«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

El misterio del ‘míster’

22 de septiembre de 2023

Un partido político tiene bastante de equipo de fútbol. En mis tiempos juveniles, se decía que a los españoles, por independientes y orgullosos, se nos daban mejor los deportes individuales que los colectivos. Se citaba a Santana y a Severiano. Luego, los éxitos en todo tipo de deportes hicieron que aquella idea anarquistoide dejase de repetirse. Pero aquí nos valdrá como metáfora política distinta.

En un deporte en equipo uno no puede jugar por libre. Ni ponerse en la zona del campo que más le apetezca ni establecer él mismo la táctica. Puedes pensar que serías un magnífico delantero centro, estar firmemente convencido de que a tu equipo le haces falta rematando los córneres, pero si te colocan de defensa central con orden de no pasar del medio campo, te plantas en tu zona, o si te dejan en el banquillo, animas desde ahí…. Si te gusta decidir sobre la marcha, cosa que yo comprendo especialmente bien, hazte tenista y ya subes a la red o te quedas en el fondo o haces una dejada, según lo veas. Durante mucho tiempo yo no entendía que los equipos en apuros despidieran al entrenador en vez de a los jugadores que no corrían. Pero luego he visto que quien da las órdenes es quien tiene la responsabilidad, incluso de la apatía o del nerviosismo de un extremo izquierdo 

Por lo tanto, no voy a meterme con Borja Sémper. Le dediqué un tuit de dos palabras, y me temo que me pasé de locuacidad. El problema del Partido Popular es de dirección. Obsérvese como Sémper, que no es tan inocente como parece, ha dejado caer, como quien no quiere la cosa, que la dirección del partido sabía que él soltaría sus frases en euskera. Lo deja caer para que nosotros recojamos que no ha desobedecido al míster. El discurso de Gamarra también estaría amarrado por la dirección política del PP, aunque acababa de negarse al uso de las lenguas un ratillo antes de la salida euskérika de Borja. Y se supone que Ayuso, que corriendo por la banda derecha está siendo la más incisiva contra el uso de las lenguas regionales en el Congreso, también forma parte del equipo. El problema, por tanto, no es lo jugadores, sino de la dirección, que no los coordina bien.

Ni plantea con una visión de juego los choques. Ya pasó con la estrategia de las generales y ahora con el rifirrafe de las lenguas. Los bomberos se pisan las mangueras o, por no salirnos de la metáfora deportiva, unos se regatean a sí mismos y otros entran por la espalda a los de su propio partido. Marcan golazos en propia puerta. Esto favorece palpablemente a Pedro Sánchez. Después de la jornada plurilingüística en la sede de nuestra soberanía nacional, la opinión pública, que tenía muy difícil entender las cesiones de Sánchez, ha virado el foco y lo ha puesto sobre Sémper, incluyendo mi excesivo tuit de dos palabras, perdón. Cuando se haga la minuciosa historia del sanchismo, se verá que la estrategia del PP venía siempre a quitar la atención sobre los desmanes socialistas. En las campañas municipales, no, que estuvo sobre Bildu, y vaya si se notó en el resultado; luego María Guardiola y el inefable Sémper pidieron foco para ellos y contra Vox, y así salió la cosa.

Pero no debemos fijarnos en los jugadores. Hay un problema de planteamiento, de táctica, de estrategia. Incluso de preparación psíquica para enfrentarse al PSOE state of mind. Algo falla más allá de las cosas de Borja.

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