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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Isco o la frescura de los clásicos

17 de abril de 2017

Ambrose Bierce, en su Diccionario Del Diablo, definía al aburrido como el que habla cuando uno quiere que escuche. Podéis criticar lo que queráis a este Real Madrid, pero reconoced, hermanos, que aburridos en vuestros asientos no os veo. Incluso el sábado, que parecíamos rodar a 33 rpm a lo Ray Davies: “Yo giro a 33 rpm”. Y, ojo, que estamos hablando del Davies de The Kinks. Mientras otros ya empaquetan la temporada a singles de dos canciones, los madridistas nos la jugamos en disco de larga duración. Qué bueno es el LP blanco enterito. Si a esto le añades ese paseo por Gijón y llegas a Llanes y a Pola de Lena… casi ves a Ferrandis en Volver A Empezar. Para colmo, un conocido columnista me whatsapeaba, antes del encuentro, que me traería unos ‘Bartolos’ con sus almendras, sus yemas…. Le digo que ya está tardando. A tomar viento la ‘Operación-bikini’.

 Un par de yemas y con sus claras fue lo que le echó Isco, regateando a los engaños con el balón cual experto torero. Isco, ese tipo capaz de convertir en canto épico el hambre de victoria. Ese tipo, de aparente toque sencillo y genial intensidad, que el sábado se vistió de personaje heroico. Y Zidane, que la realidad del empate ya le apretaba hasta casi ahogarle, respirando con el  bálsamo de la melodía que producía el balón contra la red. Decía Pantuflos en Twitter, “ahora quiero ver a Morante después de lo de Isco”. Morante toreaba ayer en la Maestranza.  Cuando recogió, el mes pasado, el IX Premio Taurino ABC afirmó que lo moderno le aburre.  El Madrid, en Gijón, avecinaba tormenta y Zidane sigue, afortunadamente, empeñado en conservar su sonido. Porque un clásico nunca agota lo que tiene que decirnos, ya lo dejó clarito Calvino. Aunque durante los 90 minutos como The Sonics con su Psycho temíamos infartos en la audiencia.

 Ahora que os gusta tanto etiquetar y hablar de equipo B hasta sublimar el tópico, os aclaro: este Real Madrid no es el mismo sin Cristiano o Kroos, pero no sería el Real Madrid sin las arrancadas y subidas de Asensio ni sin ese imán prodigioso en los pies de Isco. Como Bob Dylan no es ya el mismo de Blonde On Blonde, pero jamás sería Dylan sin Like A Rolling Stone. Porque cuando alcemos otra Champions nos acordaremos del equipo, nunca llamaremos secundarios a aquellos que participaron en cada peldaño hasta alcanzar la gloria. Artesanos del oficio. Todos. Porque nos reconocemos en ese último gol, in extremis, sea en Isco sea en Ramos, igual que cuando paseamos por Nueva York y vemos el Nueva York de Woody Allen. Como Sabina no sería nada sin Pancho Varona y Antonio García de Diego. Lo que Sabina llama “un grupo de tres”. Y, descubrimos con Zinedine que, a veces, es necesario  alejarnos, aunque sea por un rato, de esculturas y retablos y echar mano de las callejuelas. Porque, amigos, no todo es Roma; Padua posee su propia Capilla Sixtina, la Cappella degli Scrovegni, incluyendo ese cielo azul constelado en el que vemos escenas del ¡oh, casualidad! , episodio de la Salvación. Esto es fútbol y nos engancha, sean cuales sean nuestros guerreros. Y seguimos generando relato, historia viva que queda grabada en nuestra memoria tan fuerte como un cruce de miradas o una caricia.   

 Respecto a los eternos rivales, sólo tibia curiosidad por ver si la mano de Luis Enrique estaba en perfecto estado tras los manotazos al banquillo en Turín. ¡Qué manotazos! Tan enérgicos como los que muchos habéis dado esta mañana al despertador odiando la vuelta a la rutina. Está claro que Luis Enrique distingue perfectísimamente cuál es la realidad y cuál el deseo. Lo de Lucho y las broncas “a la cara” en el vestuario ya me recuerdan a El Viaje A Ninguna Parte cuando Fernando Fernán Gómez soltaba aquello de “señoriiiiito” y el cabreo de José María Caffarel, que interpretaba al director de la película, alcanzaba cotas galácticas: “¡Corten o me corto los huevos aquí mismo!”.

 

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