bajar los impuestos porque incurriría en herejía socialdemócrata; no puede dar garantías a la propiedad, porque odia a los dueños; no puede liberalizar el suelo porque le repatea la libertad; y no pude desregularizar el mercado porque es un yonki de la inflación legislativa. Como el problema crece y afecta a todos los estratos de la sociedad y ya es un clamor en la calle, hace lo único que sabe: más regulaciones, más dinero público, más impuestos. Agravará el problema, más si cabe.
En la Soria de Barbadillo no tendríamos problemas. con ninguna de las medidas necesarias. Los liberales liberalizarían y, si no se vienen los liberales a Soria, que son libres de hacer lo que quieran, ya liberalizaríamos los anarcas de toda la vida, que la libertad es cosa de todos; los conservadores protegerían la propiedad y se esforzarían por que cuantos más jóvenes accedieran a la condición de dueños, esto es, dones y dueñas, amos, señoras y señores de sus casas. Incluso los de la derecha social se lanzarían a la vivienda de la protección soriana, que ya han demostrado que la hacen como nadie y, desde luego, más que cualquiera.
Razón por la cual no nos dejaran fundar la Soria libre, la Soria pura. Porque las comparaciones les dejarían en evidencia. A Sánchez, últimamente, le crecen los enanos, y el premio Nobel a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson «por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo afectan la prosperidad» tendría que sentirlo como un fuerte tirón de orejas. Estos nobelizados economistas explican que el socavamiento del Estado de Derecho, las instituciones extractivas, las élites ensimismadas y la falta de libertad terminan empobreciendo a las naciones.
Lo demostraron estudiando como la ciudad de Nogales, partida en dos por la frontera entre México y USA ha generado dos economías contrapuestas, pobreza y riqueza, siendo la misma población, con la misma cultura y con la misma historia. La razón: las regulaciones, los impuestos, las subvenciones y la falta de iniciativa privada. Nuestra Soria sería la parte buena de la ciudad de Nogales en el corazón de España.
Pero a falta de eso, tenemos el caso de la economía argentina. Hay que estar atento a Milei. Si su proceso de liberalización del país de las elites extractivas y de la legislación asfixiante tiene éxito, y ya vemos que lo va teniendo, nos va a dejar un modelo casi soriano y un apasionante término de comparación. La República Argentina nos va a hacer de Soria, quién lo hubiese dicho hace veinte años.