Es sorprendente cómo decisiones absolutamente fortuitas pueden marcar nuestra existencia de manera tan determinante. Yo por ejemplo elegí como optativa la asignatura de latín para no tener que madrugar los viernes y acabé formando parte del grupo de esnobs más divertido y fascinante, sofisticado y excéntrico que pueda imaginarse. Lánguidos aristocráticos que caminan por la vida con la tímida ceremoniosidad de Natalie Portman en el Cisne Negro de Tchaikovski, adornados por una teba raída y un Marlboro perenne en sus labios.
Un enjambre de rubios desgalichados, pálidos morenos de mandíbula cuadrada, desgarbados peinados con raya a un lado cuyo largo mechón les tapa por completo la vista del ojo derecho y rubias chicas con coleta de caballo y mejillas sonrosadas. Angulosos, elegantes, bohemios insatisfechos, de rostro albino, o expresión sagaz… treintañeros adolescentes con pinta de acabar de salir de la ducha oliendo a Álvarez Gómez.
– Ohhggg
A lo largo de mi vida he visto cómo muchos impostores intentaban transformarse como por ósmosis a sus maneras en una suerte de fascinación como la experimentada por Gatsby hacia los veraneantes de Long Island. Como advenediza experimentada desvelaré que existen unos códigos. Pequeños detalles sutiles que salpican para identificarse entre sí. Lo hacen todos. Ya sean de Sarría, del madrileño Barrio de Salamanca o de las Arenas en Bilbao: Monogram camisero, gemelo en puño, chaleco de caza y ellas un deseo enfermizo por destacar sobre todas las demás.
Criados con la máxima magnanimidad entre aupairs inglesas, escuelas privadas, inviernos en Suiza o veranos en Biarritz en su infancia todos ellos recuerdan al Pequeño Principito de Saint-Exupéry, de rizos ensortijados y belleza ligeramente siniestra. Un enigma genético que desmonta el darwinismo así en un plis plás.
La educación marcada a fuego les distingue desde la manera en la que dan la mano hasta la forma en que tienen de narrar un chiste. Cuando te miran es como si los apóstoles de “La última cena” de Leonardo Da Vinci cobraran vida, se elevaran más allá del lienzo y te hablaran. Mirada majestuosa.
Da igual si tienes relación con la Santa Sede, o con la familia real persa derrocada… lo importante es conocer a quien se tiene que conocer y en los lugares correctos. Sitios que deberán ser pronunciados en su adecuada acepción: Riche, en lugar de Richelieu, Puerta- sin el “de Hierro” añadido- y alargando la A final…
La forma de hablar es importantísima. Tener frenillo ayuda mucho, pero si se adolece de este defecto genético tan oportuno para emular la desidia lingüística anhelada, se puede tratar de arrastrar las eses y las consonantes finales intercalando diminutivos aquí y allá y poniendo artículos donde no los hay en un intento por ser “gente de toooda la vida”. Imprescindible cargarse las preposiciones o partículas de palabra, para desesperación de las profesoras de lengua.
– ¡La pera! Jugamos a golf, anulo paddel, cancelo squash y comemos en Puerta con Casilda prima y Álvaro hermano.
Almuerzo que con toda probabilidad se verá protagonizado por una exégesis, no tan breve como hubiera sido deseable. Para los esnobs no hay mejor plan que un funeral:
– Empieza ceremonia, himno nacional sonando, … Éxtasis religioso, ¡no sabes!, el plan del verano… estaba toooodo el mundo. Cosme primo, Jaime hermano… Entrañable, oye, entrañable. ¡Chico, que pena que te lo perdieras!
Como se te ocurra desearles un vulgar “Que aproveche”: cataclismo, un fusible se funde en su cerebro. Te mirarán como si fueras un simple camarero que no sepa pronunciar Créme Brûlée con R francesa arrastrada o el dependiente de una tienda que no distinguiera entre la lana de Shetland y el cachemire.
– Terrorífico. No es mal , es fatal.
Pasa igual con los colegios que frecuentan, sólo podrás ser considerado uno de los suyos si tú y tu entorno cercano compuesto por no menos de 200 amigos íntimos habéis estudiado en ellos.
– Fantástico, todo fenomenal…
Aunque también se accede por veraneo: Soto, Comillas, Fuenterrabía o Palma están en el top. Son destinos aceptables lugares como Menorca, Marbella o Javea aunque in extremis y como excentricidad pasable.
Y un detalle para las que quieran conquistar sus corazones:
No dudarán en desprenderse de su jersey para abrigaros, os acompañarán siempre a la puerta de casa, aunque estéis en la puerta de la suya y cenarán frugalmente en casita, probablemente una tortillita francesa.
