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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Elogio de Pablo Iglesias

26 de octubre de 2020

Aquí somos muy de aplaudir lo bueno hasta de los malos; y lo verdadero y lo bello, en cuanto lo tienen. Por puro tomismo. El Aquinate dijo una de las frases más hermosas y hondas de la historia universal: «Omne verum a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est». [Summa Theologiae I-II q. 109. a 1, ad 1], o sea, «Todo lo que es verdadero, no importa quién lo diga, viene del Espíritu Santo», nada menos. Si usted, aunque sea mi contrincante o mi enemigo, dice una verdad, verá —si se fija— un brillo de adoración delegada en mis ojos.

Pablo Iglesias tuvo en su contestación a Pablo Casado dos momentos de auténtica inteligencia y finura, y no me duelen prendas en aplaudírselos, porque además nos aclararán lo que pasó de veras en la moción de censura. Advierte Adriano Erriguel, autor del imprescindible libro Pensar lo que más les duele (HomoLegens, 2020), que «la primera regla de la batalla cultural es saber leer al enemigo». Así que, cuando es el enemigo el que sabe leer, compensa releerlo. Y nadie leyó a Pablo Casado sobre la marcha en la moción de censura como el rápido Iglesias.

Casado pedía turno para entrar en la pomada, reconociendo con el gesto a Sánchez como un Sagasta siglo XXI. Renunciaba formalmente a desmontar el tinglado. Ése es el canovismo que Iglesias le aplaude

Por suerte para nosotros el profesor que lleva dentro no pudo evitar subirse al estrado a impartir su lección magistral; aunque vacilándonos un poco, con esa vanidad sobrada que también lleva dentro. 

La primera clave fue cuando se apresuró a concederle a Pablo Casado el título de Cánovas del Castillo del siglo XXI. Parece un inmenso elogio, sobre todo si lo oye un conservador, pero hay que ver quién lo decía y en qué circunstancia. Iglesias había visto que Pablo Casado, repudiando las batallas cultural y política de la derecha, estaba llamando a la puerta del sistema político recién rubricado en un manifiesto contra Vox firmado por Bildu, ERC, Podemos y el PSOE, entre otros. Casado pedía turno para entrar en la pomada, reconociendo con el gesto a Sánchez como un Sagasta siglo XXI. Renunciaba formalmente a desmontar el tinglado. Ése es el canovismo que Iglesias le aplaude y al que, con regodeo, le da la bienvenida. Luego, si le llega el turno o no le llega —que todo puede ser—, ya será otra cosa, y por ahora está en la cola.

La segunda clave fue aún más extraña y, por tanto, más transparente aun en su ironía. Iglesias le recomendó (con tono paternal) que se dejase de extremismos «y volviese a Donoso Cortés». Donoso, el preclaro marqués de Valdegamas, no era precisamente un moderado al uso. Es como si alguien me aconseja que me deje de fundamentalismos y vuelva de una vez por todas al conde de Maistre. Los más leídos empezaron a reírse del colosal error filosófico de Pablo Iglesias.

Pero ¿y si no fue error, sino troleo? Porque Donoso Cortés explica claramente en Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, su libro más importante y conocido, y que un profesor universitario de Políticas como Iglesias debe de haber hojeado, que el liberalismo está condenado a disolverse en el socialismo, porque éste es más fuerte. Según Donoso, que retrató con 170 años de antelación a este PP que le gusta a Iglesias, el liberalismo carece de los principios (dice, más claro que yo, que «carece de una teología») que sí tienen —aunque contrapuestas— el catolicismo y el socialismo.

Cuando Iglesias aplaudió a Casado: «Ha hecho un discurso político brillante» tenía la vanidad tácita del crítico que sabe que él es el primero que ha sabido ver su brillo con todas sus consecuencias

En realidad, Donoso Cortés se adelantó a la segunda ley de la política de Robert Conquest, según la cual «Toda organización que no es explícitamente de derechas antes o después acabará siendo de izquierdas». En consecuencia, el taimado Iglesias abrazaba con sus disolventes brazos al Casado que en la tribuna había repudiado y caricaturizado a la derecha para autocoronarse de equidistante y tunearse de turnista. Pablo Iglesias, Robert Conquest y el taimadamente mentado Donoso Cortés sabían que «Tertium non datur», por decirlo en latín, como habría apostillado santo Tomás de Aquino, dispuesto a admirar al líder de Unidas Podemos por su lectura verdadera y sagaz. La mención a Donoso complementa y sella la mención a Cánovas, porque, incluso si alguna vez corriese el turno y Casado llegase al poder, sería ideológicamente más de lo mismo.

Cuando Iglesias aplaudió a Casado: «Ha hecho un discurso político brillante» tenía la vanidad tácita del crítico que sabe que él es el primero que ha sabido ver su brillo con todas sus consecuencias. Ha sabido leer al enemigo; y al sesgo de Cánovas y de Donoso Cortés, encima. No seamos nosotros menos.

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