«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Yo estudié en el colegio Valdeluz

16 de febrero de 2014

El sórdido caso del profesor que, presuntamente, siempre presuntamente, abusaba sexualmente de varias pequeñas en un centro escolar de Madrid ha vuelto a poner sobre la mesa las miserias de ésta profesión; del oficio de informar y del embrutecimiento de la masa que sólo está dispuesta a consumir el producto informativo si éste lleva un determinado aderezo.

Sí, yo estudié en el Colegio Valdeluz… y en doce años jamás vi nada extraño… ni curas pederastas, como he llegado a leer éstos días –aunque la extrema izquierda y los devoradores de carne cruda, en su exacerbado analfabetismo funcional sean incapaz de diferenciar curas, frailes o seglares que de esto último también había entre el profesorado de aquel centro-. Ya entonces era considerado y lo sigue siendo uno de los mejores de todo Madrid, por su excelencia, por la calidad de las enseñanzas impartidas y por la educación recibida, que no se limitaba a una mera transmisión de conocimientos sino a la formación integral como personas de todos los que por allí pasábamos. Por eso lamento mucho todo lo que está ocurriendo. En especial por personas intachables, como el padre Eustaquio, que para nosotros siempre fue el padre Eustaquio, profesional cabal y mejor persona que ha tenido que ver su cara reflejada en los telediarios sin tener arte ni parte, probablemente, en nada de lo que dicho o escrito en los últimos días.

 

Ahora, las redes sociales se llenarán de basura… de reales o presuntos exalumnos de aquel centro diciendo que tal o cuál profesor se tocaba sus partes en clase, o que en los vestuarios de una vez algún tipo, que no era profesor pero sí monitor de extraescolares de tal o cual arte marcial le insinuo que no sé que…

 

Espero y deseo que las acusaciones de éstas chicas sean veraces. Que no sean, como hemos llegado a ver en algunos casos, el fruto de la mente de un grupo de adolescentes en una edad complicada que decide que alguien, en éste caso un profesor, es su enemigo. Estoy seguro de que las acusaciones serán ciertas… claro. También estoy seguro de que no considerarán firmes hasta que la autoridad judicial así lo dictamine. Y que antes, policía, peritos judiciales que deberán interrogar a éstas chicas y demás piezas de la maquinaria judicial, a los que no es sencillo engañar, harán su trabajo. Y lo harán bien. Y tan seguro estoy de ello que no contemplo, ni como una posibilidad entre un millón de que, de los hechos relatados, sugeridos, denunciados, no haya nada… o muy poco. Porque si esa posibilidad se diera, las consecuencias serían catastróficas. Para una Institución cuyo nombre va a quedar arrastrado de por vida. Para un profesor y para su familia a quién nadie le devolverá el honor y la imagen pública perdida. Y también debería serlo para quienes hubieran promovido unas denuncias sin fundamento -que seguro que sí, que lo tienen- pero que, sólo si se diera ese caso, deberían responder, o sus representantes legales hacerlo por ellas, también ante la Justicia.

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