«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

“Fepública judicial”

2 de abril de 2014

Hay muchos tipos de Repúblicas. En unas me gusta estar, por ejemplo la francesa en la que dimiten los gobiernos si tienen malos resultados en sus contrastes electorales con los ciudadanos. Otras me da igual, como por ejemplo, la “República de Ikea” o “Banana Republic”.  Y otras que dan miedo, por ejemplo la “Fepública judicial”. Los sellos de goma de los juzgados españoles estampillas en los escritos un óvalo que lleva al emblema de la justicia en el centro y terciado: “Fe pública judicial”, pero en realidad lo que se nos anuncia que el escrito proviene de un submundo oculto, pagado de sí mismo y enloquecido: la “Fepública judicial”.

Ayer estuve en los juzgados de lo penal madrileños. Fue citado, a primera hora, para asistir a una vista de un caso penal contra un ciudadano al que ni siquiera conozco y al que otro –al que tampoco le reprochaba un delito de injurias y calumnias. Por más que lo he intentado, no me han revelado el nombre del calumniado. Tampoco sé quien me propuso como testigo. ¿Entonces que he podido saber, después de perder la mañana?

Lo primero es que la causa (como exhibe aburrido el lomo que reúne los papelillos de la “Fepública judicial”) es de junio de 2005. Es decir de hace casi nueve años. Nota: El tiempo no existe en la “Fepública judicial” si no eres Manolo Chaves o José Antonio Griñán. Para el resto los relojes, o mejor los calendarios, no existen.

La causa no vio ayer su día grande de audiencia pública, según me revelan los funcionarios del “Fepública” porque el acusado está en “busca y captura” lo cual parece una especie de limbo muy ventajoso. Nos adentramos en la hierba alta de la “Fepública Judicial” para averiguar porque no me enviaron uno de esos telegramas grapados (que deben costar una pasta) que han recibido el resto de testigos y demás comparecientes. 

La “Fepública me ofrece una versión amable pero engañosa como la telaraña de una tarántula apunto de inyectarte el veneno: “¡Es que claro a usted costó mucho entregarle la citación!” ¿Y cómo les costó tanto? (Nota: no hay que apelar nunca en la “Fepública” a la pretensión de ser conocido, aunque la gente te salude por la calle).  “Pues porque tuvimos que preguntarle a la policía, ya que no trabaja en la misma empresa periodística”. 

Siguiendo la máxima de Gila, según la cual es preferible llevarse bien con el enemigo, le sugiero: “Debe ocurrirle a un montón de españoles han pasado  muchos años”. Respuesta: un sin respuesta (en la “Fepública” se deja sin contestar mucho asunto obvio). “Oiga, veo que también disponen de mi domicilio particular, que es donde  resido. Ese no ha cambiado.” Si, afirma el probo  “fepublicano”, lo aportó la policía –esos cooperan con la “Fepública” pero no están tan severamente contaminados “de “fepublicanismo”. 

“Mire, yo no acabo de entenderlo, pero –con mucho gusto- yo le invitaría a usted a un café de esa maquinilla “fepublicana”;  si usted me diera alguna garantía de que aquí se acaba  esta historia del genial Kafka… que no tengo que volver…”. “¡Uff! Imposible, respondió,  tiene un año de plazo para aparecer y entonces se “celebraría”…”  

En la Fepública “celebrar” significa consumar su poder no tiene que ver con nuestra interpretación de festejo. Sólo oír “se celebraría” me vino a la cabeza aquella ceremonia en el Templo Maldito de Indiana Jones y la secta de los esclavos adoradores de Kali, con sacerdotes de mirada perturbadora, con fraternidades secretas, cráteres de papeles en llamas, togas y serpientes, muchas serpientes. ¡Qué miedo he pasado en la “Fepública judicial”!.

 

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