'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
José Pérez y la miseria moral en aquel Banco de España
Por Mario Conde
15 de marzo de 2015

Dicen que la vida acaba poniendo a cada uno en su sitio. No sé yo muy bien si este aserto tiene una fiabilidad al cien por cien. Lo único seguro, al menos en el  estado actual de la ciencia, es que la vida acaba poniendo a cada uno en la muerte. De esto caben pocas dudas. Otra cosa es que sepamos bien, que dominemos la realidad de eso que llamamos muerte. Y lo digo por muchas y variadas razones, entre las cuales destaco, al margen de que uno sea creyente o ateo, el papel que parece que están llamadas a cumplir, en este proceso de entendimiento del morir, las llamadas psicofonías. Pero eso es cuestión para ser tratada otro día y sin duda por quiénes disponen de un acervo de conocimientos superior al mío en estos delicados campos del saber. Pero ya dejo dicho que de ser cierto que existe una conciencia que persiste mas allá de la descomposición orgánica y que habita en un plano de densidad muy diferente al nuestro, al de 9’8m/s2, el morir tendría una dimensión cualitativa muy diferente.

Pero frente a la muerte sentido estricto, la física, la del enterramiento o incineración,  todas las dictaduras —incluidas las disfrazadas de democracias— se han inventado un mecanismo para conseguir en determinados sujetos la muerte civil, esto es, el apartamiento de los individuos incómodos al poder. Y para ello, ese Poder, con mayúsculas, siempre ha intentado —y lamentablemente logrado— el dominio de los instrumentos creados por el Estado que son capaces de provocar ese brutal resultado. Me refiero al Gobierno y sus derivadas mas características: la Policía y los Jueces del Príncipe. Y en el campo financiero la entidad llamada a esta portentosa misión no es otra que el Banco de España.

¡Cuantas estupideces he tenido que escuchar en mi vida acerca de esa casa!. Los que proclaman Urbi et Orbe y ad nauseam la llamada independencia de esa institución, o eran puros y duros desinformados, o cínicos capaces de mentir al servicio de intereses personales. Nada de eso. Instrumento al servicio del poder y destinado nada menos que a controlar al sistema financiero, léase, a los bancos mas importantes. Un dato: la propia normativa reguladora del banco de España decía que una entidad financiera está obligada a practicar las llamadas “dotaciones” referidas a créditos dudosos, con arreglo a algo tan objetivo, tan serio, tan anclado en parámetros científicos como son los “juicios de valor de los Inspectores”. Si alguien cree que tomo el pelo escribiendo semejante cosa, que se tome él o ella la molestia de investigar y verá que es exactamente así, como lo cuento, lo que quiere decir que la amenaza de un inspector puede hacer temblar al mas potente de los bancos, porque le destroza la cuenta de resultados con esos sus “juicios de valor”. Y claro, allí donde vive el poder crece la arbitrariedad, y donde habita lo arbitrario suele desayunar, comer y cenar lo espurio, y dentro de esta categoría la corrupción política y económica se manifiestan casi en completa desnudez, conscientes, como eran, de su absoluta impunidad, después de haber domesticado a una sociedad mayoritariamente integrada por individuos que aplicaban este postulado: “dame pan y llámame tonto y esclavo”

Ya sabemos, al menos quien quiera saber y dejar de repetir mantras elaborados ad causam, que la intervención de Banesto fue una decisión política adoptada por el dúo González/Aznar. Pero, claro, contó con individuos concretos de esos que tienen que poner su firma en un papel, porque la cosa, al menos en aquel entonces, iba de papeles escritos, de los de siempre, de los que arrincona cada día mas la comunicación electrónica. Uno de esos hombres que ponen su firma al servicio del poder, en lo que, por supuesto, que va incluida su llamada dignidad, fue Jose Pérez. Ocupaba el puesto de Director General de La Inspección con el entonces Gobernador Angel Rojo. El trío lo completaba uno de los individuos que para mí merece el calificativo de miserable, y eso que yo soy poco dado a utilizar descalificativos, porque descalifican mas los hechos que las palabras. Por eso lo que quiero decir con este atributo es que los hechos de Miguel Martin, a la sazón subgobernador en aquellos días, le califican —los hechos, que no yo— de miserable.

Angel Rojo fue nombrado por los servicios prestados consejero del Banco de Santander. Ya ha fallecido. Miguel Martin, Presidente de la AEB. Ya ha sido cesado. Pepe Pérez director de algo en el BBV, puesto en el que le tuvieron que quitar todas las atribuciones dada su enorme competencia técnica.  Este hombre, Pérez, mintió por escrito en sus informes y de palabra en sus comparecencia en la charlotada de la Comisión de Seguimiento de la Intervención de Banesto.

Fue fichado por el Banco Andorrano que compró el Banco de Madrid. Acaba de ser intervenido. Y no por problemas de solvencia sino, al parecer, por dedicarse a la comisión de delitos. Pepe Pérez era su presidente. Ya supimos que la UE no se fiaba del Banco de España en su capacidad propiamente dicha: la inspección de las entidades financieras españolas, de modo que, para vergüenza de todos, encargó las auditorías a entidades privadas, marginando al todopoderoso y onmiindependiente Banco de España. Fue la primera constatación de lo que sucedía en esa casa. Luego vinieron mas cosas, y duras dedeglutir, como las actuaciones respecto de las Cajas de Ahorro, singularmente Caja Castilla la Mancha y el conglomerado, ese magma de contaminaciones diversas, que era Bankia. Su prestigió quedó demolido.

Y ahora resulta que su ex-Director General de la Inspección, el hombre que debería certificar la sanidad del sistema financiero, es el presidente de una entidad bancaria que, según esos indicios, se dedica a cometer delitos de blanqueo de capitales y derivados. En fin. Y esos hombres eran los “puros” de la intervención de Banesto, los garantes de la independencia del Banco de España. Demasiado veces acontecimientos importantes en la vida de un país tienen como explicación última la corrupción de unos individuos que vendieron su dignidad por platos de lentejas variados, individuos encargados de los “trabajos sucios” del poder, como me dijo Polanco  del argentino Ekaizer. Así es la vida. Al menos así la hemos construido y tolerado.

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