«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

No es humor

4 de abril de 2017
Y es que se ha abierto paso en los últimos tiempos una peculiar teoría, según la cual los delitos dejan de serlo si se cometen en chándal y con la gorra dada la vuelta, o si se perpetran en twitter. La teoría, claro, tiene padres, y el que los medios progres estén en permanente campaña para sostenerla hace insoslayable la sospecha de progenitura 
 
Esto, que en sí sería bastante indefendible, resulta tanto peor cuanto que estos mismos medios son quienes impulsan el engendro orwelliano del “delito de odio”. Así que, cuando aparece un tuitero condenado por mofarse de algún tipo de víctimas –pueden ustedes elegir, tuitero y víctimas-, no faltan valedores que lo justifiquen.  
 
Y la clave de tal justificación es el humor. Al parecer, el humor es ese pasaporte que Ganivet aseguraba anhelamos todos y que reza: “este español está autorizado a hacer lo que le dé la gana.” Yo, la verdad, tengo para mí que jamás ha sido ese el sueño del español si es que, con ese hacer su santa voluntad, no fastidia al prójimo. Y si no, que le pregunten a los tuiteros en cuestión. 
 
O a esas beatas de la corrección política, que cuelan un lexema y tragan un genocidio, y que hace apenas horas clamaban contra la condena de cierta persona por mofarse de una víctima del terrorismo, como fue Carrero Blanco. Arguyendo un más bien indetectable animus iocandi que debiera exonerarles de responsabilidad alguna. 
 
La persona para la que se pedía la absolución no solo se había reído de una víctima del terrorismo; también había manifestado abiertamente “odiar a los niños”, “odiar a España” y deseos de matar a Rajoy, entre otras lindezas. Por supuesto, a esos medios y a sus escuderos políticos les importa poco la «libertad de expresión» tal y como han acreditado en infinidad de casos; lo que verdaderamente buscan son espacios de impunidad para los suyos.
 
El humor, que no es patrimonio de ninguna ideología, es utilizado por el totalitarismo con fines de corrosión social. Pues no es humor -sino crueldad escondida en los pliegues de la jocosidad- lo que se muestra incapaz de interpretar en clave satírica sus propias deformidades intelectuales y morales, tan evidentes; lo que no percibe como grotesca su autoarrogada superioridad.
  
Con mucha más brillantez que estos matones de tercera división administraba la sátira Joseph Göbbels, cuyo feroz sarcasmo despiezaba al oponente. Y qué decir del agudamente cáustico Der Stürmer -el Charlie-Hebdo nazi- donde todo eran caricaturas, escritas y dibujadas, en las que se escarnecían los rasgos más visibles atribuidos a la población semita. 
 
En España, conocemos bien el prólogo a la matanza del treinta y seis; conocemos bien el correr de los bulos de los caramelos envenenados que entregaban los frailes a los hijos de los obreros, y ya sabemos en qué desembocó el proceso de deshumanización a través de la mofa al que se vio sometido la Iglesia durante décadas. 
 
El humor, en manos de esta tropa moralmente andrajosa, no es más que una coartada corrosiva. El humor no releva de la vileza, ni de responsabilidad alguna, e incluso puede constituir un agravante de sadismo añadiendo la burla al dolor.  
 
Corría 1968 cuando en los muros de una iglesia parisina apareció una pintada: “Os enterraremos a carcajadas”. Se trataba de una profecía escalofriante, que se está cumpliendo. Una profecía que nos advierte: os convertiremos en objeto de mofa; os presentaremos como seres perversos, ridículos, indignos; os deshumanizaremos hasta que nadie sienta compasión alguna por vosotros; os haremos aparecer como seres grotescos, que todos despreciarán.
 
No es humor. Es una promesa de exterminio.
 
.
Fondo newsletter