«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)
María Zaldívar es periodista y licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Católica de Argentina. Autora del libro 'Peronismo demoliciones: sociedad de responsabilidad ilimitada' (Edivern, 2014)

Europa en terapia intensiva

25 de mayo de 2024

Aquellos que miran con recelo el crecimiento de una derecha dura en distintas regiones del planeta, tienen que entender que el proceso responde a la debilidad del liderazgo de quienes debieron representar la democracia liberal, que no fueron capaces de sostener y defender con energía los valores de Occidente.

Con un artículo que llevaba el título «No insistamos más con la inmigración y pongamos la semilla en la integración«, el entonces alcalde de Londres, Boris Johnson, replicaba los resultados del último censo que indicaban un ingreso creciente de migrantes a Inglaterra. El mensaje es claro y suena a capitulación. Lo que pasó, pasó; veamos cómo seguir estaba diciendo. La marea humana de la que no dieron cuenta durante décadas ya está allí y ahora, inocultable, buscan formas de convivencia.

Y entonces nacieron las buenas intenciones y las excusas. Pero resulta ser que el bien pensante «multiculturalismo» al que quisieron apostar las izquierdas woke tampoco funcionó, y la avalancha islámica inundó una Europa distraída y debilitada en sus valores. Ya cuando esta tendencia era un hecho, la entonces canciller Angela Merkel, allá por el año 2010, hizo referencia al tema y admitió el error de creer que la integración se daría sola. En la misma línea se declaró el presidente francés Nicolás Sarkozy, quien admitió «la verdad es que en todas nuestras democracias nos hemos sentido demasiado preocupados por la identidad de quienes han llegado y no lo suficiente por la identidad del país que les da la bienvenida». Y así, uno a uno los líderes europeos fueron admitiendo un grave error de diagnóstico. Menos Pedro Sánchez y las izquierdas con las que él acuerda para su supervivencia política. Todos ellos siguen negando el daño irreversible que provocó la inmigración descontrolada y alientan la continuidad del proceso. Por eso es aún más complejo en España enfrentar el tema y plantear acciones y soluciones.

El escritor británico Douglas Murray, como algunos otros divulgadores inclusive anteriores a él, viene advirtiendo sobre el derrotero de Europa, su cambio de fisonomía y el desprecio por sus tradiciones que parecen haber envuelto a sus ancestrales ocupantes. El lo explicó con calma y profundidad pero sin anestesia en La Extraña Muerte de Europa, cinco años atrás. «Mis interlocutores no manifestaban hacia nuestro continente grandes sentimientos de generosidad o agradecimiento (…) Para todos ellos Europa era el lugar en donde creían poder vivir mejor» dice Murray después de una extensa recorrida por los campos de refugiados.

Imposible dejar de mencionar a Oriana Falacci, quien lo había advertido tres décadas antes.

Los políticos europeos que militan con devoción religiosa la Agenda 2030 y cuyo estandarte llevaban orgullosos en sus solapas, súbitamente se lo han quitado. Tanto pero tanto han hecho por las élites de Bruselas que han corrido del centro de las políticas de la Unión Europea el bienestar de los pueblos que la integran. Una cuenta de la red social X que parodia estos lobbys con infinita ironía, describe el futuro global si se continúa por este camino: «El mundo ya no estará gobernado por superpotencias como Estados Unidos sino por las partes interesadas del Foro Económico Mundial como Blackrock o Bill Gates» y remata con una muletilla que ya es un clásico: «y serás feliz» mientras se burla del «dream green», el «climate hystery» y los «activistes» de todas las causas woke. Ojalá el humor corrosivo haga el trabajo que nos debe, salvo honrosas excepciones, la dirigencia política.

Porque esta agenda también plantea los movimientos migratorios con una candidez de película infantil y con ello ha hecho un valioso aporte al relato verde y del que se desprenden miradas antagónicas sobre los hechos que mantienen en vilo a Europa.

Santiago Abascal, titular de VOX, rechaza la Agenda 2030 y el Pacto Verde porque, entre otros males, insiste con que ambas “representan una sentencia de muerte para la ganadería y la agricultura”. Abascal también expone la docilidad del Partido Popular para con esas políticas y denunció un pacto entre los populares y el socialismo del PSOE en Bruselas, donde ambas expresiones políticas votan prácticamente todo en espejo.

La batalla contra la Agenda 2030 no es una; son muchas. Hoy se le suman los conflictos Ucrania-Rusia y Franja de Gaza, frente a los cuales no caben dualidades.

La preocupación de VOX es atendible porque «los otros» no se detienen. Mientras Yolanda Díaz, vicepresidente del gobierno español, utilizó el lema del grupo terrorista Hamas para definir su posición política: «Palestina será libre desde el río hasta el mar», Pedro Sánchez se expresaba en su cuenta de la red social X el pasado jueves adelantando que «el próximo martes 28 de mayo España aprobará en Consejos de ministros el reconocimiento del Estado de Palestina. Ha llegado la hora de pasar de las palabras a la acción. Por la paz, la justicia y la coherencia» Si algo no se le puede negar al mandatario es coherencia. El presidente del gobierno español ha sido siempre un fiel defensor de Palestina y Hamas y hoy corona su afinidad con tamaña determinación. Por estos días, Sánchez mantiene conversaciones con el premier del Líbano, como inequívoca demostración de su inclinación ideológica.

Esto y llamar a la desaparición del estado de Israel es lo mismo. No se estarían divisando los objetivos de paz y justicia a los que hace referencia Pedro Sánchez, en tanto las proclamas antisemitas han provenido del vértice del poder. «Tenemos que seguir trabajando para acabar con el genocidio» abundó su vicepresidente que, al decir «del río al mar» implica inequívocamente, el territorio de Israel.

Estamos a unos días de las elecciones europeas y, con ellas, una nueva oportunidad para torcer el rumbo. El continente se encuentra inmerso en conflictos de gran porte que ya no puede ignorar y que comprometen su bienestar y el de las generaciones venideras. Es de esperar que dejen de validar el despropósito que impuso la Agenda 2030 y elijan con cordura un camino serio que no implique comer insectos para ser felices.

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