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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Dimitir no es un nombre ruso

27 de abril de 2017

Esperanza Aguirre ha presentado la tercera dimisión de su carrera política. Acosada por la trama delincuente del PP de la Comunidad de Madrid, Aguirre confirma que no fue capaz de controlar y vigilar a aquellos que la rodeaban y decide poner fin a su etapa en el ayuntamiento de la capital de España.

Sin estar investigada, imputada para los legos, Aguirre dimite como concejal tras sentirse engañada por Ignacio González, su mano derecha. Aguirre, con sus defectos y virtudes, es “rara avis” en el mundo de la política.

Los autodenominados regeneradores de la casta española no siguen el ejemplo de la dama pepera.

Juan Carlos Monedero es el único que ha dimitido en el ámbito de Podemos antes de llegar a ostentar un cargo con responsabilidad pública.

El profesor de la Complutense fue obligado a desaparecer de la primera plana política por sus chanchullos con Hacienda, pero a día de hoy sigue controlando los hilos ideológicos de la formación morada. En repetidas ocasiones Monedero ha confirmado su regreso a la política activa, una vez se haya enfriado su fraude fiscal (según calificación de los inspectores de Hacienda).

No dimite el mesías Pablo Iglesias, a quien un juzgado ha condenado a pagar las costas tras confirmar que el líder de Podemos recibió 272.000 euros del régimen de Maduro en un reconocido “«tax haven”. Iglesias, que se ha llenado la boca con críticas a quienes mantienen su dinero (legalmente) en paraísos fiscales, guarda ahora silencio tras confirmarse el pago de Venezuela en las Islas Granadinas.

No dimitió Íñigo Errejón, inhabilitado por la Universidad de Málaga como investigador, tras ser suspendido de empleo y sueldo por no acudir a trabajar en un puesto creado expresamente para él mientras realizaba labores de asesoramiento a Podemos.

No ha dimitido Pablo Echenique, secretario de Organización de Podemos, quien mantuvo a su asistente varios años sin alta en la Seguridad Social y con un contrato “en negro”, mientras trabajaba como científico del CSIC en Zaragoza con una nómina de 2.500 euros mensuales.

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No dimitió Ramón Espinar tras reconocer públicamente que utilizó su vivienda protegida, pagada con el dinero de su padre, condenado por las “tarjetas Black”, para especular con ella.

No dimite el jornalero andaluz Diego Cañamero, tras su enésima imputación por la justicia española. 

Tampoco dimitió Tania Sánchez, ex primera dama de Podemos, imputada por la adjudicación a la empresa de su hermano en el ayuntamiento de Rivas de contratos por valor de 1,2 millones.

No dimite la concejal madrileña Rita Maestre, condenada por un delito contra los derechos religiosos.

Y así podríamos seguir durante varias páginas, pero “Dimitir no es un nombre ruso”, tampoco para los cutres aprendices de Lenin que se forran en la política española.

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