Sánchez es un fetichista de las palabras y de las expresiones. Nunca propias, sino robadas, por supuesto. Por ejemplo, ha utilizado la palabra bulo hasta la extenuación. La nuestra, no la suya. Toda realidad que no le gusta es bulo.
En su penosísima cartaalaciudadanía, el presidente usó la expresión ‘máquina del fango’, tomada de Umberto Eco, para defenderse de las informaciones que afectan a su honesta, profesional y seria esposa. Desde entonces todo lo que hace la oposición, los jueces o los medios de comunicación desafectos al régimen en el desempeño de su trabajo es crear fango aquí y allá.
Lo que él llama ‘fango’, curiosamente los demás lo llamamos ‘caso’. Por ejemplo, tenemos pendiente el caso Delcy y las 40 maletas; el caso Koldo, que a estas horas debiera haberse llevado por delante a Francina Armengol como mínimo; el olvidado caso Tito Berni; el caso del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, responsable de la filtración de conversaciones secretas del novio de Ayuso, y lo que va camino de ser caso Begoña o caso Gómez, ya veremos cómo lo llamamos, a la que el juez Peinado ha retirado el DNI. Y así podríamos seguir un rato.
Sin embargo, ‘la máquina de fango’ me parece lo más acertada para definir la actividad gubernamental. Sánchez ha acertado con la expresión, pero no con el destinatario. Después de tantos años soportándole podemos decir que este Gobierno es la máquina de fango más eficaz del mundo. Todo lo que toca lo convierte en lodo.
Lodazal, más que fango, podríamos denominar al estado en el que nos ha sumido la política exterior del Gobierno. Después de insultar al presidente de la República Argentina de forma repetida, cuando es respondido por el afectado, Sánchez declara a su mujer ‘institución’ (española). Permítanme la nota personal: a mí nadie me ha amado tanto como para considerarme una institución nacional, o no me ha utilizado tanto. Apuesto más por lo segundo. El ególatra aprecia a los que tienen alrededor en la medida que le dan luz a él. No sé qué pasará con Begoña si es la causa de la caída de Pedro. Lo más seguro es que no habrá divorcio, habrá repudio, que es más fuerte, entendido como el acto de rechazo de algo que causa vergüenza. No porque la tenga –vergüenza–, sino para aparentarla, por supuesto.
Tierras movedizas, de las que absorben al que las pisa hasta tragárselo, es lo que dejó tras de sí Sánchez en su viaje a Israel cuando, después de ver el vídeo de las torturas a cientos de ciudadanos israelíes que le mostró Netanyahu, le regañó con una severidad solo propia de la soberbia de un psicópata. Con el próximo reconocimiento del Estado Palestino esta semana, Sánchez hará un daño a España difícil de revertir.
En definitiva, durante su mandato el presidente del Gobierno de España nos ha enemistado con Argelia, Argentina, Italia, Israel, nos ha sometido de hecho a Marruecos, y todo esto a pesar de haber gozado de una incomprensible buena fama en los ámbitos europeos –cosa que denota el nivel de las elites bruselenses–. Pero no todo es eterno, después de su lacrimógena cartaalaciudadanía algunos se han caído del guindo y le miran con otros ojos. La realidad pura y dura es que no es invitado a las reuniones de líderes europeos donde se habla de las cosas de comer, las cosas que interesan. España ya forma parte del eje del mal: Venezuela, Cuba, la Colombia de Petro, Irán y ¡Hamás! Esto no hay quien lo arregle.
En estas circunstancias, quizá consciente de su desprestigio, Sánchez sería capaz de invadir Las Malvinas con tal de que se deje de hablar de Begoña y del mal momento que atraviesa también con todos sus socios de Gobierno. En Sumar ahora mismo están más incómodos con él que Rufián de visita a su familia jienense. Por no hablar de ERC que ha pagado caro su apoyo al felón ni de Junts, con quien no termina de cuajar. Todo parece indicar que en España el único amigo incondicional de Sánchez es Bildu.
Así las cosas, el marido de Begoña nos puede sorprender en cualquier momento con unas elecciones o con cualquier otro circo. Lo único que podemos tener claro es que estamos ante otro golpe de efecto que rice su propio rizo y que nos sumergirá todavía más como nación en el fango. Pero no olviden que, ante semejante panorama, tenemos una ocasión de oro el día nueve de junio para expresarnos con rotundidad en Europa. No la dejen pasar.
