'Ser es defenderse'
Ramiro de Maeztu
La gran extinción
La gran extinción
Por Itxu Díaz
15 de octubre de 2022

Leo el ABC: “Hemos eliminado los cimientos de la vida: los científicos alertan de la sexta extinción”. ¡Dios santo! ¡Cómo avisan tan tarde! Me he tirado el café por encima del susto. Empezar el día con una noticia así es casi como desayunar con un inspector de Hacienda. Y te asaltan las exclamaciones: ¡Por los clavos de Cristo! ¿cómo coño hemos eliminado los cimientos de la vida? ¿Quién ha hecho eso? ¿Cuándo vamos a morir? ¿Llegaremos a tiempo de ver el Real Madrid – Barcelona antes del estallido? En fin, las preguntas importantes de la vida.

Pero el periodismo contemporáneo consiste en un constante sí pero no: los lectores se pasan el día rascando con ilusión el cupón y nunca encuentran nada debajo. Por supuesto, no es mi papel explicarle a los demás cómo debe hacerse un buen periódico y, en cuanto a quienes ya quieren legislar la actividad periodística, soy un firme defensor de que cada uno se regule a sí mismo; lo bueno de la empresa privada es que si tú no te regulas, el usuario lo hace por ti.

Volviendo al apocalipsis, la noticia es que no hay apocalipsis. El eje de la información es que a WWF le interesa un contrato global similar al Acuerdo de París y supongo que lanzar la teoría de la sexta extinción es la manera más rápida de conseguirlo. Me he sumergido en los informes que dan pie a la noticia y ha sido una labor de espeleología periodística de máximo riesgo, porque tengo una relación fóbica con todos los bichos que arrastran la panza sobre el suelo y buena parte del asunto se refiere a los problemas que atraviesan ciertos reptiles y, si bien comprendo las teorías básicas de biodiversidad, admito que no deja de producirme una oscura satisfacción ver que algunas serpientes pasan ciertos apuros.

Aunque nadie quiera poner el foco en eso, otras especies antaño en peligro de extinción están ahora en la otra parte de la balanza

La frase, de un pálpito poético insuperable, “hemos eliminado los cimientos mismos de la vida” es de Andrew Terry, director de Conservación de la Sociedad Zoológica de Londres y me ha hecho pensar por un instante que por fin un ambientalista se había atrevido a defender la especie humana denunciando el genocidio subvencionado del aborto, pero no, por desgracia se refería, por resumir, a que vamos a morir todos si no incrementamos los impuestos verdes. Su colega Lambertini de WWF no resultaba mucho más moderado en su retórica: “El mensaje es claro y las luces parpadean en rojo, las cifras son aterradoras”. No se refiere a la inflación sino a los tiburones de punta blanca y cosas así.

Aunque nadie quiera poner el foco en eso, otras especies antaño en peligro de extinción están ahora en la otra parte de la balanza, como es el caso de los gorilas de montaña y de mis preferidas, las tortugas bobas, cuyos nidos han aumentado un 500% en la bahía chipriota de Chrysochou, y eso solo porque WWF no se ha tomado la molestia de expandir el censo al Congreso de los Diputados.

En la noticia antes citada, resulta inquietante este hallazgo: “algunas de las especies estudiadas han aumentado, otras se han estancado y muchas han descendido”. Esto, un titular inapelable, lleva a los ambientalistas a concluir que sin duda la extinción es grave y está en marcha, y lo que resulta más asombroso: es culpa del hombre.

Tiene cojones. Cinco extinciones llevamos, según los científicos, en las que no se nos puede echar la culpa (…), y resulta que la sexta, sin duda alguna, está siendo causada por el hombre

Tiene cojones. Cinco extinciones llevamos, según los científicos, en las que no se nos puede echar la culpa porque básicamente Adán y Eva todavía no habían ni mordido la maldita manzana, y resulta que la sexta, sin duda alguna, está siendo causada por el hombre, según afirma con rotundidad WWF, antes de sacar a pasear la cuenta de gastos de sus soluciones, que paso a traducir antes de concluir, por si hay algún tonto útil en la sala. A saber, soluciones: más acuerdo de París (traducción: reducir emisiones propias para comprarle la energía sucia a tiranías y comunistas varios), inversión en lo que llaman “energía limpia” (traducción: joder paisajes, destruir bosques, y arruinar a las clases medias), acuerdos globales sobre biodiversidad y su financiación (traducción: más impuestos), y apoyo a movimientos sociales (traducción: subvenciones a chiringuitos y danzas a la Pachamama en la sede de la ONU).

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