«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

De un equívoco bloque amigo

17 de marzo de 2017

De entre la multitud de errores de la Unión Europea, el intento de adoptar a Turquía como nuestro, como otro país europeo, es el que menos discusión admite. Ese y elno establecer una alianza con Rusia. Es Ley no escrita el tejer lazos con países ajenos a la identidad europea, quizá este sea otro por el cada día aumenta el número de los que recelan –recelamos- de las políticas comunitarias.

 

En cuanto a Turquía y al margen de que su presidente, Erdogan, me parezca un sujeto de lo más estomagante o me apene que sus explosivas comparaciones aún no hayan caído por España -siempre es buena noticia que cuando a un asesino se le calienta la boca te toque algo, aunque sea la etiqueta de nazi-, he de decir que es astuto. Conoce bien la debilidad de los líderes de esta Europa y se frota las manos con ello, sabe que necesitan de Turquía para que siga siendo esa barrera que impida la llegada de miles de inmigrantes sirios que huyen de los carniceros a los que apoya y compra el petróleo a buen precio, a pesar de haber comenzado a operar conjuntamente con Rusia en territorio sirio a principios de este año para acabar con el Estado Islámico. Como he dicho, se trata astucia. Erdogan ha comprendido que Rusia tiene una gran influencia sobre Siria, Irán y Egipto, y que más vale llevarse bien con Putin, aunque siga con su doble juego. Pero de eso no va hoy el asunto, sino de las tensiones entre la Unión Europea y Turquía.

 

El mandamás turco ha logrado encumbrarse tras la prohibición de los mítines a favor del referéndum que se celebrará el mes próximo en Turquía, y que de resultar positivo, otorgará más poder al islamista, en los Países Bajos y Alemania presentando la situación como una conspiración contra Turquía y el islam. Y no lo digo yo, el propio Recep lo ha denunciado, pero éste ha preferido utilizar la palabra «cruzada». Por otro lado, su ministro de Asuntos Exteriores que una semana después de atacar al Ejecutivo de Angela Merkel insistiendo en que no les diesen lecciones de derechos humanos y democracia y que ellos –los turcos- solo se arrodillan ante Alá, amenazaba con una guerra de religiones en suelo europeo. De eso Turquía sabe bastante, y de limpiezas étnicas. Y no me refiero al genocidio armenio. Se dice que el que avisa no es traidor, y si en los Países Bajos residen 400.000 personas de origen turco, en Alemania cuatro millones. Y todo ello, sin tener en cuenta que desde la primavera del pasado año los ochenta millones de turcos pueden circular libremente por la zona Schengen sin necesidad de visado o los seis mil millones de euros con los que Bruselas ha premiado a Turquía por enriquecerse a costa del éxodo masivo de ciudadanos sirios, consecuencia de una guerra de la que, como he dicho, es actor. Un negocio redondo. Aún así, más valdría comprarle un bozal a este señor, con el presupuesto de la Alianza de Civilizaciones, por ejemplo.

 

Una primera conclusión es clara: nuestros gobernantes se han equivocado de aliados, desde Turquía hasta los buenos chicos de Israel pasando por los sátrapas del Golfo. Le sigue la de que para Europa es necesario que haya paz en Oriente Medio. Nos interesa políticamente, a diferencia de a los del bloque amigo, que no escatiman en esfuerzos a la hora de sembrar la discordia en ciertos países. Pero suficiente por hoy, no soy una docta en geopolítica y me he metido casi sin darme en terreno pantanoso del que ya veré cómo salgo, aunque considere que no hay nada tan hipócrita en política como intentar mantener una fachada por responder a una ideología o sigla. O sencillamente a esa corrección por la que gimoteamos a diario. Así me luce el pelo.

Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos me libro yo…

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