«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

La carpa de Rentería

24 de febrero de 2025

En el mapa del terror confeccionado por COVITE, la localidad guipuzcoana de Rentería está sembrada de hitos criminales, los asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA, encabezada, en su día, por Ignacio Gracia Arregi, Iñaki de Rentería, que el pasado octubre vio cómo la Audiencia Nacional archivaba la causa abierta contra él y contra Mikel Antza, por el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, al considerar que los hechos están prescritos. Que el partido de Ortega Lara quiera tener presencia en un lugar con tanta sangre derramada por la banda del hacha y la serpiente, va de suyo. 

Dentro de esta lógica, VOX solicitó la instalación de una carpa informativa en la Alameda de Rentería. La petición fue respondida por una declaración institucional, auspiciada por EH Bildu, PNV y Podemos, en la que, quienes dicen haber «recorrido un largo camino en defensa de los derechos y las libertades», hacían cantos a la democracia y pedían «evidenciar mediante el vacío la falta de apoyo que [los reaccionarios] tienen en nuestro municipio». La singularidad de tal carga de cinismo, es que Antonio Vicente Zubicoa, concejal del Partido Popular, se sumó a la declaración institucional.

Como era de prever, una vez instalada la carpa, comenzó el hostigamiento a la veintena de integrantes del partido de Santiago Abascal. Entre ellos, la diputada autonómica, Amaia Martínez, junto a un puñado de afiliados vascos y otros llegados de Cantabria, región de acogida de los amenazados por la banda del hacha y la serpiente o por sus muchos colaboradores, los embrutecidos hijos de Sabino, tenuemente bronceados por radiaciones marxianas. Blanco de una catarata de insultos, rodeados por la burda copia de la Union Jack y por enseñas palestinas, sólo la actuación de la policía regional —«cipayos», según la horda proetarra— impidió las agresiones físicas. 

«ETA es pasado», tal es la fórmula que, como movida por un resorte interno, suelen proferir quienes buscan algún tipo de acuerdo con EHBildu. Algunos lo hacen con cierto pudor, el que emana de la falsa conciencia; otros, encanallados, le añaden vehemencia. Para estos, quien, en lugar de luchar contra el eterno franquismo, menciona a ETA, desea su regreso. ETA, en amplios sectores de la sociedad española, es prácticamente un tabú y todo hace prever que en la futura, será, a lo sumo, un borroso recuerdo. Y es a esa futura España a la que mira, también, el Partido Popular, que anhela un democristiano pacto con Junts, a ser posible con Puigdemont echado a un lado, y otro con un PNV cada vez más mimetizado con las organizaciones cimentadas en los chicos de la gasolina, del tiro en la nuca y del coche-bomba, hoy aggiornadas gracias a altas dosis de multiculturalismo y ecologismo. No hay, por lo tanto, de qué extrañarse por lo realizado por Zubicoa. Medio siglo de concesiones, de pufo y de adoctrinamiento, tienen consecuencias y responsables: los sucesivos inquilinos de La Moncloa. 

Entre tanta miseria moral y política hay, no obstante, deslumbrantes destellos de dignidad. El mismo día que los hispanófobos de Rentería, cada vez más menguados demográficamente por la pujanza de maketos de lejana procedencia, berreaban, se celebró en Vitoria un homenaje a Fernando Buesa y a su escolta, Jorge Díez, asesinados hace 25 años por la banda terrorista. Durante el mismo, Begoña Elorza, madre de Díez, sin aspaviento alguno, pero con firmeza, expulsó del acto a los políticos de EH Bildu —Pello Ochandiano y Rocío Vitero— que habían tenido el cuajo de asistir. Suerte que también deberían correr los representantes del PNV e, incluso, un buen puñado, cada vez más amplio, de miembros del partido en el que militó Buesa, que tiene en EH Bildu a su socio más fiable a cambio de ir cediendo a los propósitos para los que corrió tanta sangre española. 

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