«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Letizia es de sangre azul

23 de marzo de 2014

Decía Wallis Simpson que «nunca se tiene demasiado dinero ni se está demasiado delgada», una máxima vital que nuestra Princesa y presumible futura Reina parece haber hecho propia desde su llegada a Palacio. Distinguidamente seca como la divorciada norteamericana, nunca tendrá ni su elegancia, ni su dinero, ni su educación.

Tampoco su maravillosa agenda social, pero puede presumir de algo por lo que la esposa de Eduardo VIII habría actuado como Belén Esteban con Andreitacoñocómeteelpollo: «MA-TAN-DO».

La razón de tal anhelo no es otra que su raigambre dinástica y un carácter regio. Y es que la mujer de Felipe podría jurar que por sus venas corre una sangre tan azul como la piel de los Pitufos.

Contemplo perpleja cómo la nieta de taxista y consorte real se revela como la perfecta amalgama entre Sissi emperatriz y la última zarina de Rusia, Alexandra Feodorovna.

Como la soberana rusa, Letizia es el punching-ball de una sociedad en crisis. La encarnación de todos los males del Régimen. A la que responsabilizan de la putrefacción de la Monarquía española.

Una animadversión a la que ambas hicieron frente con la soberbia y el rechazo a sus súbditos.

Si Alejandra se encerraba en Tsarkoie Seló para llevar una vida privada alejada de la pompa de la Corte, replegada en su idílica familia, la Leti cumple con su horario funcionarial y acto seguido deja caer el boli para corretear de concierto en concierto. Siempre, eso sí, con privilegios reales y con los escoltas como secuaces de todas sus fechorías.

A diferencia de Alix de Hesse, ella prefiere ningunear a sus parientes regios. Ni un cochino selfie ha querido hacerse junto a los primos de su marido en la escapada helena. Mientras las verdaderas princesas sacaban la lengua a sus teléfonos para subirlas a Instragram, la asturiana hacía gala de su porte imperial replegándose en su ipad furiosa”. Enfrente: un “aburrido” Felipe y una “triste” Sofía. Así al menos ha trascendido a los círculos Jaimepeñafielescos patrios.

– “Mírame, mírame a los ojos ¿Tú crees que estoy furiosa?”

Como en la peor de las dictaduras, la Leti requisa móviles en cumpleaños infantiles y consigue que no vean la luz las fotos de sus escapadas, de sus salidas, de sus amistades y aficiones. Lo mismo ocurre con sus hijas, a las que protege como si fueran la recién rescatada Melodie Nakachian. Tiemblo sólo de pensar en la llegada de un heredero que pudiese portar la enfermedad real de Alexei Romanov. No tardarían en surgir cientos de candidatos ansiosos por ocupar el puesto de Rasputin.

¿Maidei maidei? ¿Marichalar?

Letizia cae mal no sólo por sus desplantes, también por su secretismo y sus lujosas escapadas a destinos ignotos.

¿Que a Sissi emperatriz no le dejaban criar a sus hijos? Carretera y manta y a Corfú a castigar a Francisco José. Una táctica que ya le funcionó a la periodista, aún soltera, para conseguir que el Príncipe diera el paso definitivo. En su caso cambió Corfú por Punta Cana y el envite tuvo como resultado una Letizia engalanada de Pertegaz recorriendo la alfombra roja de la Almudena.

-“Mira Sissi déjate de Corfú, yo cuando quiero castigar a mi chico me largo de Palma y no le digo ni a dónde voy…”

-“Bueno Letizia a mí Corfú me gusta.”

– “¡Déjame terminar!”

Esta vena arrabalera delata su condición plebeya, pero su temperamento imperial es irrefutable. Coqueteos con las izquierdas y desórdenes alimenticios la equiparan a la bávara de trenza estrellada. -Que Winterhalter me perdone, esto no tiene nada que ver con la portada del disco de Maná.- Si es que por tener, tiene incluso a su propio Conde Andrassy, un indiscreto Sabina que delata las confidencias de Su Majestad.

Esa «fulana tan lista» cuyas obsesiones, desde su privacidad, a competir con la Bruni por quién luce mejor trasero, –Pippa ¿Quién te ha dado vela en este entierro?- no han conseguido evitar convertirla en la más denostada de nuestra monarquía.

Tanto es su parecido con las emperatrices finiseculares que de seguir sus pasos acabará por emular las consecuencias de sus comportamientos: la caída y extinción del Imperio.

Ella, sin embargo, insiste en repetir que es la persona “con más tirón de la Casa Real». Para tirones los que le pega a Felipe cuando quiere marcharse de la recepción del Papa: “Nos vamos ya ¿ó qué?”

Se oye entonces una voz en off, desde paradero desconocido, de un antiguo vasallo y cortesano encargado de quemar papeles en fregaderos, que susurra: Adiós princesa.

 

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