'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
No hay perestroika en Irán
Por Alejo Vidal-Quadras
26 de enero de 2016

Ante la inminente visita a Europa del presidente de la República Islámica de Irán, Hassan Rohani, las grandes empresas y los Gobiernos de nuestro continente se preparan a escenificar el éxito diplomático que representa la firma del acuerdo nuclear y a conseguir sustanciosos contratos en los campos del transporte, las infraestructuras, las telecomunicaciones y la energía. Por supuesto, nada que objetar a la mejora de la interlocución con el régimen iraní y a que la apertura de su economía proporcione interesantes oportunidades a nuestras industrias. Sin embargo, sería un grave error estratégico abrigar la ilusión de que comienza una cierta perestroika en Irán y confundir las cesiones de Teherán en estos asuntos con una verdadera voluntad de cambio de la teocracia iraní tanto en el plano interno como en el de sus objetivos finales en la dimensión internacional.

En Irán la represión de la disidencia política y la opresión a las minorías étnicas y religiosas no sólo no ha disminuido desde la aparición del nuevo clima de “deshielo”, sino que se ha incrementado. Así, a lo largo de 2015 el número de ejecuciones ha superado el millar, colocando a Irán como el país donde más sentencias de muerte se cumplen per cápita en el mundo. Este recrudecimiento de la actividad del patíbulo se ha producido bajo la presidencia del sonriente y “moderado” Rohani, que ha superado a su predecesor, Ahmadinejad, considerado como un radical extremo. En un capítulo especialmente cruel, el de la ejecución de menores de edad, Irán se encuentra también a la cabeza del ranking planetario. Amnistía Internacional ha denunciado recientemente el flagrante incumplimiento por parte de la República Islámica de la Convención de Naciones Unidas sobre Derechos del Niño, que contempla expresamente la prohibición de la aplicación de la pena capital a menores. En los últimos diez años, se han ejecutado en Irán a setenta y tres menores y hay actualmente ciento sesenta en el corredor de la muerte a la espera de la horca. El hecho de que Irán ratificase dicha Convención en 1994 y de que sus autoridades alegan que en cualquier caso los menores condenados a muerte no son ejecutados hasta que alcanzan la mayoría de edad, demuestra hasta que punto de cinismo pueden llegar y su absoluto desprecio por los tratados que suscriben en el marco de organismos globales. La mínima muestra de discrepancia con el régimen es castigada con severas penas de prisión y la simple infracción de mala colocación del velo puede suponer para la mujer culpable abultadas penas de cárcel, lo que implica a su vez violaciones, tortura y todo tipo de vejaciones a manos de los esbirros de los clérigos. En los juicios a los que se someten a los supuestos delincuentes, frecuentemente acusados de delitos tan arbitrarios como “ofensas a la religión” o “difusión de propaganda”, no existe el mínimo asomo de garantías procesales o de presunción de inocencia.

El apoyo y la financiación a Asad en Siria, a Hezbollah en Líbano, a Hamas en Gaza, a los hutíes en Yemen y a las milicias chiitas que siembran el terror contra las comunidades sunitas en Irak continuará inalterado y por desgracia la liberación de los fondos hasta ahora retenidos en entidades financieras occidentales contribuirá a estos malignos propósitos. La ingenua -e inmoral-  idea de que una cosa es la relación diplomática y comercial y otra distinta y separada el respeto a los derechos humanos encierra un alto riesgo a medio y largo plazo. Ningún Estado que oprime a sus ciudadanos y no respeta su dignidad y libertad puede ser fiable en sus actuaciones en relación con otros Estados. El Irán de los ayatolás puede que transitoriamente acepte las inversiones que necesita y que ralentice su proyecto de ser una potencia nuclear, pero en el momento que le interese volverá a bunquerizarse, retomará su belicismo atómico y fomentará de nuevo entre su población un clima de hostilidad y odio hacia el “Gran Satán” americano y europeo.

Por tanto, lo inteligente es aprovechar la posibilidad que brinda el presente clima más relajado para intensificar la crítica de los intolerables atropellos que sufre la población iraní y para exigir reformas serias en el terreno de la democratización y de las libertades civiles, políticas y de culto. Si en sus contactos con mandatarios franceses e italianos que tendrán lugar estos días el Presidente Rohani únicamente escucha parabienes  y ofertas de negocio y ni una palabra sobre la penosa situación de los derechos humanos en Irán se habrá perdido una excelente oportunidad de hacer algo realmente efectivo para avanzar en la senda de la paz y la estabilidad en Oriente Medio.

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