«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

El reparto (episodio 257)

28 de junio de 2024

Durante meses, años ya, el PP y su inmensa esfera de cacofonías locoides metió a la sociedad española en la empresa del antisanchismo: todos contra Sánchez, sin que pudiera perderse un solo voto. Eso justificaba su poco democrática y antielectoral presión sobre Vox.

Pero su antisanchismo, de repente y con la Amnistía caliente, se tomó unas vacaciones para firmar con Sánchez, Bolaños por poderes, el reparto de la justicia, el enésimo, ignominia que se acompañó del acostumbrado reformismo cosmético que deja la cosa en minucias y palabras que a nada obligan.

La esfera mediática del PP salió en tromba a cantar el triunfo del acuerdo y al hacerlo, en flagrante mentira, vimos claramente que su distorsión de la realidad y su falta de respeto a la inteligencia ajena es la misma del PSOE.

El PP es ya un partido asentado en la irrealidad y en un doble lenguaje que, en su caso, su triste caso, se disfraza de institucionalidad y de todos los mitos absurdos y ya hirientes de la Transición.

El PP es un partido institucional y por eso debía «desbloquear» la justicia, pero entonces ¿por qué la estuvo bloqueando durante años? ¿Acaso durante ese tiempo estaba siendo no institucional? ¿O dejó Sánchez de repente de ser el tremendo tirano que era?

Quizás el acuerdo entre eurosocialistas y europopulares fijaba un marco de entendimiento; en cualquier caso, Europa fue la excusa y el escenario para perpetrarlo, un photocall para dignificar el atropello. «Europa nos salvará», salmodiaban los catetos. Allí pactaron con Puigdemont, allí se rubrica el reparto de la justicia… El consenso sale de gira y como dos díscolos firmaban Pons y Bolaños bajo la mirada atenta de la señora europea, también moderadora, garante y árbitro, facultades que decían eran del «soberano», nuestro firmarca.

El partido que gobierna tiene el Ejecutivo, el Legislativo, la mitad (que es siempre la mitad más uno) del órgano de gobierno  judicial, el Constitucional, el BOE, el Estado, el sector privado participado y es el mayor anunciante en los medios y eso, si se porta bien, se lo puede repartir una vez por generación (una sola) con el PP, que mientras tanto tiene su parte de los medios, la justicia, numerosas Autonomías…

¿Quién en su sano juicio renunciaría a eso?

Lo crucial del PP no es que traicione a la derecha, que defienda, por ejemplo, algo equivocado sobre la inmigración. Lo malo del PP es que constituye la otra pata de un sistema antinacional y antidemocrático de reparto del poder que tiene su propia inercia. A tal fin se combinan dos estilos. El PSOE miente de un modo descarado y descacharrante; el PP se camufla, se hace el tonto, juega al disfraz.

Todo ha sido un teatro, como lo fue su pantomima por la Amnistía. Ya estaba todo pactado, como debe de estar pactada la siguiente vuelta de tuerca. No tenemos edad ya de hacernos los sorprendidos.

Coincidir con el PP aquí o allá no es tan relevante como coincidir en el discurso. No hay una «derecha», ni un «antisanchismo», ni una posición ideológica común que sea más importante y significativa que su condición de socios del PSOE y núcleo del Régimen y por tanto enemigo político de cualquier posición española y nacional.

.
Fondo newsletter