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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Existe una genética política?

25 de mayo de 2017

Es obvio que hablando con rigor no se puede hablar más que figurativamente  de una genética política,  por ello usamos la palabra únicamente como un modo de  querer indicar de alguna forma  esa tendencia observada objetivamente a lo largo del tiempo en determinados partidos políticos, especialmente en sus dirigentes,  a reproducir esquemas y escenarios de tiempos pasados. No me estoy refiriendo evidentemente a una filosofía política común, ya que esta es la que conforma las bases ideológicas de dichas  formaciones y les dan continuidad, me refiero a los comportamientos y actitudes de sus miembros ante los desafíos que van surgiendo con todas sus variantes a lo largo del tiempo.    

La adopción de determinados modos ofensivos e intransigentes que aparecen una y otra vez,  guardando las distancias de personas, época y lugar, ofrecen un paralelismo que induce a pensar que tales conductas obedecen más a un patrón prefijado por alguna peculiaridad sustantiva ajena a  la evolución normal ideológica del partido, es como si fuera una fijación específica nacional.

No se trataría tanto de la lógica continuidad de una filosofía política, que al mantener visiones y teorías coincidentes sobre la persona humana y el mundo, una común  creencia en unos axiomas o supuestos básicos,  sería normal, sino de algo más personal, algo que afecta a las personas y su carácter.

Por ello tiene una gran importancia, por lo que tiene de amenazante para la paz del país, el resultado de la reciente elección del secretario general del PSOE, vistos los antecedentes históricos de dicho partido. Desgraciadamente el abandono, peor aún, la manipulación llevada a cabo sobre la reciente historia de España, ya fuese en mi generación como en las actuales, que han pasado sobre los orígenes, evolución, razones y causas de la crisis de la republica y la guerra civil, es una laguna cultural gravísima, pues esto que vamos a decir es algo que desconoce la mayoría de la población actual de España y por tanto están posiblemente condenados a repetirla con variaciones y matices pero en el fondo siguiendo el mismo guión.

Si el modelo de socialismo moderado toca a su fin tendremos que dar la bienvenida al viejo modelo: su antecesor durante la república. Un partido socialista marxista radical, que defenestró a la facción más razonable  social demócrata de Besteiro, y que se decantó por los radicalismos, primero de Prieto, que organizó el golpe de estado y rebelión del año 34, cuando las derechas ganaron las elecciones y que fue principal responsable del asesinato de Calvo Sotelo, líder de la oposición,  que fue sustituido a su vez al poco tiempo por el más radical todavía: Largo caballero,  que buscó la alianza con los comunistas y acabó fagocitado por ellos a través de su figura final: el pro soviético Negrín. Resumiendo: un partido socialista que se alineó en un frente popular con todos los movimientos anarquistas y separatistas del país, para acabar descalabrado al final de la guerra, desapareciendo en la oscuridad de los tiempos en la etapa franquista, para resucitar merced a un apoyo concertado internacional occidental, sobre todo del SPD alemán, como una cuña para cerrarle el paso al poder al partido comunista que seguía anclado en la Unión Soviética.

Ese renovado socialismo español supuso un cambio notable sobre aquel socialismo de preguerra: entrada en la OTAN, economía de mercado, libertad de enseñanza y religiosa, política de borrar el pasado, en fin un partido hecho a imagen y semejanza de las socialdemocracias europeas…  Un partido de gobierno, de hecho el que más gobernó durante esta etapa de la historia de España; parecía que la situación política se había estabilizado, con sus carencias, éxitos y fracasos, virtudes, problemas, defectos y corruptelas, pero el país ofrecía una garantía de continuidad para el futuro de una España democrática en el seno de una Europa Unida.

Todo ese panorama comenzó a cambiar tras el funesto atentado del 11-M, donde al no haberse aclarado la verdadera y profunda autoría del mismo, desde entonces se instaló en la sociedad española una duda existencial que continúa flotando como piedra de toque en la comprensión de la que a continuación, lenta pero inexorablemente, se produjo con la llegada al poder de un hombre, del viejo cuño radical de un socialismo reivindicativo: Rodriguez Zapatero. Este personaje ha pretendido y ha conseguido, para nuestra desgracia como nación, tras tantos sacrificios en el  pasado más reciente,  alterar el curso de la historia, manipulando datos y potenciando mitos,  resucitando viejos odios y rencillas, criminales conflictos regionales de infausta memoria, provocando a las creencias tradicionales al más puro estilo de preguerra, evitando, eso sí, la confrontación directa, no fuera  ser que se le opusieran con contundencia. Desgraciadamente una derecha, dormida y amancebada con el bienestar, fue incapaz de reaccionar ante tal giro de la circunstancias, por pasotismo por cobardía o por pura pereza, lo cierto es que tampoco estuvo a la altura, y eso propició que un sector del partido socialista volviera a las antiguas andanzas  y volviera a contemplar la idea de un nuevo “frente popular”. Los  arcanos separatismos envalentonados ante tanta pasividad se han lanzado a dar el salto adelante en un nuevo intento de asalto al poder ¡Pásmense como en el 36!  En el nuevo secretario general Pedro Sanchez se dan todas las características de aquel viejo socialismo revolucionario: la unión de los radicales en un frente popular, unidos a los regionalismos transformados en separatismos de facto. Es cierto que la crisis económica ha agravado el panorama pero no ha sido el elemento determinante, los defectos estructurales de la organización constitucional del 78 han sido aprovechados más allá de cualquier sueño previsto en el momento de su elaboración.

 

Es muy probable que este socialismo tradicional de Pedro Sanchez no coseche más votos, incluso probablemente tenga menos, como propició maquiavélicamente el propio gobierno del PP, pero fusionado con los extremos, es un movimiento  para desplazar del poder a un sistema de gobierno, con el cual, más o menos, parece que los españoles habían llegado a un acuerdo de paz. Si se rompe ese equilibrio se rompe el sistema, falta por ver entonces cuál podría ser la reacción ante un asalto al poder de grupos radicales, colectivos revolucionarios  que amenazan una vez más la propiedad privada y la libertad de conciencia. Que nadie se equivoque, el que ahora esa reacción parezca imposible, pues no se ven en el horizonte fuerzas capaces de instrumentar una contracorriente, o que tarde en llegar, no significa que ante la imposición de un régimen de esas características no vaya a producirse un rechazo a semejante forma de gobierno. Este  nuevo  PSOE vuelve a reventar el invento…

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