«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Estudió Derecho en la Universidad Navarra y lo enseña en un instituto de secundaria de Puerto Real. Ha publicado seis libros de poesía, recogidos en 'Verbigracia' (2022), tres dietarios (el más reciente, 'Un largo etcétera', 2017), tres colecciones de sus columnas periodísticas (la última, 'El burro flautista', 2019), dos libros de aforismos, 'Palomas y serpientes' (2016) y 'El vaso medio lleno' (2021). Ha traducido a Mario Quintana, a G. K. Chesterton, en prosa y en verso, y el Tomás Moro, de William Shakespeare, nada menos, y de otros. Codirigió la revista literaria “Nadie parecía”.

Biografía

Enrique García-Máiquez (Murcia, pero Puerto de Santa María, 1969). Estudió Derecho en la Universidad Navarra y lo enseña en un instituto de secundaria de Puerto Real. Ha publicado seis libros de poesía, recogidos en 'Verbigracia' (2022), tres dietarios (el más reciente, 'Un largo etcétera', 2017), tres colecciones de sus columnas periodísticas (la última, 'El burro flautista', 2019), dos libros de aforismos, 'Palomas y serpientes' (2016) y 'El vaso medio lleno' (2021). Ha traducido a Mario Quintana, a G. K. Chesterton, en prosa y en verso, y el Tomás Moro, de William Shakespeare, nada menos, y de otros. Codirigió la revista literaria “Nadie parecía”.

Feijoo y su foto fija

1 de marzo de 2023

Sostengo que los políticos cruzan un día una estrecha línea roja a partir de la cual la desafección de sus votantes no tiene marcha atrás. En otras ocasiones he enumerado ejemplos recientes: el chalet de Galapagar de Pablo Iglesias, la espantada catalana de Arrimadas, las fiestas de Boris Johnson, el incomprensible ataque furioso de Casado a Abascal en la primera moción de censura o Albert Rivera forzando las segundas generales. El caso Mediador no será la línea roja de Pedro Sánchez, ni con su Tito Berni y todo lo que conlleva de corrupción, diputados socialistas, drogas y prostitución. No será su línea roja, porque ésta ya la cruzó con la ley del sólo sí es sí de su Gobierno.

La relevancia política de Tito Berni será otra, sin perjuicio de la relevancia moral y de la jurídica. Afectará a Feijoo. Indirectamente, por supuesto, de rebote. El líder del PP ha hecho bandera de despreciar la moción de censura de Vox, aunque se presenta a un candidato independiente y con el único propósito de manifestar un rechazo completo a la gestión socialista. Es posible que Feijoo haya hecho sus cálculos muy cuidadosamente en el Excel que tanto dominan en Génova. Y haya decido que no le conviene votar que sí a una moción de censura contra Sánchez.

A mí, a la cuenta María, no me salen los números de Feijoo. Pienso que sería una crítica más oblicua a Vox votar que sí a su moción, aunque criticándola, pero sin echarse encima el oprobio de no haber hecho lo posible y lo imposible contra Sánchez. Con todo, concedo a los del PP que puedan ser mucho mejores con los números y las tácticas que yo. Hasta aquí, vale. El problema para Feijoo estriba en que está haciendo sus cálculos con la foto fija de cuando se planteó la moción y no cuenta con que la degeneración del Gobierno de Sánchez y el consiguiente hartazgo de los españoles crece por semanas, por días, por horas. Lo del Tito Berni es paradigmático. ¿Es posible no votar contra un Gobierno apoyado por diputados de esa calaña que hunden el prestigio de la política y de la administración española hasta el fango? Y vendrán otros sucesos, nuevas cesiones al nacionalismo y más inflación. Etc.

Todo eso irá sumando en el debe de un Feijoo que se abstuvo en la moción de censura contra Sánchez. Está en un tris de marcarse un Casado. La estrella de Pablo Casado, si uno analiza su trayectoria política, empezó a declinar el mismo día de la moción de censura en que arremetió contra Abascal. La prensa afín, sin embargo, no lo vio venir. Lo puso por las nubes y aplaudió su porrazo intempestivo a la derecha. Quizá en las 24 o 48 horas siguientes tuviesen razón, en la foto fija. Pero a medida que fue pasando el tiempo y Pedro Sánchez siguió actuando, el electorado natural del PP no olvidaba que su líder se puso en contra de la moción. Feijoo haría bien en repasar minuciosamente el devenir de aquellos acontecimientos, a partir de los cuales Pablo Casado no volvió a levantar cabeza. También la fluctuación de aquellos apoyos mediáticos tan firmes que se disolvieron en el aire a las primeras de cambio.

Y nada más, porque no quisiera dar la impresión de que quiero convencer de nada a don Alberto Núñez Feijoo. Yo analizo lo que pasará teniendo en cuenta lo que pasó y, sobre todo, sabiendo que Pedro Sánchez y su Gobierno y su partido darán, de aquí a las elecciones, sobrados motivos para que muchos votantes del PP no entiendan retrospectivamente cómo se dejó pasar la mínima oportunidad de hacer la oposición más cerrada y compacta. No estamos en una foto fija, sino en la sesión continua de un desmoronamiento absoluto.

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