'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
El hombre inadecuado
Por Alejo Vidal-Quadras
30 de septiembre de 2015

Se apunta frecuentemente a la conveniencia de ser la persona adecuada en el lugar preciso y en el momento apropiado como garantía segura de éxito. De la misma forma, tener el infortunio de ser el menos apto en el peor período y en el sitio menos indicado, conduce inevitablemente al fracaso. La experiencia de los cuatro años de gobierno del actual inquilino de La Moncloa representan un infausto ejemplo del segundo caso y aunque probablemente no sea culpa suya el que las circunstancias le hayan colocado donde nunca debiera haber estado, sí es su responsabilidad el darse cuenta de su notoria falta de idoneidad para el puesto y el decidirse a  ceder el paso a otra figura más capaz de resolver los grandes problemas a los que se enfrenta España y que él no sólo no ha contribuido a aliviar, sino que los ha agravado con su ejecutoria.

Nuestra antigua y dolorida Nación padece hoy varios y serios males, entre los que destacan una estructura territorial políticamente inmanejable, funcionalmente defectuosa y financieramente ruinosa; un ordenamiento constitucional mal concebido y pobremente redactado que presenta lagunas y contradicciones insalvables; un separatismo contumaz e irracional por parte de fuerzas muy poderosas implantadas en dos comunidades ricas y avanzadas indispensables para la existencia de España como proyecto colectivo; un deterioro institucional alarmante acompañado de corrupción generalizada de carácter sistémico en todos los niveles de la Administración, unas cuentas públicas desequilibradas de difícil reconducción que han generado una deuda pública de proporciones desbordantes, un sistema educativo de pobre calidad que no aporta el capital humano necesario para que seamos competitivos a escala global, una legislación electoral y de partidos que ha provocado la degradación paulatina de las elites políticas hasta cotas tristemente bajas y una demografía desfalleciente que pone en peligro la sostenibilidad de nuestros instrumentos de protección social.

Como se ve, se trata de dificultades de hondo calado, de naturaleza estructural, que no se arreglan con parches ni admiten dilaciones, sino que requieren acciones valientes, arriesgadas y profundas, y también que la sociedad española las acepte con disposición a sobrellevar los sacrificios que sin duda acarrean. Para todo ello esta etapa de nuestra historia demandaba un liderazgo dotado del coraje, el carisma, la fuerza de convicción, la solidez de principios y la claridad de ideas exigidas para tarea tan hercúlea. ¿Y qué es lo que nos ha traído el destino y el cuaderno azul de Aznar? Pues un Presidente de Gobierno irresoluto, lento de reflejos, negado para la expresión verbal, tedioso, indolente, fatalista y de sangre congelada. Cuando nos hacía falta alguien que supiera calibrar el alcance de los desafíos a vencer, nos hemos encontrado con un lector soso de prensa deportiva cuya máxima muestra de habilidad retórica son frases tautológicas sobre las piezas de la vajilla doméstica y que se queda en blanco ante una pregunta elemental de un entrevistador amistoso.

Si el partido del Gobierno presenta como cabeza de cartel en las próximas elecciones generales a su actual jefe de filas está cantado que no conseguirá el número de escaños suficiente para, con el apoyo de Ciudadanos, articular una mayoría que ponga a España a resguardo de la inestabilidad y la incertidumbre que la acechan, y como tampoco parece posible que su principal oponente lo logre, estamos abocados a varios años de izquierdismo doctrinario, inoperante y regresivo. A la cúpula del Partido Popular, sentada en su Comité Ejecutivo Nacional y en su Junta Directiva Nacional, le queda un margen muy estrecho, de apenas unas semanas, para reaccionar y encumbrar a número uno de su lista por Madrid a un o una dirigente sin relación alguna con su siniestro pasado de mordidas y tráficos venales, que pueda asomarse a las pantallas de televisión suscitando el interés, la simpatía y la confianza de la gente y equipado con el suficiente bagaje ético e intelectual que le permita tomar con mano firme y certera el timón del Estado en las aguas turbulentas que surcamos.

 

En enero de 2011 publiqué un opúsculo del que se agotaron los diez mil editados y del que envié dos ejemplares dedicados respectivamente a Mariano Rajoy y a Soraya Sáenz de Santamaría. Me respondieron ambos agradeciendo muy corteses el regalo y a continuación no hicieron nada de lo que yo aconsejaba en mi ensayo o, lo que es aún peor, tomaron medidas en sentido contrario. El que lea ahora lo que yo decía entonces podrá comprobar que las presentes desgracias hubieran podido ser evitadas simplemente si el Gobierno hubiera por una parte sido fiel a su propio programa y por otra hubiera impulsado las reformas que los espíritus lúcidos les veníamos señalando desde bastante antes de la derrota de Zapatero. Por consiguiente, ha llegado la hora de que cada uno asuma sus responsabilidades y de que los que todavía guarden un resto de patriotismo, dignidad y valor en el Partido Popular lo demuestren forzando en la recta final que, si nadie se mueve, desembocará en la catástrofe, el cambio de rumbo que España está pidiendo a gritos.

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