La guardia civil detuvo al peligroso comando cepillo, que se lio a escobazos con el coche de Sánchez. Acusados de cometer un atentado y de desórdenes públicos, ya pasaron a disposición judicial. Si fueran indepes se irían de rositas, pero son fascistas valencianos. Disculpen la redundancia, estamos en tierra de ultraderechistas. Manda el PP; y VOX llegó a estar en el gobierno, imagínense.
Se ha hablado mucho sobre el comando cepillo estos días. Los medios y tertulianos progres los hacían forasteros y nazis. Se confirma lo de forasteros: uno es de Albal, a cinco kilómetros de Paiporta, donde se intentó el magnicidio. Otro, de Godelleta. ¡A cuarenta kilómetros! Un mundo. No consta que pertenezcan a ningún grupo ultra. Pero, como he dicho, son valencianos y, además, no le hicieron la ola a su sanchidad. Imperdonable.
El caso es que la Guardia Civil, que no fue capaz de localizar a Puigdemont cuando se plantó en el centro de Barcelona, ha tardado la mitad de tiempo en detenerlos que en plantarse en la zona cero tras la riada. Grande, Marlaska. Lo logró una unidad antiterrorista venida a propósito de Madrid en helicóptero. Es uno de los tres equipos de élite del cuerpo especializado en sectas, grupos antisistema, movimientos racistas, xenófobos y, al parecer, ataques con escoba y paraguas. Como dijo Sánchez, estaban perfectamente organizados: llevaban botas, guantes, utensilios de limpieza, el almuerzo y se habían desplazado a Paiporta para echar un cable.
Marlaska dice que golpearon a Sánchez, pero no se han encontrado pruebas. Un bulo más que sumar al de la navajita o el del culo: el palazo a su sanchidad. No sé si habrán localizado a las señoras que golpearon al coche presidencial con su paraguas. Me extraña que se hayan ido todas de rositas. Quizá se aplique aquí algún sesgo de género, yo ya no sé. Este gobierno dejó escapar a mujeres que secuestraban a sus hijos y ponían denuncias falsas a los maridos, así que todo es posible.
El caso es que me llama la atención que, en medio de toda la inmensa cagada del sistema, las primeras detenciones sean estas: unos paisanos que arrimaban el hombro. Es curiosa la energía que pone Sánchez en perseguir al comando cepillo. Quizá piense que un atentado pueda borrar su actuación y auparle en las encuestas. Pero este tiene otra épica bien distinta. A Trump le pegan un tiro y a Sánchez le dan un escobazo. Quisiera pedir disculpas.
Además de agradecer el papel de todos los voluntarios y resaltar públicamente el esfuerzo que están haciendo las organizaciones de derechas, pregunté dónde coño estaban las juventudes podemitas. Fui injusto. He visto que las de Más Madrid, una semana después del desastre, han conseguido enviar un par de furgonetas. No es mucho comparado con los cientos de tráileres que entregaron los fachas. Pero algo es algo.
Recogen el material en su sede, por si alguien está interesado. A partir de las doce de la mañana, eso sí. Si son ustedes de madrugar, lleven sus donaciones a otra parte. Lady Paro todavía no se ha pasado por aquí. Me extraña, porque la vimos hace tiempo recogiendo un pellet en playas gallegas. Pero claro, estaba en campaña.
A Teresa Ribera, una de las máximas responsables del desastre, tampoco la hemos visto. Lo de Margarita Robles es increíble: ha conseguido que una de las instituciones más queridas por los españoles, el ejército, esté quedando como Cagancho en Almagro. Pero ante la catástrofe, eso sí, hay detalles que le reconcilian a uno con el ser humano: los sindicatos anuncian un paro de diez minutos. Impresionante. Yo me había asustado. Creí que iban a coger una pala, una escoba, y temí que se herniaran.