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Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Poeta, columnista y ensayista. Sus últimos libros son 'Verbigracia', (2022) poesía completa hasta la fecha; y 'Gracia de Cristo' (2023), un ensayo sobre el sentido del humor de Jesús en los Evangelios

Etiam si omnes ego non

7 de febrero de 2022

Hay una segunda historia muy interesante en la marxista —versión camarote de los hermanos ídem— sesión del Congreso donde el diputado popular Alberto Casero ha ganado fama imperecedera. La equivocación también de los populares que votaron a favor de la ley que considera delito rezar delante de los abortorios. El 90% del grupo popular votó mal (¡90%!), esto es, que sí, ea, que es delito.

El hecho de que todo el run-run político y mediático haya girado en torno a lo de Casero se entiende. Demasiado bien. Fue un error que regaló una victoria a Pedro Sánchez de enorme trascendencia estratégica. Casado tenía la oportunidad de haber asestado un golpe táctico al rival, e hizo el bobo por persona superpuesta. Se entiende el desamparo de propios y el despatarre de ajenos. 

En cambio, el error en el caso de la ley en contra de los movimientos pro-vida no tenía ninguna trascendencia cuantitativa ni competitiva. Así que tanto en Génova como en el Grupo Parlamentario quitan hierro a la equivocación, añadiendo además que, como había que votar de nuevo la ley, y ahí lo hicieron bien, por fin… pues no había pasado nada, y vámonos que nos vamos.

Yo no iría tan rápido. A bote pronto, hay que entender que un grupo parlamentario que se equivoca votando, más aún tras el escándalo del casero Casero, transmite una imagen de ineficacia casi patológica. Nada que le convenga a la imagen de Casado.

La defensa de la vida no les importa a los diputados del PP ni para estar pendientes de qué votan frente a una ley que pisotea derechos fundamentales

Pero se hace necesario ir al fondo. No se han equivocado en un tema cualquiera. De hecho, el error de Casero fue en una materia mucho menos sensible. Éste ha salvado una ley laboral que no tiene ningún problema ético entre sus líneas y que, con los retoques cosméticos de Yolanda Díaz, reproduce el espíritu de Fátima Báñez.

El problema de la equivocación de los diputados del PP no son sus consecuencias, sino sus causas. La defensa de la vida no les importa ni para estar pendientes de qué votan frente a una ley que pisotea derechos fundamentales de los españoles y que aprieta todavía más el cerco contra los que van a nacer. No les deja ni la defensa desesperada de la esperanza.

Que no ha sido una equivocación aislada o puntual lo demuestra la trayectoria del Partido Popular. Hace poco el alcalde José Luis Martínez Almeida, para costearse los votos de la izquierda a sus presupuestos, quitó las ayudas públicas a la Fundación Madrina, y dijo: «Poco me parece». Como el que ha hecho un negocio redondo. A Ruiz-Gallardón lo defenestró Rajoy por proponer una norma levemente menos irrespetuosa con el aborto; y, antes, los abortos crecieron exponencialmente bajo el mandato de Aznar, que no movió un pelo. Sí movía el pelo a favor del aborto Celia Villalobos. Etc.

La izquierda dice que «el aborto es sagrado», y yo estoy convencido de que para ellos no es una metáfora. El PP ha demostrado que quizá no sea creyente, pero que es practicante. 

Queda claro que ni para Génova ni para la dirección del Grupo Parlamentario, la moral y el honor del sentido del voto tienen peso

Por eso, la equivocación no es un mero despiste que demuestra una incompetencia funcional generalizada (79 diputados se equivocaron de 88). Es también la evidencia de que esta cuestión no consta como una preocupación íntima de sus señorías populares. De serlo, habrían estado pendientes del sentido de su votación como un asunto de vida y muerto. Que es lo que es.

Por último, queda claro que ni para Génova ni para la dirección del Grupo Parlamentario, la moral y el honor del sentido del voto tienen peso. ¿No le quitan importancia al error porque su voto no habría de cambiar el resultado final? Hay una subconsciente entrega al utilitarismo. Esa famosa foto del obrero que no hace el saludo nazi (el único) entre la masa enfervorecida, ¿no les dice nada? No hay mayor emblema de la nobleza que el lema latino: Etiam si omnes ego non. Aunque todos, yo no. El voto siempre puede tener ese sentido de rebelión a favor de la razón y de la vida, aunque sea solitario y apenas logre otra cosa que romper una unanimidad aplastante.

Luego votaron bien, a favor de la libertad y de la vida, en efecto. Y se les aplaude. Pero nos queda la fundada sospecha de que no es un asunto que les desvele lo más mínimo. Estaría muy bien que para “quitar hierro” a esa equivocación, en tantos sitios como gobiernan, pusiesen en pie medidas, subvenciones, ayudas, campañas y normas por la vida.

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