'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
Ideas y ocurrencias
Por Alejo Vidal-Quadras
14 de mayo de 2015

Las campañas electorales no son el marco idóneo para el análisis riguroso y el debate construido sobre datos objetivos y argumentos serios. Son dos semanas de ruido cacofónico y furia maniquea, en las que la propaganda sustituye a la explicación y proliferan las promesas que no se creen ni los candidatos que las formulan ni los ciudadanos a los que van dirigidas. En términos de calidad intelectual y de profundidad de pensamiento, los discursos de mitin electoral suelen alcanzar cotas realmente bajas y, de hecho, pocos políticos pueden resistir el ejercicio de contemplar sus intervenciones de campaña unos meses después de la apertura de las urnas sin sentir bochorno. Sin embargo, esta ceremonia estruendosa y vulgar se repite periódicamente sin que sus sucesivos protagonistas intenten elevar el nivel de sus contenidos.

Una pléyade de supuestos expertos en comunicación exprimen sus meninges para alumbrar eslóganes impactantes y frases ingeniosas demasiado a menudo más destinadas a zaherir y ridiculizar al adversario que a poner de manifiesto el valor o la conveniencia de las propuestas propias. El público que acude a los actos o las audiencias televisivas que siguen la confrontación entre las distintas opciones, así como los periodistas que escriben diariamente las crónicas de la vorágine, se aburren y se sienten decepcionados si alguno de los aspirantes a escaño intenta explicar con claridad y respeto a los demás su visón de los problemas del país y las  soluciones a su entender apropiadas, prescindiendo de ataques malignos y de aguijonazos pretendidamente originales. 

En este contexto, es frecuente el error de ir desvelando nuevos elementos del programa a medida que transcurren los días hasta la fecha decisiva de la convocatoria. La intención de esta estrategia es mantener viva la atención del público y conseguir titulares cada mañana tapando si es posible a los del contrario. Semejante técnica somete al electorado a una serie de sobresaltos contraproducentes e implica el riesgo de caer en la contradicción o en la sandez. El método más eficaz consiste, por el contrario, en explicitar desde el comienzo las principales líneas de acción que se proyecta aplicar en caso de obtener la confianza mayoritaria de la gente e irlas desarrollando y detallando a lo largo de la campaña con presentaciones atractivas y sinceras. La crítica a los planteamientos del oponente ha de ser razonada y serena, sin recurrir a la descalificación o a la indelicadeza. La ignorancia de estos principios básicos es lo que ha llevado a Ciudadanos a introducir en su oferta temas tan discutibles como la limitación del número de personas por habitación en un domicilio particular o la afirmación de que la necesaria reforma de nuestro sistema institucional debería estar a cargo de los nacidos con posterioridad a 1978. Es evidente que la prohibición de las inhumanas e insalubres condiciones en las que viven los ocupantes de “pisos patera” o la urgente conveniencia de mejorar y renovar nuestra democracia y acabar con la corrupción son iniciativas dignas de aplauso, pero formuladas de determinada manera suenan a intervencionismo excesivo en el primer caso y en el segundo a desprecio por la experiencia que únicamente proporciona el transcurso del tiempo. 

La conclusión es que por un lado hay mucho aficionado entre los asesores de los cabezas de cartel y por otro que el ritmo extenuante de las campañas y la sucesión agotadora de comparecencias acaba nublando el buen sentido de los números uno de las diferentes siglas, eso naturalmente referido a los que gozan de tales cualidades en circunstancias normales, que no son todos.

 

Aleix Vidal-Quadras

 

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