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La Gaceta de la Iberosfera
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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El estado de shock

13 de julio de 2022

Si hay algo que no necesita debate es el estado de la nación: es de shock. Todo va mal a ojos vistas. La economía se viene abajo como un castillo de arena que se opone a la subida de la marea; el Gobierno de España ha entregado el relato de nuestra democracia a la ETA; las pocas instituciones independientes padecen un cerco del ejecutivo que las quiere —como su nombre indica— ejecutar, sin descontar a la mismísima Casa Real, bastante sitiada en su agenda, en sus mensajes y en su moral. Se diría que hay poco que debatir.

Todo aquello que el rey constitucional que nos hemos dado no pudo decirle a Sánchez en Ermua, lo dijo Abascal

Como ha habido poco en el discurso de Pedro Sánchez. Demagogia para tapar la lógica y mucha promesa con el dinero nuestro que ya no tenemos, aunque nos lo sustraerán de todos modos por repercusión de las empresas a las que les suban los impuestos. La deslealtad de los socios del Gobierno vuelve a quedar en evidencia. Van a sacarle a Sánchez hasta los higadillos (que serán, de nuevo, los nuestros por repercusión).

Tampoco hubo sorpresas en el discurso de Santiago Abascal, por suerte. Todo aquello que el rey constitucional que nos hemos dado no pudo decirle a Sánchez en Ermua sobre los dos países, la paz y el blanqueamiento de ETA, lo dijo Abascal. Y denunció el desastre económico. Y el desmantelamiento del Estado de Derecho.

¿Qué valor real puede tener el debate sobre el estado de la nación, si el estado lo sabemos todos, y es crítico?

Sánchez lo oyó como quien oye llover porque él ya sabe bien lo que está haciendo. Y no le importa. Atiende las exigencias de sus socios, eso sí, y sólo porque le va su sillón en ello, que es lo que le importa.

Así las cosas, ¿qué valor real puede tener el debate sobre el estado de la nación, si el estado lo sabemos todos, y es crítico, y el debate es o un diálogo de sordos o un listado de mayores exigencias de los extorsionadores?

El interés está en el PP, me temo. Porque es el único del que no sabemos si sube o si baja la escalera, con perdón por el tópico. No vale con la crítica obligada al rebufo de la indignación que hay en la calle, pero dejando por detrás abiertos los canales de negociación sobre cuestiones tan esenciales como la renovación del CGPJ. O amparando en las comunidades la ley de la memoria histórica. O haciendo seguidismo de la agenda ideológica del PSOE y de Podemos.

Del mismo modo que Sánchez intenta que no veamos el estado de la nación con su humo demagógico, el PP de Feijóo puede estar tentado a que no veamos su colaboración de fondo con este estado de cosas con una crítica superficial que favorezca una alternancia gatopardesca (de noche todos los gatos son pardos). La cuestión básica estriba, por tanto, en saber si el PP se opone frontalmente al «Deep PSOE» o sólo tangencialmente, al sesgo, al PSOE nominal.

El discurso de Vox tiene su trascendencia mediática, para poner voz a lo que ya se sabe y como catalizador de una indignación popular creciente, que no encuentra ni bastantes ni altos cauces institucionales de expresión. Muy bien. Además, Abascal necesita recordar que su prioridad no es rivalizar con el PP, ni mucho menos, sino poner coto a Sánchez en su alocada carrera hacia delante.

El estado de la nación se juega (…) en la guerrilla de los plenos de los ayuntamientos de España y en las asambleas autonómicas

Sin embargo, las medidas que darán la medida del estado de la nación son esas iniciativas en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos gobernados por el PP para lograr que los populares se posicionen realmente contra la política de fondo del PSOE. ¿Derogarán los populares unas leyes de memoria histórica autonómicas que hacen seguidismo de la ley estatal que hace seguidismo de las directrices de Bildu que sigue el programa ideológico de ETA? ¿Buscarán alternativas que defiendan la vida del no nacido? ¿Cambiarán las exigencias climáticas exageradas y empobrecedoras? ¿Encararán los problemas profundos de una educación que cae en el adoctrinamiento y da por perdida la exigencia de excelencia? ¿Revertirán las políticas lingüísticas allá —Galicia— donde pueden hacerlo? Etc.

De una manera metafórica y acorde a nuestra tradición histórica, el estado de la nación se juega, más que en la gran batalla dialéctica del Congreso, en la guerrilla de los plenos de los ayuntamientos de España y en las asambleas autonómicas.

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