Abrazos, confeti y brindis de aquellos que llevan años sembrando el terror entre la sociedad española.
ETA se desarma y los herederos de la banda asesina celebran en las instituciones públicas, con sueldos remunerados por todos los contribuyentes, el enésimo montaje de los encapuchados vascos delante del objetivo de las cámaras de televisión.
Pronto hemos olvidado los duros años del «algo habrán hecho», el encubrimiento de los cobardes vecinos y el silencio cómplice de nuestros socios europeos en la colaboración internacional para la detención de los terroristas. En el camino ETA deja
2.472 actos terroristas y 829 inocentes asesinados, hombres, mujeres y niños.
Los mediadores internacionales, tipos con sueldos de estibador y jornadas de trabajo de futbolista de élite, dan fe y atestiguan que es cierto, que ETA ha entregado zulos con explosivos caducados y armas de puesto de feria de 1980, pero ¿Qué ha ocurrido con las pistolas de aquellos cobardes que dejan 314 asesinatos sin resolver? ¿Dónde están los misiles de ETA? ¿Quién esconde los detonadores?
Los intermediarios tienen que responder como colaboradores ante la justicia de la farsa organizada en Bayona.
A un lado quedan las víctimas, ninguneadas e insultadas una vez más en su soledad y en su sufrimiento.
Del lado de los jubilosos terroristas están los de siempre, los sumisos de la derecha nacionalista vasca, los rufianes de ERC y la CUP, la extrema izquierda radical que lleva décadas justificando las canalladas de ETA y los bufones de redes sociales que no han vivido el terrorismo en sus carnes.
No, ETA no está derrotada, sigue viva en las nóminas de quienes mantienen candente la lucha independentista y en los miserables corazones de quienes los jalean vilmente.
Si ETA quiere finalizar su actividad lo tiene muy fácil, solo tiene que disolverse, entregar todas las armas, pedir perdón expreso a las víctimas y colaborar activamente en el esclarecimiento de todos los actos terroristas de la banda que aún quedan por resolver.
Mientras tanto, la cadena perpetua es la única interlocutora válida con estos mezquinos. Ni beneficios penitenciarios, ni concesiones administrativas, ni acercamiento de presos al País Vasco.
Ni olvido ni perdón.